En Santa María de la Vega hay gato encerrado
Los derechos de la comunidad de San Pelayo sobre los terrenos de la fábrica de armas de la ciudad
Carlos Fernández Llaneza 11.11.2019
Se habla mucho de la Vega. O, para ser estrictos, de los solares huérfanos tras el abandono fabril de las instalaciones de la fábrica de armas. Pero hoy quiero mirar hacia sus inicios: al monasterio de Santa María de la Vega, fundado por doña Gontrodo Petri, amante de Alfonso VII y madre de doña Urraca la Asturiana. Hacia 1125 se estableció en el monasterio la Orden de Fonterrault. Una historia fecunda pareja al devenir de la ciudad. Sobre sus días finales cuenta Aurelio de Llano: "La iglesia de este convento -el cual vino a parar en fábrica de fusiles- fue derribada por mí en 1917. Era grande. Los arcos torales y bóvedas, al caer sobre el pavimento, metían un ruido semejante al trueno. ¡Qué pena al ver caer tan hermosa obra! Del lado del Evangelio, a la altura del arranque del arco triunfal, encontramos la momia de un gato que había sido emparedado vivo; se mandó al Museo de Historia Natural de la Universidad de Oviedo". Parece ser, en opinión de Llano, que en tiempos lejanos, cuando se construía un convento era costumbre emparedar un gato vivo. Afortunadamente, esas costumbres han desaparecido. Lo dejamos ahí de momento. Volvamos a la historia del monasterio: 31 de julio de 1854. Seis de la mañana. Las religiosas de La Vega abandonaban su monasterio con destino al de San Pelayo. La razón es que la Junta de Gobierno de Asturias y el Ayuntamiento las habían conminado a abandonarlo con el fin, supuestamente, de crear en sus dependencias un hospital ante la posibilidad de un brote de cólera que despertaba gran preocupación en Asturias desde el inicio de 1854.
La atemorizada comunidad de La Vega no atisba ninguna posibilidad de impedir "tan arbitraria e ilegal decisión". Esa misma noche, "la comunidad por evitar algún atropellamiento que se susurraba y lanzando gritos al cielo se resolvió a dejar su inolvidable morada". Un día después de ese injustificado traslado, la Junta Provincial de Gobierno, ya desocupado el monasterio, se pone de acuerdo con el director de la fábrica de armas "para que se haga la distribución de la parte que ocupar". Así se consumó el traslado de esta comunidad hacia el monasterio de San Pelayo. Allí estuvieron hasta que sólo quedaba con vida Manuela Mier Castañón, única heredera, por tanto, de todos los bienes de la comunidad de La Vega. Había ingresado canónicamente en San Pelayo el 24 de octubre de 1891, falleciendo el 2 de junio de 1898. Así pues, la comunidad de San Pelayo pasa a ser la beneficiaria de los bienes de la comunidad extinta. Atrás quedaban 860 años de vida conventual en la ciudad. Bien, pues ahora que se habla de las negociaciones con Defensa sobre la futura propiedad de la Vega, surgen, ante los contundentes datos de la historia, unas preguntas tan simples como pertinentes: ¿Hay algún documento que demuestre la venta, cesión o expropiación del monasterio por parte de alguna administración pública? Me temo que la respuesta es no. No lo hay. Por tanto, ¿no será la actual comunidad de San Pelayo la legítima propietaria de una buena parte de la parcela? Todo parece indicar que así es. Las monjas nunca han reclamado, como recuerda Andrés Martínez Vega -autor del libro "El Monasterio de la Vega de Oviedo" y de la publicación "El ocaso del Monasterio de la Vega de Oviedo a través de la actividad epistolar de su última abadesa"- títulos de propiedad, "sólo pretenden difundir su identidad benedictina, protestar contra el injusto trato del que fueron objeto y dejar manifiesta su clara decisión de que su patrimonio debería ponerse al servicio de toda la sociedad asturiana y ovetense en particular". Pues bien, a la vista de todo lo anterior, bien podría decirse, que en La Vega, sí hay gato encerrado.
https://www.lne.es/noticias-suscriptor/suscriptor/oviedo-opinion/2019/11/11/santa-maria-vega-hay-gato/2556413.html
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