Un nuevo espacio para el archivo municipal
La necesidad de buscar una nueva sede para todos los documentos históricos de la ciudad
Carlos Llaneza 01.10.2018
Anda el Ayuntamiento ovetense ocupado en la búsqueda de nuevos espacios para centralizar distintas dependencias municipales. Y hay dos edificios en liza: la antigua sede de la Caja de Ahorros de Asturias y del Monte de Piedad y la que fue sede de Banesto. El primero, sito en la plaza de Alfonso II el Casto, data de 1929 y es obra del arquitecto Enrique Rodríguez Bustelo. El segundo, de 1912, con proyecto del gran arquitecto Julio Galán Carvajal, fue promovido por la Sociedad Mercantil Ovetense. Abaratar costes y ofrecer una mejor atención al ciudadano, así como la proximidad al consistorio de ambos, son los argumentos que se esgrimen en favor de la adquisición. Nada que objetar. Es sensato. Algunos, hace ya unos años, hablamos del edificio donde se ubicaba la consejería de cultura en la Plaza del Sol para este fin. Obviamente, la propuesta no fructificó. Según informaba LA NUEVA ESPAÑA, dos centenares de trabajadores municipales se encuentran en la actualidad exiliados por distintas oficinas alejadas del edificio consistorial. La concejala de IU, Cristina Pontón, cree necesario, asimismo,"cubrir una necesidad histórica que tiene Oviedo, como es el contar con una sala de exposiciones permanente abierta todo el año". Plausible y oportuno.
Bien, pues ya puestos, me permito sumar un nuevo punto al debate sobre la necesidad de nuevos espacios: el archivo municipal. El magnífico archivo municipal me permitiría añadir. Memoria viva de la ciudad. Lleva años en precariedad de espacio y de recursos humanos. En sus anaqueles late toda nuestra historia. Todo lo que, como ciudad, somos y hemos sido se encuentra entre sus paredes. Pero lleva tiempo rompiendo por sus costuras sin que nadie lo remedie. En Oviedo hemos tenido la fortuna de contar con magníficas figuras al frente: Ciriaco Miguel Vigil, a quien debemos la Colección Histórica del Ayuntamiento de Oviedo, de 1889. Y Palmira Villa González-Río, conocida como Palmita, quien tras obtener por oposición su plaza, llegó al archivo el 20 de mayo de 1938. El panorama que se encontró no podía ser más desolador: un archivo con pergaminos, salvados de la Guerra al ser llevados a Luarca en un arcón, y un montón de cajas de cartón repletas de documentos húmedos y totalmente desorganizados repartidos entre el palacio del Marqués de San Feliz y otros lugares de la ciudad. Según oí contar en alguna ocasión a la actual archivera, Ana Herrero, ante esa situación, Palmita más de una vez se sentó y lloró desconsolada. Pero no se rindió. Y con un esfuerzo ímprobo, catalogó los miles de documentos que surgían de cientos de cajas de zapatos y que acabaron recogidas en el Catálogo Inventario del Archivo de la Ciudad de Oviedo. Permaneció en su puesto hasta el 14 de enero de 1983. Y si el pasado fue brillante, no lo es menos el presente. Ya cité a Ana Herrero Montero, archivera desde 1983. Todos los que visitamos el archivo con cierta frecuencia no podemos tener más que palabras de gratitud y reconocimiento hacia ella.
No es fácil la tarea de archivero. Su trabajo suele pasar desapercibido. Dedicación continua y rigurosa pero discreta. Pero sin él la ciudad perdería sus raíces.
Por tanto, al pensar en nuevas instalaciones municipales, no deberíamos olvidar el archivo municipal de Oviedo. No es poco espacio el que necesita. Pero lo necesita. Sin él, nuestra historia común, emulando las palabras del replicante de Blade Runner, "se perdería en el tiempo igual que las lágrimas en la lluvia".
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