Pozos de nieve naranquinos
Una aproximación a estas estructuras bastante desconocidas
Carlos Llaneza 29.10.2018
Hablábamos hace unos días de la calle Los Pozos; pues bien, una seguidora de estas líneas me sugería una nueva hipótesis para el topónimo ovetense: que fuera allí dónde se vendía la nieve procedente de los pozos del Naranco. Nunca había oído esa posibilidad pero me da pie para traer a esta ventana esas singulares construcciones, bastante desconocidas a pesar de ser, junto con algunos restos de los del Aramo, prácticamente los únicos que se conservan en Asturias; así pues, dirijamos hoy de nuevo nuestra mirada al Naranco.
Se conservan dos pares de pozos: los primeros, de más fácil acceso, se encuentran cercanos a la que fue la aldea de El Pevidal, abandonada en torno a 1955. Los otros, distantes como medio kilómetro, están al pie del pico de La Vara. Todos se localizan en la ladera norte, más fría y sombría. Los pozos están a una distancia de unos dos metros uno del otro. En el caso de El Pevidal, el pozo más ancho tiene un diámetro de unos 6 metros. Su profundidad actual es de unos 4,5 metros a los que habría que sumar el espacio ocupado por los sedimentos del fondo. Las paredes son de mampostería. En la parte alta, por los bordes, aún se ven restos de lo que fue un muro de piedra de poca altura que evitaría que el sol diera en la nieve. Estaban techados: un mismo tejado de teja curva a dos aguas y apoyado en seis postes.
La actividad de los neveros artificiales es conocida desde tiempos de los romanos si bien su gran desarrollo tuvo lugar entre los siglos XVI y XIX y han sido utilizados hasta la aparición, a inicios del siglo XX, de las fábricas de hielo y más tarde los frigoríficos domésticos. Hasta ese momento la conservación de alimentos se realizaba gracias a la salmuera, los adobos, las conservas o el aprovechamiento de la nieve. El hielo también era utilizado con fines terapéuticos -cosa que ya se hacía desde la antigüedad clásica- para rebajar la temperatura en los procesos febriles, detener hemorragias o como anti-inflamatorio. También era distribuido, preferentemente de noche, a cafés y tiendas de la ciudad para la elaboración de helados y sorbetes.
Dado el interés comercial que tenía, era frecuente leer anuncios en la prensa local ofertando el producto; por ejemplo, el 16 de marzo de 1887 El Carbayón acogía el siguiente anuncio:"Nieve Natural. D. Ramón Aller y Rivero. Naranco (Pevidal). El antiguo proveedor de este artículo, anuncia al público que se encuentran sus propios pozos de Naranco surtidos en grande escala, y además dispone como arrendatario de los cinco grandes de la parroquia de Bermiego, de Quirós, Puerto grande, para atender con mayor esmero a sus consumidores, sin ninguna alteración de precios, tanto los unos como los otros. Advierte pues, que de la de Naranco, a las tres horas de pedido en la casa de su depósito, D. Francisco Barco, calle de Jesús, Oviedo, se dará cumplimiento a domicilio. Lo que anuncia para que llegue a conocimiento de los consumidores de dicho artículo, no solo de Gijón y Avilés, si no de todos los puntos de la provincia".
No es fácil poner una fecha exacta al principio del fin de los pozos de nieve. A finales del siglo XIX, se empezó a construir en Colloto la fábrica de cerveza "El Águila Negra", donde tenían maquinaria para fabricar hielo en abundancia que se comercializaba en la ciudad. El cese de la actividad en los pozos de la nieve del Naranco no fue algo brusco; más bien gradual. Ocasionalmente volvieron a utilizarse en fecha posterior a 1900. En la década de 1940 consta que se sacó nieve de los pozos, se transportó por las galerías de las minas de hierro, entrando por El Pevidal y saliendo por Entrerregueros, cargándose en la estación de Oviedo. Muy probablemente éste fuera el último de los pedidos.
En otras regiones y ciudades españolas los pozos de la nieve están catalogados y protegidos y son un claro elemento de atracción turística.
Por tanto, y dado que son casi los únicos que se conservan en Asturias y de los más próximos a una ciudad en todo el país, sería deseable una restauración que resalte su importancia y su indudable valor histórico, cultural y etnográfico.
Y que todos podamos disfrutar de esta magnífica herencia que no hemos sabido preservar como, sin duda, merece.
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