El último pavo real
La paulatina desaparición de una especie típica del Campo San Francisco
Carlos Sául Fernández Llaneza 07.11.2016
Oviedo, asentada desde antiguo en el centro de esta verde Asturias, tiene la suerte de estar rodeada, mires para donde mires, de un paisaje cautivador y fascinante. Contemplar los campos circundantes desde las alturas naranquinas, en los polícromos atardeceres de este benévolo otoño es, sin duda, un lujo y un regalo para los sentidos. Pero también en la ciudad atesoramos nuestro Campo. Añoso corazón que late mucho más allá de nuestros propios recuerdos. "Ay, huerto de San Francisco, el de los árboles altos, donde se cumplen los gustos y al hospital van los llantos" al decir de una vieja y pícara copla. Cierto que el viejo Campo necesita cuidados. Le sobra hormigón. Le faltan árboles, vencidos por el tiempo, la enfermedad o la desidia. Hace tiempo que perdió ese espíritu de añeja fronda franciscana. Oasis primario de generaciones de ovetenses. Escenario de tesoros esenciales que son esas fotos en blanco y negro en las que posamos impacientes por comernos los barquillos y galletas que sustentamos. O con Petra, la vieja osa somedana que deambulaba de acá para allá indolente, triste diría, quién sabe si añorando a su "Perico", muerto años antes o, más aún, la libertad. Fotos que amarillean en el álbum de la memoria de cada cual. Imágenes, por ejemplo, de una Rosaleda henchida de flores. O de cisnes, palomas o pavos reales. Hoy ya no hay osos (afortunadamente). Cisnes pocos y malhumorados contra los veintinueve patos que, como intrusos, acaban de incorporar al estanque. Hubo un tiempo que también correteaban las ardillas pero ya no queda ni una. Y de los pavos reales, como el último eslabón de una cadena ancestral, sólo queda uno. Dudo que sea consciente -ni le importe- de ser el último de aquellos galliformes que, a finales de los años 50, llegaron desde la finca granadina de Ramón Alba Fernández de Cañete, que fue quien le sugirió al entonces alcalde su viaje hacia Oviedo; eso sí, en tren y en primera, que para eso son "reales". Desde entonces han estado pululando por el Campo (¿quién puede poner puertas al campo?) y alrededores. Osando, incluso, subirse, como las golondrinas de Becker, a algún balcón sus nidos a colgar; desconozco si con el ala en los cristales, jugando, llamarán. O cruzando, imprudentes, ante el tráfico "pavicida". Hoy su futuro no es multicolor, como su ostentosa cola. Es negro. Algunos se quejan de que les picotean los coches como si la pintura de éstos fuera granos de maíz, pero qué quieren que les diga; me inclino por los pavos en esta desigual batalla. Abogo por su cuidado y continuidad.
Narra Esopo en una fábula que el pavo real envidiaba la voz del ruiseñor y fue a quejarse a la diosa Juno diciendo que su voz causaba risa a todos. La diosa intentó consolarle diciendo: "Es verdad que el ruiseñor canta mejor, pero en cambio tú le aventajas en hermosura y tamaño; en tu cuello resplandecen los brillantes colores de la esmeralda, y con las matizadas plumas de tu cola formas una rueda que parece de piedras preciosa. ¿Pero de qué me sirve ser bello con una voz como la mía?", contestó el pavo. Juno le dijo: "Los Hados han repartido a cada uno distintos regalos: a ti la belleza, al águila la fuerza, al ruiseñor el canto, al gallo el señalar las horas, y tú eres el único que no está dichoso. Alégrate y no te quejes más. Uno no puede ser el primero en todo".
Quizá tenga razón la fábula pero, coincidirán conmigo que, salvo que algún oscuro contubernio o siniestra maquinación republicana emanada del poder local quiera cargarse a los reales pavos, tampoco nuestro protagonista ha de ser el último?
Bien ganada tiene este postrero pavo la oportunidad de seguir coloreando los recuerdos de los ovetenses del mañana. De continuar pavoneándose -cuándo mejor dicho- ante miles de ovetenses que los consideramos parte sustancial de nuestros propios recuerdos. Mostrando, presuntuoso, su plumaje multicolor. Adornando los recuerdos de los niños que fuimos. Que sigan señoreando ufanos en la memoria colectiva de este Oviedo que fue y ha de ser para que, de ninguna manera, sea el último pavo real.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2016/11/07/ultimo-pavo-real/2009447.html
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