El Otero
Sin embargo, algunos muerden
La aventura de dos mastines sueltos por la ciudad
17.04.2013
Carlos Fernández Llaneza
No siempre se cumple la máxima periodística de que no es noticia que un perro muerda a un hombre, y por eso, como afortunadamente lo contrario no ocurrió, LA NUEVA ESPAÑA nos informaba en días pasados que dos mastines andaban como si tal cosa sembrando el pánico por las calles de Oviedo, matando a otro perro y mordiendo a una persona, e intentándolo con otras que, afortunadamente, paraguas en ristre, repelieron el ataque. Imagino el disgusto del propietario del perro finado; otro cachorro tuvo mejor suerte y, aunque quedó maltrecho, afortunadamente sobrevive.
Cuenta la crónica que los dos mastines se acercaban con toda su cachaza, sigilosamente, por atrás, como si fueran mentes criminales planeando perfectamente su ataque. No fue broma la cosa y tuvieron en jaque durante un buen tiempo a patrullas de la Policía Local.
A veces, aunque en el ámbito urbano lo esperas menos, miro de reojo cuando me cruzo con según qué perros, que tal parece que te miraran, como tanteando a ver si notan el sutil aroma del miedo para ponerse en posición dominante y despertar en uno un buen canguelo.
La mayoría de perros son tranquilos, nobles, pacíficos, y no falta quien diga que no hay perros peligrosos sino amos imprudentes; es posible... El caso es que, por si las moscas, casi mejor no cruzarse por Oviedo con perros que vayan en pareja, sin amo que los lleve atados y bien atados y con cara de buscar camorra o de gozar de un rato de disfrute, poniendo pies en polvorosa a tranquilos paseantes, que mira que son ganas de fastidiar.
Pensaba hasta ahora que los únicos canes de afilados colmillos que nos querían echar el bocado a los ovetenses eran de otro tipo; hay por ahí uno de raza «Villa Magdalena» que de vez en cuando ruge y pone los pelos como escarpias. Otro, marca territorio meando esquinas de aparcamientos vacíos de «Cinturón Verde» por toda la ciudad y no le echa el lazo ni toda la sociedad protectora de animales. Y alguno, muy zorro, anda agazapado afilando el colmillo esperando a que la centenaria industria armamentística local pase a mejor vida para aposentar sus reales en unos terrenos que ya, ya... Son razas, abundantes y variadas, más difíciles de controlar que las numerosas poblaciones callejeras gatunas o de palomas, y no sería extraño que sustituyeran al sempiterno y malvado lobo de los cuentos infantiles previos a la era Rodríguez de la Fuente, quien nos enseñó que no es tan fiero el lobo como lo pintan.
El bueno de «Rufo», al que muchos ovetenses recordarán sesteando mansamente por las calles de Oviedo, encabezando toda manifestación que se preciara, o mendigando una caricia, mirándonos tierno y bonachón con ojos de cordero degollado, era un inocente caniche al lado de estos morlacos que de vez en cuando oyes gruñir al pasar por ciertos rincones de la ciudad o -serán imaginaciones mías- al abrir alguna mañana el periódico; pero bueno, seguro que sí, son cosas mías, y a lo mejor los únicos perros que muerden de verdad, para pena, susto y desgracia de los que les tocó la china, son los de la noticia del otro día.
Publicado en La Nueva España el 17 de abril de 2013
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