El pico El Paisano
Ante la peripecia histórica de los monumentos en la cumbre del Naranco
Carlos Llaneza 15.05.2017
Arriba, el monumento a los Grupos Regulares; sobre estas líneas, inauguración del Sagrado Corazón en el pico El Paisano.ARCHIVO
La vida es maravillosa. Y los es por muchos motivos. Entre otros, porque vivir es tener la ocasión, continuamente, de descubrir algo nuevo. Se atribuye con frecuencia a Don Juan Uría una frase del escritor mexicano Alfonso Reyes: "Nadie lo sabe todo, pero entre todos lo sabemos todo". Y así es. Abrir cada semana esta ventana me brinda también una ocasión única de aprender. Por ejemplo, desconocía, por edad, porque increíblemente nadie me lo había contado y porque no lo había leído en ningún sitio, que en el pico El Paisano, donde se encuentra el monumento al Sagrado Corazón, hubo un tiempo en el que estuvo otro a los Grupos de Regulares. Sí recordaba la media luna en el lugar que actualmente se ubica una placa en recuerdo del ciclista José Manuel Fuente "El Tarangu". Y mira que subí veces. Su altura de 637 metros lo convierte en la cota cimera del Naranco, que no del municipio de Oviedo, título que ostenta el Escobín, Picajo o Picayu con sus 714 metros.
Para los críos de Vallobín, el Naranco era una prolongación natural de todos los praos que nos rodeaban. Ascender por sus cuestas era algo común, así que, como aguerridos y valientes expedicionarios, trepábamos por sus cuestas en busca de nuevos caminos. Lógicamente, muchos de ellos conducían a su cima, donde alguna vez que otra nos dedicábamos a recoger los casquillos que quedaban en el campo de tiro después de que los soldados del Regimiento del Milán concluyeran sus prácticas. Su venta en una chatarrería de la Argañosa nos proporcionaba unas pesetas que eran convenientemente invertidas en el estanco de Ángel en chucherías, cómics o banzones. Otra cosa que me llamaba poderosamente la atención del pico El Paisano eran las piezas de la escultura que estaban desparramadas por el suelo. Un trozo de un pie por aquí, uno de una mano por allá? En su proximidad hay una trinchera que cuenta una historia amarga que, muchos años después, descubrí.
Lo mismo que todo el porqué de aquella especie de teselas de piedra que aguardaban, pacientes, la mano del menesteroso orfebre que las ensamblara; historia que el tiempo también me reveló. ¿Les interesa?
Situémonos en los años cuarenta. Es Obispo de Oviedo Benjamín de Arriba y Castro. En una celebración en la plaza de la catedral pone de manifiesto la ausencia en Asturias de un monumento similar al del Cerro de los Ángeles en Madrid o de otras ciudades del mundo para la devoción al amor divino de Jesucristo como, por ejemplo, el Cristo Redentor de Río de Janeiro que había sido inaugurado en 1931. Fue el jesuita padre Vega y la ovetense Ramonita Beltrán quienes dieron los primeros pasos creando una comisión para llevar a cabo el proyecto. Ante la ausencia de fondos, el padre Vilariño, lanza una colecta popular con la que consigue más de la mitad de los diecisiete millones de pesetas necesarios para construir la escultura. El proyecto continúa y así, el 21 de junio de 1963, se coloca la primera piedra. Se trata de una roca extraída de Covadonga bajo la cual se depositó tierra bendecida de todos los concejos de Asturias. El monumento fue diseñado por García Lomas y realizado por el escultor asturiano Gerardo Zaragoza. Para el montaje de la obra se contó con el escultor ovetense José Antonio Nava Iglesias. Inicialmente estaba rematado por una gran Cruz de la Victoria, obra del escultor ovetense Rafael Rodríguez Urrusti. Tras sufrir las consecuencias de un fuerte vendaval, fue colocada en su emplazamiento actual en el frontal del pedestal.
La obra se demoró durante dieciocho años y, finalmente, fue inaugurada por el entonces arzobispo de Oviedo, Gabino Díaz Merchán, el 5 de julio de 1981.
Trozos de recuerdos vinculados a ese escenario natural, familiar y cercano que, a nada que le demos la mínima oportunidad, nos habla de historias atrayentes y fascinantes.
Para los críos de Vallobín, el Naranco era una prolongación natural de todos los praos que nos rodeaban. Ascender por sus cuestas era algo común, así que, como aguerridos y valientes expedicionarios, trepábamos por sus cuestas en busca de nuevos caminos. Lógicamente, muchos de ellos conducían a su cima, donde alguna vez que otra nos dedicábamos a recoger los casquillos que quedaban en el campo de tiro después de que los soldados del Regimiento del Milán concluyeran sus prácticas. Su venta en una chatarrería de la Argañosa nos proporcionaba unas pesetas que eran convenientemente invertidas en el estanco de Ángel en chucherías, cómics o banzones. Otra cosa que me llamaba poderosamente la atención del pico El Paisano eran las piezas de la escultura que estaban desparramadas por el suelo. Un trozo de un pie por aquí, uno de una mano por allá? En su proximidad hay una trinchera que cuenta una historia amarga que, muchos años después, descubrí.
Lo mismo que todo el porqué de aquella especie de teselas de piedra que aguardaban, pacientes, la mano del menesteroso orfebre que las ensamblara; historia que el tiempo también me reveló. ¿Les interesa?
Situémonos en los años cuarenta. Es Obispo de Oviedo Benjamín de Arriba y Castro. En una celebración en la plaza de la catedral pone de manifiesto la ausencia en Asturias de un monumento similar al del Cerro de los Ángeles en Madrid o de otras ciudades del mundo para la devoción al amor divino de Jesucristo como, por ejemplo, el Cristo Redentor de Río de Janeiro que había sido inaugurado en 1931. Fue el jesuita padre Vega y la ovetense Ramonita Beltrán quienes dieron los primeros pasos creando una comisión para llevar a cabo el proyecto. Ante la ausencia de fondos, el padre Vilariño, lanza una colecta popular con la que consigue más de la mitad de los diecisiete millones de pesetas necesarios para construir la escultura. El proyecto continúa y así, el 21 de junio de 1963, se coloca la primera piedra. Se trata de una roca extraída de Covadonga bajo la cual se depositó tierra bendecida de todos los concejos de Asturias. El monumento fue diseñado por García Lomas y realizado por el escultor asturiano Gerardo Zaragoza. Para el montaje de la obra se contó con el escultor ovetense José Antonio Nava Iglesias. Inicialmente estaba rematado por una gran Cruz de la Victoria, obra del escultor ovetense Rafael Rodríguez Urrusti. Tras sufrir las consecuencias de un fuerte vendaval, fue colocada en su emplazamiento actual en el frontal del pedestal.
La obra se demoró durante dieciocho años y, finalmente, fue inaugurada por el entonces arzobispo de Oviedo, Gabino Díaz Merchán, el 5 de julio de 1981.
Trozos de recuerdos vinculados a ese escenario natural, familiar y cercano que, a nada que le demos la mínima oportunidad, nos habla de historias atrayentes y fascinantes.
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