lunes, 30 de octubre de 2017

SHAMBHALA

Shambhala

El ejemplo del biciclown Álvaro Neil y el momento de abrir la puerta a los sueños de toda una vida

30.10.2017 

Leí hace unos días: "Los tibetanos creen en un reino sagrado, Shambhala, oculto en algún rincón remoto del Himalaya. En este lugar paradisíaco impera la belleza y la bondad, porque sus pobladores han alcanzado la iluminación trascendiendo el sufrimiento. Muchos consideran que aún es posible llegar a Shambhala, pero el camino es largo y está lleno de peligros. Quien tiene la suerte de llegar a sus puertas -a menudo fruto del azar- debe aprovechar la oportunidad de penetrar en el reino. Si no lo hace y lo posterga para más adelante, tal vez nunca más vuelva a encontrarlo. Las puertas de Shambhala se abren una vez en la vida, y el que no las atraviesa queda fuera para siempre." 
Supongo que la moraleja que nos brinda esta leyenda es fácil: la vida no espera. Si ansiamos algo de verdad, habrá que pelear por ello. No dejemos que nuestra vida pase sin pena ni gloria. En una espera perpetua a que suceda no sé qué para hacer no sé cuánto. Tal vez, aunque cueste, en algún momento hay que dar un punto de osadía a nuestros días para evitar que sean presa del tedio y de la rutina. Para no lamentar ocasiones perdidas. En algún momento de nuestra vida nos vamos a encontrar con el dilema de "ahora o nunca". De ver la puerta de Shambhala abierta. Nuestra será la opción de atravesarla o no. Aunque nos equivoquemos. 
Hace unos días LA NUEVA ESPAÑA nos informaba que el "Biciclown", el ovetense Álvaro Neil, cerraba su vuelta al mundo y se espera su llegada a Oviedo el 19 de noviembre. Partió de la plaza de la Catedral el 19 de noviembre de 2004, ¡13 años! En sus piernas lleva 203.000 kilómetros recorridos a través de 115 países. 
Imagino a Álvaro cuando comenzó a soñar con echarse al mundo con su bicicleta a repartir sonrisas. Rompiendo con la comodidad de una vida planificada y resuelta. Dispuesto a exponerse a unos caminos llenos de incertidumbres, imprevistos, peligros ni siquiera imaginables y, también, sorpresas. Ese momento en el que dice: "sí, lo haré". Álvaro Neil descubrió un día, como él dice, que el cementerio está lleno de soñadores y no deseaba acompañarles; decidió vivir a la velocidad de las mariposas. 
Es probable que todos nos hayamos visto en alguna ocasión ante esa puerta. Quizá la hayamos traspasado o, tal vez, no. Segundos de determinación o parálisis decisivos. Hallarnos ante el dilema de arrepentirnos por decidir algo, aunque erremos, o de quedar rumiando desasosiegos vanos por lo que pudo ser y no fue. 
Y las disyuntivas no tienen por qué ser del orden de recorrer el mundo a lomos de una simple bicicleta. Tal vez nuestra particular odisea sea mucho más corta; aunque no por ello, menos intensa. Responder a una vocación que arde en nuestro corazón. Un proyecto para el que nunca hay tiempo. O, simplemente, vivir como verdaderamente deseo y no como efectivamente vivo...
Si hacemos caso a Álvaro compartiremos su idea: "los sueños no admiten espera. Cuando nos damos cuenta la vida se va y no te espera. Nadie nos garantiza que mañana estaremos vivos. Los sueños no admiten tal vez. Los sueños te cambian la vida. Te la vuelven patas arriba". Álvaro, con su decisión, "se convirtió en lo que envidiaba". 
Nuestros sueños nos aguardan. Abramos sin miedo la puerta hacia nuestro Shanbhala. 
Esté donde esté.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2017/10/30/shambhala/2185419.html

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