Grafitis en la historia
Los secretos de los escritos en la fachada de San Isidoro
06.05.2015
Carlos Fernández Llaneza
Basta poco para encender la mecha de la curiosidad. Apenas una sutil sugerencia, un inocente comentario. Hablando con un querido amigo afloró en la conversación, no recuerdo muy bien por qué, el nombre de José Dorado, ¿les dice algo? ¿no? La próxima vez que pasen por delante de San Isidoro fíjense en una de las pintadas que resucitaron de la historia tras la limpieza de su fachada en 2008. Y claro, mordí el anzuelo. Y heme aquí indagando e intentando que ese nombre que quedó sepultado con el polvo de los siglos en unas piedras de la fachada de la que fue iglesia de San Matías, cobre de nuevo vida en el siglo XXI y, salvo error u omisión, conozcamos algo más de quién fue.
José Dorado y González de Villanueva. Médico nacido en Oviedo el 31 de octubre de 1686. Hijo de Francisco Dorado y Gil de Ramales y de Águeda González de Villanueva. Cursó sus primeros estudios en Oviedo en la Universidad de Letras y Artes graduándose en 1705 de Bachiller Artista, accediendo posteriormente a la Universidad de Valladolid donde estudió Medicina y Cirugía. Un año después ingresó en el ejército de Felipe V, en Jadraque, y tras curarse de una herida recibida en la cabeza, reanudó sus estudios en el mismo centro universitario graduándose de Bachiller en Medicina el 26 de abril de 1708. Examinado en 1710 por el tribunal de Protomedicato en Madrid, es aprobado para ejercer en todos los reinos españoles. Cuatro años más tarde es nombrado médico titular de Villaviciosa, pasando en 1715 a serlo, hasta su muerte, de Oviedo. Designado sucesor de su padre en el puesto que éste había ejercido en el cabildo catedralicio, al mes de ocuparlo renunció a él por considerarlo incompatible con el que desempeñaba con anterioridad. Su muerte acaeció el 3 de diciembre de 1735, siendo enterrado en la iglesia de San Francisco, en la sepultura que estaba delante del altar de San Pedro Regalado.
Además de los cargos ya citados, ocupó los de regidor perpetuo y juez por el Estado Noble de Oviedo, alcalde por el mismo Estado de Las Regueras y de Oviedo y catedrático de la Universidad ovetense, donde se doctoró. Se casó en dos ocasiones, la primera en 1707 con Antonia de Riaño y Solís, y la segunda, diez años después, con Manuela Teresa de Requejo y Tineo. Uno de sus hijos fue Juan Manuel Dorado y Riaño, autor de la obra Manifiesto Precautorio médico en defensa de la Medicina y médicos, con el que apoyó la polémica sostenida por su padre con Feijoo.
Hasta aquí sus datos biográficos. Sacian en parte la curiosidad pero no del todo. Queda una pregunta básica: ¿quién llevó su nombre al paredón? Mi querido amigo, culpable de inocularme la curiosidad sobre Dorado, buen conocedor de la historia local y de muchas tradiciones, me cuenta que era común, cuando alguien lograba un doctorado, grabar su Víctor acompañado del nombre del nuevo doctor en lugar elegido por él mismo; el Dr. Dorado habría elegido, por tanto, la fachada de la iglesia de los Jesuitas, que dicho sea de paso, mal sitio no era.
Parece que también hubo, con el correr de los años, ovetenses que tuvieron interés en que su nombre quedara oculto para la posteridad; quizá alguno de los que tras pasar por las manos del insigne doctor, dejaron de ver claras muchas cosas, y no por que les asaltara duda alguna, sino porque, aunque la ciudad daría en el futuro buenos oftalmólogos, éste no debía serlo tanto. O por el hecho de que sus relaciones con Feijoo no eran muy amistosas; o, quizá, porque era hombre de lengua afilada contra los que podían rivalizar contra él... vaya usted a saber; quedar, hace mucho que no queda nadie para contarlo. Al menos, la próxima vez que pase por San Isidoro ya no tendré que preguntarme: y ese Dorado, ¿quién será...?
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2015/05/06/grafitis-historia/1752181.html
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