lunes, 9 de mayo de 2016

MAHAMADOU Y SU TRABAJO COMO ESCLAVO

El Otero

Mahamadou y su trabajo como esclavo

Las vivencias en África del sacerdote Alejandro Rodríguez Catalina

09.05.2016 
Mahamadou y su trabajo como esclavo

De vez en cuando, desde esta ventana, dejamos que la mirada se extienda un poco más allá de nuestros límites ovetenses. No es mal ejercicio acercar otras realidades. Hoy esa mirada llega hasta la república africana de Benín. Allí encontramos un nexo con Oviedo. Y lo hallamos en Alejandro Rodríguez Catalina. Muchos parroquianos de San Pablo lo recordarán. Aunque burgalés de nacimiento, estudió y se ordenó en Oviedo. Bien conocido es también en Laviana. Ese fue su último destino antes de partir hacia Benín. 
A través de su blog bemberekebonukobu.blogspot.com.es pude descubrir una historia estremecedora. Una realidad que está bien conocer. Para ser conscientes de que la injusticia sigue ahí. Y los grandes desequilibrios entre países ricos y pobres. Una historia que enlaza con una de las mayores miserias de nuestro mundo: la esclavitud infantil. 
El pasado 16 de abril se conmemoró el Día Mundial Contra la Esclavitud Infantil. Ese día se recuerda al niño pakistaní Iqbal Masih, vendido por su padre a los 4 años lo que le llevó a pasar su infancia en semiesclavitud. Iqbal pudo escapar a los 10 años y, pese a su juventud, su voz se alzó contra la abyección de la explotación de menores hasta que, a los 14, la acallaron para siempre. Era una voz incómoda. Pues bien, Alejandro nos traslada la historia de Mahamadou. El mayor de ocho hermanos, nunca pudo ir a la escuela. Es uno de los "niños del Benín" como los conocen en la vecina Nigeria, adonde fue a los 16 años empujado por la situación de pobreza familiar y con el sueño de poder regresar un día con ¡una moto! En Nigeria malvivió cinco años. Los dos primeros como pastor de vacas. Dos años por los que recibió el equivalente a 152 euros, de los que el facilitador del viaje se quedó con 53. Dos años viviendo en los peligros del bosque, peligros no sólo por un entorno hostil, sino por los ladrones de ganado o los forestales. Perder un buey o una vaca suponía un año de trabajo extra. 
Del bosque pasó al campo. Allí encontró un trabajo; eso sí, de sol a sol. Sólo disponía de un descanso de quince minutos por la mañana y otro a las cuatro para comer. Pasta de maíz. Todos los días. En los últimos años el trabajo era de siete a siete con sólo dos días de descanso al año: la fiesta de fin del Ramadán y la fiesta del cordero. 
Tras esos agotadores cinco años, Mahamadou, consiguió su moto. Nueva, lo que se dice nueva, no era; más bien todo lo contrario. Y ya lo dice el refrán, y nunca mejor dicho: "Duran poco las alegrías en casa del pobre". Su padre se la vendió para comprar un buey. Y Mahamadou se quedó sin moto. Titubeante ante el negror de su futuro. Dubitativo entre seguir en la miseria del pueblo o sumirse, nuevamente, en la esclavitud del campo o del bosque. Y ahí está Alejandro, junto con Antonio Herrero, peleando porque la palabra futuro cobre significado y facilitando oportunidades para que esos jóvenes no retornen al infierno. 
Imposible comprimir tanto sufrimiento como el vivido por Mahamadou en estas líneas. Espero que sirvan, al menos, como revulsivo ante tanta injusticia. Y, ojalá, como germen de solidaridad con los explotados y excluidos. Con los miles de niños y jóvenes que, a lo largo del mundo, continúan despreciados y orillados. Y, por supuesto, como reconocimiento a esos dos curas asturianos que han hecho de África su casa. 
Cerremos los ojos e intentemos, aun por unos segundos, calzarnos las sandalias de Mahamadou. Tal vez así muchos de nuestros afanes cotidianos cobren una nueva perspectiva.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2016/05/09/mahamadou-trabajo-esclavo/1923865.html

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