lunes, 2 de marzo de 2020

COMERCIO DE PROXIMIDAD

El Otero

Comercio de proximidad

Carlos Fernández Llaneza 02.03.2020 


Se habla con frecuencia del comercio de proximidad. Hace referencia a los establecimientos más cercanos, tiendas de barrio en contraste con los supermercados y grandes centros comerciales. Hubo un tiempo en el que esto parecería una perogrullada; todo el comercio era de proximidad. En el Vallobín de mi niñez, en un radio de 300 metros de mi casa, teníamos las tiendas de ultramarinos de Ovidio, Ángel y Miro. Además de pescadería, panadería, carnicería, estanco, ferretería, peluquería, zapatería, carbonería, mercería, droguería, confitería y, eso sí, un montón de bares. Ninguno de esos establecimientos sobrevive. La evolución del comercio los engulló. Pero como la aldea gala de Asterix que resiste al invasor, sí hay comercios en Oviedo que han perdurado y han sido capaces de ir adaptándose a los tiempos. Tal es el caso de una pequeña tienda de ultramarinos sita en el número 31 de la calle Mon: la tienda de Fina. Josefina Clemente García, una joven de 91 años que ya forma parte de la historia del comercio de la ciudad y que sigue, sin la más mínima intención de jubilarse, día tras día, en su establecimiento. Fue su abuelo, Sabiniano Clemente Alonso, procedente del pueblo leonés de San Millán de los Caballeros, el que inició el negocio en noviembre de 1904 al alquilar un bajo y una buhardilla en la calle Mon por 1,50 y 0,50 pesetas diarias, respectivamente. Con el apoyo y la confianza de personas como Horacio Llorente, Sixto Cerrra, Eufrasio Osoro o la familia Orejas, el negocio echó a andar. Fina llegó a la ciudad a los 14 años. Acarreando piñas y arena fue conociendo todos los entresijos de la tienda. Y así, con jornadas diarias de diez horas de trabajo y sin saber qué son las vacaciones, fue pasando una vida dedicada al trabajo y consiguiendo que sus clientes formaran parte de su familia. Muchos de los usuarios actuales son descendientes de aquellos primeros compradores. Dedicación y entrega que le valió el reconocimiento y homenaje de sus vecinos, como sucedió, acertadamente, en febrero de 2017 por parte de la Asociación vecinal Oviedo Redondo. Su trabajo también fue recompensado con la Medalla al Mérito en el Trabajo en junio de 2010. Un reconocimiento a su trayectoria y a su mantenimiento en activo a pesar de su edad. 
Hoy, Fina sigue cada día con su inseparable bata de rayas y sus zapatillas, aunque con algo de ayuda, haciendo los pedidos, marcando los precios, echando las cuentas en un papel que luego contrasta en la máquina, pero fiándose más de las echadas a lápiz. 
Basta compartir un rato de conversación con Fina para ser consciente de que estás ante una persona especial, generosa (imposible marchar sin ser obsequiado con unas bolsas de pastas de las Carmelitas de Fitoria), que transmite optimismo y alegría. Honrada, "nunca cogí nada que no fuera de mi trabajo". Agradecida y esforzada. Fina supo mantener la tienda a pesar de las dificultades, que no fueron menores, y lo hace con ese sentimiento de gratitud y homenaje a su abuelo Sabiniano. 
Esperemos que, si Fina así lo quiere, y querrá pues como ella repite "no quisiera ver la tienda cerrada", siga muchos años saludando a sus fieles parroquianos e, incluso, a los turistas que casi a diario se asoman, curiosos, a su tienda. Ejerciendo el auténtico comercio de proximidad. Su máxima es sencilla: "Querer a la gente y que la gente te quiera". Dije sencilla aunque, tal vez no sea tan simple. Quizá sentirse querida unánimemente sea una suerte reservada a algunos privilegiados como Fina. 
Y por muchos años.
Foto adjunta: Óleo del pintor Toño Velasco basado en una fotografía de Rute Golán.
https://www.lne.es/noticias-suscriptor/suscriptor/oviedo-opinion/2020/03/02/comercio-proximidad/2606371.html

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