El Otero
Sabido es que el Naranco fue al menos desde el siglo XVII objeto de interés minero, como bien se detalla en el magnífico libro de Manuel Claverol y Miguel Torres «Geología de Oviedo», y, por desgracia para él, sigue siéndolo si nadie lo remedia. Para facilitar el transporte del mineral se construyó un ferrocarril desde Villapérez hasta San Pedro de los Arcos, cerca de la estación del Norte. A finales de 1878 llegó al Ayuntamiento la petición de permiso de obra del ferrocarril minero, solicitud recibida con desconfianza y preocupación; se temía que el trazado propuesto, paralelo a la traída de agua de Fitoria hacia los Pilares, visible aún hoy en la pista, pudiese dañar la conducción hídrica.
El ferrocarril minero, inaugurado el 1 de febrero de 1880, mostraba un trazado coincidente con la pista finlandesa y sobre su antigua caja paseamos hoy. Poseía una longitud de 7,5 kilómetros con una anchura de 0,6 metros. Comenzaba en la actual cantera de Orgaleyu y terminaba en un plano inclinado (128 metros de largo y 70 de desnivel) hasta el cargadero de la actual estación de Renfe, prácticamente pegado a lo que hoy son las escaleras de subida al parque de San Pedro. Los vagones eran inicialmente tirados por mulas, pero más tarde éstas fueron sustituidas por máquinas de vapor. El trenecillo fue incluso utilizado, ocasionalmente, por vecinos de la zona para sus desplazamientos.
La producción de mineral de hierro se mantuvo en las minas del Naranco hasta 1915, aunque las vías permanecieron varios años como testigos mudos de la antigua actividad minera.
Una de las anécdotas más curiosas con relación a este tren minero tiene lugar en agosto de 1902, cuando se produce la visita a Asturias del joven rey Alfonso XIII y decide visitar los monumentos, empresa nada fácil en aquellos años, dada la inexistencia de carretera. El periódico «El Carbayón» lo contaba con detalle:
«La comitiva siguió por diversas calles desde el Palacio del Conde de Toreno hasta el comienzo de la subida a San Pedro de los Arcos. Iba en primer término un carruaje con el alcalde D. José García Braga, varios particulares a los que seguían el de las reales personas, el del Sr. Gobernador y bastantes más con elementos de Palacio y otros particulares. La cuesta que da acceso a San Pedro de los Arcos la subieron todos a pie. Otro tramo del itinerario lo hizo el cortejo en un pequeño tren minero, construido años atrás por la Fábrica de Mieres, que había sido engalanado sencillamente pero con bastante gusto con telas de los colores nacionales. Para las personas reales se puso un cochecito cubierto con un ligero toldo negro; para el acompañamiento, como no había otra cosa mejor, plataformas y sencillos vagones, que, por cierto, fueron aprovechados, porque hasta en la máquina se colocaron bastantes personas. Eran las diez y media de la mañana cuando el trenecillo completó el breve recorrido desde las inmediaciones de San Pedro de los Arcos hasta el lugar denominado La Cruz, donde se hizo la parada. Para llegar a la carretera hay que atravesar unos terrenos con gran pendiente, lo que resultaba en extremo trabajoso para los expedicionarios. Su Majestad resbalaba a menudo, como las demás personas reales y el acompañamiento. Por fin se venció el mal trecho y llegóse a la carretera, que, por cierto, se encuentra en muy mal estado, para llegar pasadas las once a Santa María del Naranco». Valgan estas pinceladas de historia para sentar las bases de lo que es hoy este magnífico paseo, del que volveremos a ocuparnos para hablar de su presente.
El ayer de la pista finlandesa
Historias de uno de los paseos más bellos de la ciudad
25.09.2013
Carlos Fernández Llaneza
¿Quién no ha ido alguna vez a caminar un rato por el paseo de Valdeflora, más conocido como pista finlandesa? Su emplazamiento, en la falda del Naranco y con magníficas vistas sobre la ciudad y su entorno, lo convierten en idóneo para estirar un poco las piernas y respirar Oviedo a pleno pulmón. Alguna vez me han sugerido que traiga a esta ventana asuntos que tienen que ver con ella; vamos a ello.
Sabido es que el Naranco fue al menos desde el siglo XVII objeto de interés minero, como bien se detalla en el magnífico libro de Manuel Claverol y Miguel Torres «Geología de Oviedo», y, por desgracia para él, sigue siéndolo si nadie lo remedia. Para facilitar el transporte del mineral se construyó un ferrocarril desde Villapérez hasta San Pedro de los Arcos, cerca de la estación del Norte. A finales de 1878 llegó al Ayuntamiento la petición de permiso de obra del ferrocarril minero, solicitud recibida con desconfianza y preocupación; se temía que el trazado propuesto, paralelo a la traída de agua de Fitoria hacia los Pilares, visible aún hoy en la pista, pudiese dañar la conducción hídrica.
El ferrocarril minero, inaugurado el 1 de febrero de 1880, mostraba un trazado coincidente con la pista finlandesa y sobre su antigua caja paseamos hoy. Poseía una longitud de 7,5 kilómetros con una anchura de 0,6 metros. Comenzaba en la actual cantera de Orgaleyu y terminaba en un plano inclinado (128 metros de largo y 70 de desnivel) hasta el cargadero de la actual estación de Renfe, prácticamente pegado a lo que hoy son las escaleras de subida al parque de San Pedro. Los vagones eran inicialmente tirados por mulas, pero más tarde éstas fueron sustituidas por máquinas de vapor. El trenecillo fue incluso utilizado, ocasionalmente, por vecinos de la zona para sus desplazamientos.
La producción de mineral de hierro se mantuvo en las minas del Naranco hasta 1915, aunque las vías permanecieron varios años como testigos mudos de la antigua actividad minera.
Una de las anécdotas más curiosas con relación a este tren minero tiene lugar en agosto de 1902, cuando se produce la visita a Asturias del joven rey Alfonso XIII y decide visitar los monumentos, empresa nada fácil en aquellos años, dada la inexistencia de carretera. El periódico «El Carbayón» lo contaba con detalle:
«La comitiva siguió por diversas calles desde el Palacio del Conde de Toreno hasta el comienzo de la subida a San Pedro de los Arcos. Iba en primer término un carruaje con el alcalde D. José García Braga, varios particulares a los que seguían el de las reales personas, el del Sr. Gobernador y bastantes más con elementos de Palacio y otros particulares. La cuesta que da acceso a San Pedro de los Arcos la subieron todos a pie. Otro tramo del itinerario lo hizo el cortejo en un pequeño tren minero, construido años atrás por la Fábrica de Mieres, que había sido engalanado sencillamente pero con bastante gusto con telas de los colores nacionales. Para las personas reales se puso un cochecito cubierto con un ligero toldo negro; para el acompañamiento, como no había otra cosa mejor, plataformas y sencillos vagones, que, por cierto, fueron aprovechados, porque hasta en la máquina se colocaron bastantes personas. Eran las diez y media de la mañana cuando el trenecillo completó el breve recorrido desde las inmediaciones de San Pedro de los Arcos hasta el lugar denominado La Cruz, donde se hizo la parada. Para llegar a la carretera hay que atravesar unos terrenos con gran pendiente, lo que resultaba en extremo trabajoso para los expedicionarios. Su Majestad resbalaba a menudo, como las demás personas reales y el acompañamiento. Por fin se venció el mal trecho y llegóse a la carretera, que, por cierto, se encuentra en muy mal estado, para llegar pasadas las once a Santa María del Naranco». Valgan estas pinceladas de historia para sentar las bases de lo que es hoy este magnífico paseo, del que volveremos a ocuparnos para hablar de su presente.
Publicado el 25 de septiembre de 2013
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