De calles y nombres
Sobre la aplicación de la ley de Memoria Histórica
Carlos Fernández Llaneza 14.11.2016
Las calles guardan bajo cada piedra mensajes de un pasado que aún está presente. Eso leí no hace mucho a la escritora Dolores Rico. Y estoy de acuerdo. Son, en buena medida, un compendio de la historia de cada ciudad, de cada pueblo. Testigos del devenir de los tiempos y reflejo de momentos y de épocas concretas. Al igual que Bob Dylan, flamante premio Nobel de literatura, cantaba, parafraseando al Génesis, que el hombre puso nombre a los animales, nosotros bautizamos nuestras calles, que no es plan dejarlas innominadas, y con ese apelativo les damos, en cierta forma, una identidad. Alguno de esos nombres, ya se sabe, son de quita y pon según soplen los vientos políticos. Y Oviedo, claro está, no es ajeno a nada de esto. Hace tiempo que arrecia la polémica sobre cambios en el nomenclátor local; aun en clara aplicación de la ley de Memoria Histórica, nunca llueve a gusto de todos. Sin pretensión alguna de polemizar con nadie, comparto una opinión -una más- al hilo de esta actualidad. Personalmente me agradan los nombres viejos. Esos que se fueron deshilachando por los muros de los siglos. Nombres con sabor a ciudad antigua. Nombres que nuestros antepasados juzgaron en su día, siglos ha, como idóneos para bautizar alguna de aquellas jóvenes calles ovetenses. Toponimia que el tiempo orilló en las calles -nunca mejor dicho- del olvido. Quizá ahora fuera un buen momento para rescatarlos del oscuro cajón del olvido colectivo y, como con nuevo lustre, revivir alguno de esos nombres perdidos. Una renovada oportunidad en el Oviedo del siglo XXI al que nunca soñaron con llegar a ver. ¿Quieren algún ejemplo de esos nombres que duermen el sueño de los justos? Como para muestra vale algún botón, recojamos alguno con la inestimable colaboración -imprescindible más bien- del gran José Ramón Tolivar Faes que nos legó una obra indispensable sobre el callejero local. Pues bien, vamos con algunos ejemplos: Albergueros, Belbis, Calella del Campo, Calleja del Teatro, Campo la Lana, Campo de San Sebastián, Cigüeña, Cincopiedras, Cristo Arriba hasta San Cipriano, Cuatro Cantones, Estanco viejo de Abajo o Estanco de Atrás, Figas, Fortaleza, Fuente de las Dueñas, Herrería, La Pelame, La Riba, Los Solares, La Pedrera del Mercado, Luneta, Paraxuga, Platería, Posadiella, Puerta Nueva Baja, Prado de los Herreros, Caleya del Rey, Rinconada, Rua de los Cambiadores, Rua de los Tenderos, Rua de la Tiendas, San Tirso, Signun Salutis, Calella del Socastiello, Rua de la Torre, Tahona, Traslacerca, Trasantirso, Vaynería, Viña, Zapatería. Y hay más.
Alguno de los nombres en litigio se conocían anteriormente con otra denominación; así Calvo Sotelo, 19 de julio, General Yagüe, Plaza de la Gesta, Rafael Gallego o Rodríguez Cabezas, fueron conocidas como Röel, Campo la Lana, Campo del Hospicio, Plaza del Fresno, La Rozona o Casas del Prado respectivamente. Quizá sea ésta una buena ocasión para que recobren su designación primigenia.
Deseable sería que, en el futuro, los nombres se mantuvieran resistentes a los vientos de la historia. Inmunes a veleidades de los gobernantes de turno. Que fueran, indubitablemente, consensuados. Nombres de todos y, a poder ser, para siempre. Que, no en vano, en democracia, la ciudad es de todos y, esperemos, por muchos siglos más.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2016/11/14/calles-nombres/2012916.html
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