Tiendo a imaginar que la historia de la ciudad es como un gran rompecabezas. Hay piezas grandes y pequeñas. Pero si queremos completarlo todas son imprescindibles. Pues así es la historia ovetense. Alberga grandes episodios; algunos, famosos. Que perduran por derecho propio. Otros, sin embargo, son capítulos orillados en páginas olvidadas. Sucesos anónimos. Nimios. Ignorados por la propia memoria colectiva. Pero también necesarios. Si hay suerte, como paciente testigo, perdura alguna desvaída imagen. De vez en cuando, me gusta rescatar alguno de ellos. Hoy vamos a dirigir nuestra mirada ochenta años atrás. En busca de una de esas historias mínimas con tintes de leyenda. El 3 de noviembre de 1940 se celebró en la iglesia de San Pedro una “solemne función religiosa en honor del santísimo Cristo de San Pedro de los Arcos para impetrar del Altísimo la salvación de España”. El obispo, a tal efecto, “se dignó a conceder cincuenta días de indulgencia plenaria a todos los fieles que devotamente rezaran una oración ante la imagen del Santísimo Cristo de San Pedro”. Y se preguntarán: ¿Qué imagen era esa y por qué esa devoción? Pues bien, en la iglesia parroquial de San Pedro se conservaba una imagen de un Cristo que fue destruida en los sucesos revolucionarios de octubre de 1934 que, como saben, tuvo en San Pedro un lugar de importancia capital. Pero, al intentar reconstruirla, se encontraron con que faltaba la faz o mascarilla del Cristo. Tras multitud de pesquisas se averiguó que ésta había ido a parar a Zaragoza, llevada hasta allí por una vecina que la había encontrado en un campo próximo a la iglesia y la conservaba en su casa como una valiosa reliquia. Pero a la vista de las súplicas que desde Oviedo le hacían llegar numerosos feligreses se decidió a retornarla a San Pedro; eso si, no sin antes pasarla por el manto de la Virgen del Pilar. Y, en el mes de septiembre, con gran pena, la entregó personalmente al párroco de San Pedro e, inmediatamente, se procedió a su restauración en la que se añadió el brazo derecho, la corona de espinas, un clavo de las manos y se le colocó su misma faz. Aquel 3 de noviembre fue un día de fiesta en San Pedro por la recuperación de la querida imagen. Sin embargo, pocos años después, en torno a 1945, la imagen desaparece sin que podamos saber qué ocurrió con ella, incrementando, aún más si cabe, esa especie de halo de leyenda que la acompañó en su accidentado devenir.
En fin, como decía, una curiosa historia, fruto de una época y de una España muy distante y distinta.
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