El Otero
Quiso el azar que en esos días estuviera trabajando sobre un esbozo de artículo al que me arrojó el hecho de encontrarme, casualmente, unos datos que no por conocidos son menos dramáticos. Proceden de Naciones Unidas, a través de la FAO y son demoledores:
-870 millones de personas en el mundo no tienen suficiente para comer (la población actual de toda Europa está cercana a los 740 millones de personas; Estados Unidos, 314 millones. Repito por si acaso, ¡870 millones de personas pasan hambre!)
-El hambre mata a 2,6 millones de niños menores de 5 años.
-En Eritrea, Etiopía, Tanzania, Malawi, Mozambique, Zambia, Congo y Haití más del 35 por ciento de la población sufre desnutrición severa.
-Se necesitan en promedio tan sólo 25 centavos de dólar al día para dar de comer a un niño que padece hambre y cambiar su vida para siempre. 3.000 millones de dólares al año para dar alimento a 66 millones de niños en edad escolar (desde 2007 los gobiernos de España han dado a la banca 57.000 millones de euros).
Podría seguir con más datos. Vergonzantes datos. Y, por si eso fuera poco, pareciera que también están condenados al silencio, a la invisibilidad, al olvido. No importan. Millones de seres humanos que sólo se diferencian de nosotros por el lugar en el que nacieron. Imposible ponerse en el lugar de esas madres que miran a sus hijos con rabia y dolor porque no pueden hacer nada para evitar que las vidas de sus pequeños se les escurran entre sus brazos, inermes e impotentes, pero...
En nuestro país, en nuestra ciudad, con haber datos muy preocupantes, la situación, afortunadamente, es distinta; bien saben en la Cocina Económica, en Cáritas o en los Servicios Sociales municipales que las cosas no están siendo fáciles; pero el mapa del hambre en el mundo sonroja.
En el año 2000, 189 países miembros de las Naciones Unidas acordaron los «Objetivos del Milenio», ocho propósitos que deberían realizarse en 2015: el primero, erradicar la pobreza extrema y el hambre. 2014 llama casi a la puerta y seguimos escuchando millones de voces que claman a gritos pidiendo pan y justicia.
Citaba el padre Ángel a Luther King y su famoso discurso en Washington, del que ahora se conmemoran los cincuenta años. El reverendo King decía que, a pesar de las dificultades del momento, tenía un sueño. Un sueño de libertad, de justicia, de igualdad; un sueño que sigue vigente, vaya si sigue vigente.
El Papa Francisco lo dijo recientemente bien claro ante la FAO: «Ni promesas ilusorias ni coartadas, es urgente; se puede y debe derrotar el hambre».
No es sólo responsabilidad de los políticos, de los que el padre Ángel dijo, acertadamente, que «están para atender y servir, y si no, que se vayan». Es una responsabilidad de todos. Cada uno tendrá que encontrar su propia respuesta a qué hacer; quizá no olvidarnos de que el hambre existe y mata sea un primer paso necesario. Poner negro sobre blanco esta angustia que me roe, tal vez, también. Y a partir de ahí...
Bien lo dijo Homero: «La muerte en todas sus formas es aborrecible para el hombre, pero la peor de todas es la muerte por hambre». Así lo creo.
Porque tuve hambre y me ignorasteis
Las dramáticas cifras de la pobreza en el mundo
11.09.2013
Carlos Fernández Llaneza
Con un poco de oído que se preste, casi escuchamos los ecos de la multitud de celebraciones que en estos días se festejaron por toda nuestra patria querida, y también, cómo no, en Oviedo: Latores, Caces, Perlín, en Trubia, y el Centro Asturiano encienden la mecha del calendario festivo local. En el caso del Centro Asturiano, el arranque de sus fiestas de Covadonga no pudo ser mejor: un excelente pregón por parte del padre Ángel, que unió deleite y aldabonazo a nuestras conciencias a partes iguales. Mi enhorabuena a la directiva y a su presidente por la elección, idónea en unas fiestas que incluyen en su programa un claro simbolismo solidario.
Quiso el azar que en esos días estuviera trabajando sobre un esbozo de artículo al que me arrojó el hecho de encontrarme, casualmente, unos datos que no por conocidos son menos dramáticos. Proceden de Naciones Unidas, a través de la FAO y son demoledores:
-870 millones de personas en el mundo no tienen suficiente para comer (la población actual de toda Europa está cercana a los 740 millones de personas; Estados Unidos, 314 millones. Repito por si acaso, ¡870 millones de personas pasan hambre!)
-El hambre mata a 2,6 millones de niños menores de 5 años.
-En Eritrea, Etiopía, Tanzania, Malawi, Mozambique, Zambia, Congo y Haití más del 35 por ciento de la población sufre desnutrición severa.
-Se necesitan en promedio tan sólo 25 centavos de dólar al día para dar de comer a un niño que padece hambre y cambiar su vida para siempre. 3.000 millones de dólares al año para dar alimento a 66 millones de niños en edad escolar (desde 2007 los gobiernos de España han dado a la banca 57.000 millones de euros).
Podría seguir con más datos. Vergonzantes datos. Y, por si eso fuera poco, pareciera que también están condenados al silencio, a la invisibilidad, al olvido. No importan. Millones de seres humanos que sólo se diferencian de nosotros por el lugar en el que nacieron. Imposible ponerse en el lugar de esas madres que miran a sus hijos con rabia y dolor porque no pueden hacer nada para evitar que las vidas de sus pequeños se les escurran entre sus brazos, inermes e impotentes, pero...
En nuestro país, en nuestra ciudad, con haber datos muy preocupantes, la situación, afortunadamente, es distinta; bien saben en la Cocina Económica, en Cáritas o en los Servicios Sociales municipales que las cosas no están siendo fáciles; pero el mapa del hambre en el mundo sonroja.
En el año 2000, 189 países miembros de las Naciones Unidas acordaron los «Objetivos del Milenio», ocho propósitos que deberían realizarse en 2015: el primero, erradicar la pobreza extrema y el hambre. 2014 llama casi a la puerta y seguimos escuchando millones de voces que claman a gritos pidiendo pan y justicia.
Citaba el padre Ángel a Luther King y su famoso discurso en Washington, del que ahora se conmemoran los cincuenta años. El reverendo King decía que, a pesar de las dificultades del momento, tenía un sueño. Un sueño de libertad, de justicia, de igualdad; un sueño que sigue vigente, vaya si sigue vigente.
El Papa Francisco lo dijo recientemente bien claro ante la FAO: «Ni promesas ilusorias ni coartadas, es urgente; se puede y debe derrotar el hambre».
No es sólo responsabilidad de los políticos, de los que el padre Ángel dijo, acertadamente, que «están para atender y servir, y si no, que se vayan». Es una responsabilidad de todos. Cada uno tendrá que encontrar su propia respuesta a qué hacer; quizá no olvidarnos de que el hambre existe y mata sea un primer paso necesario. Poner negro sobre blanco esta angustia que me roe, tal vez, también. Y a partir de ahí...
Bien lo dijo Homero: «La muerte en todas sus formas es aborrecible para el hombre, pero la peor de todas es la muerte por hambre». Así lo creo.
http://www.lne.es/oviedo/2013/09/11/tuve-hambre-ignorasteis/1467286.html?fb_action_ids=492649670825781&fb_action_types=og.recommends&fb_source=aggregation&fb_aggregation_id=288381481237582
Publicado el 10 de septiembre de 2013
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