Querido Jaime:
En la despedida del médico y presidente de Ópera de Oviedo
Carlos Fernández Llaneza 30.09.2019:
Nadie puede medir sus propios días, hay que resignarse. Y no lo digo yo. Son palabras de Mozart al que tanto admiraste. Hoy, la mirada desde esta ventana, que tantas veces me comentaste, es una mirada triste. Por tu partida.
¡Qué difícil resulta escribir estas líneas! Sí, porque se agolpan recuerdos de muchas vivencias. Desde aquellas conversaciones semanales en tu despacho en que más que hablar de cáncer de pulmón hablábamos de lo humano y lo divino hasta que cada vez que entraba en el Campoamor y, en unos segundos, me subrayabas la parte a la que tenía que estar atento. O de ese par de propuestas que se quedarán para siempre en el tintero.
Sí. Es difícil. Y es complicado no incurrir en reiteraciones con lo mucho que otros ya resaltaron sobre ti. Porque ha quedado claro que eras un ser superior. Y superior en el sentido en el que bien lo definía Beethoven: "El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad".
Tus pacientes, el rugby, la ópera de Oviedo, tus amigos y, sobre todo, tu familia, te echarán de menos. Pero creo que, aun en el dolor, pueden sentirse orgullosos de que seas una de esas personas que logran un consenso tan difícil como unánime: eras un hombre bueno.
Además, si Cicerón tenía razón cuando decía que la vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos, puedes estar seguro, querido Jaime, que vivirás mucho, mucho tiempo porque somos numerosos los que guardaremos un profundo, sincero y afectuoso recuerdo de ti.
Hasta que volvamos a vernos.
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