¡Es la educación, estúpido!
La crisis de modales en la sociedad actual
Carlos Fernández Llaneza 09.03.2020
Usualmente suele ser una noticia, un hecho, o un recuerdo concreto el que ejerce como chispa para dar pie a estas miradas semanales a la historia o al acontecer cotidiano ovetense. Esta vez han sido cuatro. Una: la intervención policial -a juicio de algunos, desmesurada- para desalojar un botellón en la plaza del Sol el pasado fin de semana. Aun siendo consciente de lo complejo que es el fenómeno del consumo ilícito de bebidas en la calle, tal vez el énfasis habría que ponerlo más en la prevención que en intervenciones a la fuerza que poco solucionan. Lo cierto es que el paisaje de desechos al amanecer era como para llorar; eso sí, no olvidemos que los jóvenes, a fin de cuentas, son reflejo de su propia sociedad. Tampoco podemos soslayar a los vecinos. Su derecho al descanso es inequívoco. Y hay que garantizar que no sufran molestias ni perjuicios innecesarios.
Dos: la misma noche, algunos desalmados no tuvieron mejor ocurrencia que dedicarse a pintar a la pobre Mafalda. Hechos lamentables que se califican por sí mismos. ¿Qué tiene en su cabeza quien no le resulta vergonzoso pintar una figura como esta o una pared cualquiera de la ciudad? Nunca lo entenderé.
Tres: suelo caminar casi a diario por el Naranco. Es ya un hábito; casi un vicio. En ocasiones subo por la carretera que va de Fitoria a Toleo de Arriba; pues bien, desde hace un tiempo, algún impresentable considera que mejor que ir al punto limpio más cercano es más adecuado tirar escombros y restos de obra en un magnífico bosque que todo lo soporta en silencio. El mismo bosque en el que hace pocos días tuve la fortuna de ver a una pareja de corzos corretear en un juego sin fin. Y ahora ya hay colchones, electrodomésticos? en fin, un hecho tan guarro como incívico y un dolor para los ojos.
Cuatro: es bastante común oír últimamente en los plenos municipales cómo nuestros representantes se cruzan gruesos calificativos. En enero, un asistente al Pleno pidió la palabra y exigió: "Únanse todos por un Oviedo mejor". Sentido común en esencia. La discrepancia política es tan normal como legítima. También un punto de vehemencia en defensa de los planteamientos políticos es necesaria pero, a mi juicio, hay barreras que no se deben cruzar. No es ejemplarizante que quienes representan a los ciudadanos acaban entre insultos e interrupciones como si el salón de plenos fuera el plató de un programa de cutre telerrealidad; ya se sabe, vale más un ejemplo que mil palabras. Por tanto, el resumen es claro: educación. Cuanta más educación, menos coacción será necesaria: "Abrid escuelas y se cerrarán cárceles", en palabras de Concepción Arenal.
Por tanto, y parafraseando de nuevo a James Carville, asesor de Bill Clinton en la campaña electoral de 1992, diría: ¡Es la educación, estúpido!
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