El Otero
Acostumbro a recortar noticias que me llaman la atención y tengo encima de la mesa dos que, tozudas ellas, no se quieren meter en la oscuridad de la carpeta y reclaman protagonismo; a saber: el PIB del comercio regional se contrae un 2,6%. Y otra: «Oleada de cierres en el centro», en la que se informaba que seis comercios de moda echarían en los próximos días el cierre, algunos después de décadas en la ciudad. No es, lamentablemente, noticia. No hay nada más que dar una vuelta por el centro o por los barrios para constatar la cantidad de negocios que han dicho adiós. Si a la industria no le va bien (¡Trubia adelante!), al comercio no le va mejor. La crisis está cobrándose una jugosa factura, pero Oviedo lleva viendo, impotente, cómo desde hace años, comercios emblemáticos de la ciudad, por unas u otras razones, bajan para siempre la persiana en una penosa pérdida de aliento vital.
No hay que revolver demasiado en el cajón de los recuerdos para encontrar nombres como almacenes Al Pelayo, con su popular 2x1; Botas, pionero en muchas cosas, con su novedoso «snack bar», al que iban tantas madres a dar los potitos a sus retoños; Giovi, Almacenes Generales y Guisasola; Simago, con su famosa máquina de palomitas y las primeras escaleras automáticas en Oviedo, para gozo y disfrute de los entonces guajes que descubrimos nuevo lugar de juegos... Lacazzete, un bazar en el que encontrabas de todo. Casa Viena, mueblería de calidad, con tres establecimientos en la ciudad. Y tantos y tantos comercios de todos los sectores que han ido dejando, como gotas de sangre salpicadas por una herida abierta, locales vacíos que, en algunos casos -el Rey ha muerto, ¡viva el Rey!- han ido ocupando grandes cadenas y franquicias, que consiguen que, al mirar sus carteles, alumbrando nuestras calles, nos cueste diferenciar si estamos en Oviedo, Madrid o Budapest. Las mismas marcas. Los mismos rótulos. Uniformidad. Son otros tiempos; la globalización manda.
Pero es innegable que el proceso se ha acelerado. Y la triste noticia es que el comercio ovetense está de capa caída: cierran porque no hay quién compre ni pueden financiarse. No hay quien compre porque el desempleo parece que tiene aspiraciones a convertirse en jinete del Apocalipsis. El desempleo crece porque las empresas, industrias y comercios cierran... Una odiosa espiral sin fin de la que no se sabe cómo salir.
La pregunta que se oye hoy en día es: ¿hasta cuándo?, ¿cuándo acabará esta crisis? Lejos de mí erudiciones en ciencias económicas o dotes de augur, pero sé leer. Y leo a muchos expertos economistas que defienden la tesis de que recortes, rebajas de salarios, subidas de impuestos, control estricto del gasto... no son el único camino. Que hay que tomar medidas de estímulo de la economía, que parece un cuerpo a punto de fenecer en la mesa de operaciones al que hay que inyectar adrenalina directa al corazón.
No puedo evitar hacerme la pregunta de si nuestro gobierno estará haciendo lo correcto; a la vista de los resultados, por ahora, parece que no lo suficiente.
Lo doloroso, volviendo a lo local, es ver a tantos autónomos, pequeños empresarios y comerciantes, que dedicaron toda una vida al trabajo, impotentes al constatar ahora que todo ese ingente esfuerzo es agua en un cesto de mimbre...
Pintan bastos
Una reflexión sobre la crisis que atraviesa el comercio local
03.04.2013
Carlos Llaneza
Ojalá estuviéramos hablando de una partida de tute, pero no... No me gusta ser pájaro de mal agüero y prefiero dar un barniz de optimismo a estas líneas, pero es que la realidad no nos da tregua...
Acostumbro a recortar noticias que me llaman la atención y tengo encima de la mesa dos que, tozudas ellas, no se quieren meter en la oscuridad de la carpeta y reclaman protagonismo; a saber: el PIB del comercio regional se contrae un 2,6%. Y otra: «Oleada de cierres en el centro», en la que se informaba que seis comercios de moda echarían en los próximos días el cierre, algunos después de décadas en la ciudad. No es, lamentablemente, noticia. No hay nada más que dar una vuelta por el centro o por los barrios para constatar la cantidad de negocios que han dicho adiós. Si a la industria no le va bien (¡Trubia adelante!), al comercio no le va mejor. La crisis está cobrándose una jugosa factura, pero Oviedo lleva viendo, impotente, cómo desde hace años, comercios emblemáticos de la ciudad, por unas u otras razones, bajan para siempre la persiana en una penosa pérdida de aliento vital.
No hay que revolver demasiado en el cajón de los recuerdos para encontrar nombres como almacenes Al Pelayo, con su popular 2x1; Botas, pionero en muchas cosas, con su novedoso «snack bar», al que iban tantas madres a dar los potitos a sus retoños; Giovi, Almacenes Generales y Guisasola; Simago, con su famosa máquina de palomitas y las primeras escaleras automáticas en Oviedo, para gozo y disfrute de los entonces guajes que descubrimos nuevo lugar de juegos... Lacazzete, un bazar en el que encontrabas de todo. Casa Viena, mueblería de calidad, con tres establecimientos en la ciudad. Y tantos y tantos comercios de todos los sectores que han ido dejando, como gotas de sangre salpicadas por una herida abierta, locales vacíos que, en algunos casos -el Rey ha muerto, ¡viva el Rey!- han ido ocupando grandes cadenas y franquicias, que consiguen que, al mirar sus carteles, alumbrando nuestras calles, nos cueste diferenciar si estamos en Oviedo, Madrid o Budapest. Las mismas marcas. Los mismos rótulos. Uniformidad. Son otros tiempos; la globalización manda.
Pero es innegable que el proceso se ha acelerado. Y la triste noticia es que el comercio ovetense está de capa caída: cierran porque no hay quién compre ni pueden financiarse. No hay quien compre porque el desempleo parece que tiene aspiraciones a convertirse en jinete del Apocalipsis. El desempleo crece porque las empresas, industrias y comercios cierran... Una odiosa espiral sin fin de la que no se sabe cómo salir.
La pregunta que se oye hoy en día es: ¿hasta cuándo?, ¿cuándo acabará esta crisis? Lejos de mí erudiciones en ciencias económicas o dotes de augur, pero sé leer. Y leo a muchos expertos economistas que defienden la tesis de que recortes, rebajas de salarios, subidas de impuestos, control estricto del gasto... no son el único camino. Que hay que tomar medidas de estímulo de la economía, que parece un cuerpo a punto de fenecer en la mesa de operaciones al que hay que inyectar adrenalina directa al corazón.
No puedo evitar hacerme la pregunta de si nuestro gobierno estará haciendo lo correcto; a la vista de los resultados, por ahora, parece que no lo suficiente.
Lo doloroso, volviendo a lo local, es ver a tantos autónomos, pequeños empresarios y comerciantes, que dedicaron toda una vida al trabajo, impotentes al constatar ahora que todo ese ingente esfuerzo es agua en un cesto de mimbre...
Publicado en La Nueva España el 3 de abril de 2013
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