Pena, frustración, ¿esperanza?
La gran deuda de la ciudad con el monte Naranco
20.05.2015
Carlos Fernández Llaneza
Que cada uno atesora sus propias querencias es cosa sabida. Certezas, compromisos, ilusiones, creencias inamovibles... Algunas corren el riesgo de tornarse en obsesión. Tengo para mí varias. El Naranco, por ejemplo, es una de ellas. Estoy convencido de su potencial, de su papel histórico y medioambiental en Oviedo. Creo firmemente que la ciudad está en deuda con él y, junto con otros, intento aportar un grano de arena en la tarea de darlo a conocer desde la certeza de que lo que no se conoce no se valora y, por tanto, no se quiere ni se pelea por ello. En esta campaña electoral que ya languidece se ha hablado de él. Y en la anterior. Y en la otra. Pero no se ha hecho nada. El Ayuntamiento lleva más de dos décadas dando la espalda a nuestro monte totémico. La administración autonómica abordó en su día un plan ambicioso pero que se quedó en nada, sentencia judicial mediante, lo que no obsta para que pudiera hacer más. Confío en que las nuevas administraciones que asuman la responsabilidad de regir la ciudad y gobernar Asturias encuentren hueco en sus prioridades y vean la necesidad de mirar al Naranco.
Quizá sea un poco reiterativo con nuestra querida cuesta pero, entiéndanme, necesito compartir con alguien este grito de impotencia y frustración. Soy consciente de que vivimos tiempos complicados, lo sé perfectamente, pero no es una gran inversión lo que precisa este espacio tan esencialmente ovetense. Es una cuestión de voluntad política por un lado y de ver, colectivamente, la necesidad de reivindicar este espacio. La indiferencia de los ovetenses es el caldo de cultivo idóneo para la inacción política. Eso lo sabemos todos. Y así nos va.
¿Y por qué vuelvo de nuevo hoy con esto? Les cuento. Revolvía en la hemeroteca de LA NUEVA ESPAÑA buscando una noticia -tarea apasionante, por cierto, en la que se te va el tiempo sin darte cuenta- cuando me encontré con un titular del 7 de agosto de 1974 que rezaba: "El Naranco sigue esperando su hora". Y en la noticia el redactor contaba: "El Naranco no acaba de encontrar su camino ni su hora: pasa el tiempo y continúan repitiéndose las mismas palabras con la esperanza de que alguna, algún día, encuentre su destino y su eco. Mientras tanto el deterioro del monte no cesa. (...) El Naranco constituye una oportunidad inmejorable y desaprovecharla es un suicidio que pagaremos todos de forma irreversible. (...) No se trata de invocar un enorme presupuesto y grandes instalaciones. Lo que el Naranco necesita -y lo contrario sería un abuso- es un simple tratamiento a base de plantar árboles. (...) El problema, pues, es de voluntad. Y de que se alcance el necesario entendimiento entre los organismos con competencia y responsabilidad comunes en el Naranco". ¡40 años! ¡Y podría haberse publicado ayer! Si no fuera expresión malsonante e impropia del que suscribe exclamaría: ¡hay que joderse! ¿Entienden ahora el título de estas líneas? ¿Es o no es motivo de pena, de rabia y de frustración constatar que, cuatro décadas después, no hemos sido capaces de hacer lo que fuera necesario para cambiar ese horizonte esencial de Oviedo? ¡¿Qué hacemos?! Cuando encontré ese viejo titular de LA NUEVA ESPAÑA sentí pena, sí. Y frustración al ver que, aun cuarentón, está tan vigente. Sólo me queda compartir esta rabia con ustedes y creer que la esperanza que comparte título, también es posible. Estamos a tiempo.
Que, ¡ojalá! así sea. Seguiremos peleando.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2015/05/20/pena-frustracion-esperanza/1759691.html
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