Tinta llena de rabia y dolor
Una reacción ante un incomprensible suceso
05.11.2014
Carlos Fernández Llaneza
Hay veces que las noticias saltan del papel y mudan en sonora bofetada. Hiriente. Triste. Arrojan una realidad doliente e incomprensible. Dura. Realidad con la que se estrellaron los operarios del Adif el pasado lunes cuando encontraron el cadáver de un niño de dos años al lado de las vías, cerca del apeadero de La Argañosa. Abandonado. Tirado como un objeto inservible. Como se tira un despojo. Me quedo mirando al teclado y, confieso, no sé qué escribir. ¿Qué decir ante esta infamia? Me invade la pena y la rabia no se queda atrás. Quiero compartir esa exasperación a ver si así es menos. ¡¿Por qué?! ¿Quién es capaz de algo semejante? Mientras intento dar forma a estas líneas, desconozco más detalles de la noticia, pero sean los que fueren, no puedo entender qué lleva a un ser humano a obrar de semejante modo. Una vida rematada en una cuneta. Congelada para siempre. Una vida que apenas estaba asomándose a su propio futuro. Ya no tendrá ninguna oportunidad. No le dejarán ser, sentir, crecer, aprender, sufrir, jugar, reír... ¡vivir!
Su futuro acabó en una miserable maleta metido allí por manos oscuras y frías que no saben lo que es la humanidad. Cuesta entenderlo...
Thomas Hobbes, filósofo del siglo XVIII, consideraba que una de las características fundamentales de la esencia humana es su egoísmo y, por tanto, el hombre acabaría siendo su propio verdugo. Por eso popularizó la frase de Plauto: "El hombre es un lobo para el hombre". Hechos como este, parecen querer darle la razón. La codicia se ha subido a todos los tronos. El dinero sigue siendo el poderoso caballero que pregonara Quevedo en la pícara España del XVII; bien lo sabemos en la España del XXI... ¿Es ese nuestro futuro? Yo, al menos, creo que no. Hay que seguir apostando y trabajando, cada día con más convencimiento, con más fuerza, por construir una sociedad más justa. A luchar por un mundo, sencillamente, mejor. No hay otra. El hombre es capaz de las mayores vilezas, sí, y, a la vez, de crear lo más maravilloso. Cara y cruz de una misma moneda. Así somos. Contradictorios.
Que la justicia trabaje y castigue al canalla que robó la vida a ese pequeño. Y que la sociedad no sea nunca capaz de acostumbrarse a pasar una página así en el periódico, sin dejar una lágrima de pena e incomprensión ante esos renglones impresos con tinta tan llena de tanta rabia y tanto dolor.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2014/11/05/tinta-llena-rabia-dolor/1666699.html
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