Tradición Balesquida
Sobre el futuro del Martes de Campo
27.05.2015
Decenas de ovetenses, disfrutando del Día del Bollu, ayer, en el Campo San Francisco. NACHO OREJAS
Carlos Fernández Llaneza
Eso que a veces se dice de que cualquier tiempo pasado fue mejor es una tontería. Lo mismo que anclarse en estériles pensamientos nostálgicos recordando lo bien que se pasaba en no sé qué momentos de la vida en compañía de fantasmas que ya no existen y, probablemente, ni existieron en su día. Regodearse en recuerdos de supuestos tiempos mejores, definitivamente, no sirve para nada. Pero eso no quita para que, orgullosos de nuestra historia, sepamos conservar nuestras costumbres y tradiciones. Y Oviedo puede presumir de alguna que otra. La fiesta vivida ayer en la ciudad es un claro ejemplo. Una celebración que hunde sus raíces nada menos que en el siglo XIII. No voy a contar sus vicisitudes, que bien contadas están. Alberto Polledo, aún el pasado sábado, nos ofrecía una deliciosa crónica en estas páginas de LA NUEVA ESPAÑA sobre la historia de esta efeméride tan ovetense.
Comparto con el político y periodista Alberto Lleras su pensamiento de que un pueblo sin tradición es un pueblo sin porvenir. Saber de dónde venimos puede venir muy bien para saber hacia dónde queremos ir como sociedad. Al menos, no estorba. Somos hijos de nuestra propia historia, configurada por avatares mil a lo largo de los siglos. Como ovetenses, deberíamos de conocer esa trayectoria, sentirnos parte de ella y, por tanto, orgullosos, sin más connotaciones ni exclusión alguna. Los ovetenses de hoy somos depositarios de ese legado intangible que nos han ido cediendo siglo tras siglo. De nosotros depende que, en el futuro, no se pierdan como lágrimas en la lluvia, tal como se lamentaba el replicante de Blade Runner.
Marco Tulio Cicerón, que tonto no debía ser, decía que no saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños. Estoy de acuerdo.
Por tanto, ahora que se van apagando las brasas de la fiesta de ayer, no creo que lo más importante, sin quitarle aprecio, sea si fue mucha gente al Campo o no; o si los bollos estaban mejor que el año pasado; o que si el programa de actos que, con tanto mimo, organiza cada año la Sociedad Protectora de la Balesquida fue más exitoso. Quizá lo más importante sea ser conscientes de ese legado invisible que han ido depositado en nuestras manos. Un legado que nos convierte en eslabones de una larga cadena y que nos obliga a hacer lo necesario para que, años venideros, comprueben que hemos sido responsables y capaces de transmitir nuestras tradiciones. Por eso me preocupa que los más jóvenes se desliguen de esta historia, que la desconozcan. Que vean esta jornada como un día de fiesta en el que van al "Puri" con no sé cuántas cajas de sidra. Me gustaría que no sintieran los actos del Campo como algo distante, desfasado o aburrido; un encuentro de puretas en el que nada pintan. Me inquieta que puedan percibir la sociedad y cofradía como un lugar anacrónico en el que huele a naftalina y no como un lugar vivo y con obligado futuro. Los jóvenes ovetenses de hoy son los llamados, lógicamente, a continuar con estas tradiciones y difícilmente lo harán si no conocen su por qué y no lo sienten como algo propio. ¿Cómo se hace? Buena pregunta.
De momento vaya por delante mi felicitación a la Balesquida por haber sido capaces, un año más, de continuar con esta fiesta secular para orgullo y satisfacción de todos los ovetenses.
Y que sea por muchos más.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2015/05/27/tradicion-balesquida/1763367.html
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