Mirando a través de la luna
Retrato de la ciudad de 1948, cuando se dio la anterior "superluna"
Carlos Fernández Llaneza 21.11.2016 | 03:45
No pude resistirme. Lo confieso. Fui uno más del tropel de ovetenses que el pasado lunes buscó la idoneidad de las alturas naranquinas para disfrutar de la tan publicitada "superluna". Ciertamente, lucía hermosa. Un poco envanecida, diría, sobre el horizonte límpido de otoño. Contemplar las luces que alfombran la ciudad desde esa atalaya privilegiada es fascinante. El añadido de la luna llena, con su sutil baño de plata sobre la oscurecida ovetense, le otorga aún mayor complacencia. ¡Cuántas historias detrás de cada uno de esos reflejos que parecen crepitar sobre tanta vida como se extiende a los pies de esta venerable Cuesta! Sí. Es agradable contemplar la ciudad. Escuchar. Sentir. Imaginar lo que fue y, tal vez, lo que podrá ser. Y en una de estas licencias de la propia fantasía imagino lo que contemplaron los ovetenses que alzaron sus miradas al cielo de la lejana noche del 26 de enero de 1948. Quizá, alguno de ellos, también buscó la complicidad de las alturas de nuestro Naranco querido para contemplar aquella precedente "superluna", aunque lo dudo; según informaba el observatorio meteorológico de Lugo de Llanera la noche fue lluviosa: 5 litros por metro cuadrado. Así que habrá que contentarse con imaginar al ovetense de 1948 mirando, con cierta empatía hacia la vida que latía a sus pies. Reflejándose en aquella ciudad mucho más pequeña. Y como si tuviera acceso a través de un imaginario agujero de gusano que me brindara la posibilidad de abrir una puerta en el espacio tiempo aparezco en aquel 26 de enero de 1948: Veo un gran alivio en la población por que por fin apareció Lucinda Álvarez, una niña que llevaba varios días desaparecida. El puerto de Pajares continuaba cerrado por la nieve. El secretario de la Sociedad Filarmónica, Tomás Buylla Villamil, convocaba junta general ordinaria. Lamentos por la victoria del Gijón frente al Oviedo por 2-1 (¡vaya por Dios!). En el Gran Cinema proyectaban "Botón de Ancla". Y, para envidia de los ganaderos locales, era noticia que una vaca británica había obtenido un récord de producción lechera con 42.000 libras de leche en 329 días. "No es una vaca cualquiera", rezaba el titular; faltó el "tolón, tolón". Viajes de ministros a Marruecos y a las posesiones de África abrían la edición de LA NUEVA ESPAÑA de entonces en la que los productos farmacéuticos copaban buena parte del espacio publicitario: "Baradol contra la sarna" (con censura sanitaria, por supuesto). O el fantástico tripartito (ese no, otro...) de Sáiz de Carlos con tres preparados: neurasténico, purgantina y reumatol. Vamos, ríase usted del bálsamo de Fierabrás... En fin, una ciudad que vivía una rutina en blanco y negro sin grandes sobresaltos. Con dolorosas heridas aún que llevaría muchos años cicatrizar. Que peleaba por dejar atrás un lacerante pasado de odio y cenizas. Que luchaba por buscar un futuro mejor.
La luna no volverá a estar tan cerca hasta el 25 de noviembre de 2034. Espero estar aquí para contarlo y, mirando hacia atrás, reflexionar sobre si llegamos a ser la ciudad que quisimos ser. ¿Seremos la ciudad que soñamos llegar a ser? Ojalá sí. Hay que empezar a tejer, entre todos, ese proyecto de futuro no vaya a ser que tengamos que lamentar, con Séneca, que "no hay viento favorable para el que no sabe donde va".
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2016/11/21/mirando-traves-luna/2016532.html
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