Ocurrencias carbayonas
Sobre las ideas para la ciudad que se quedaron por el camino
Carlos Fernández Llaneza 19.11.2018
¿Recuerdan aquella hilarante propuesta de hacer una playa en el parque de invierno? Quizá haya quien piense -no me encuentro entre ellos- que a Oviedo sólo le falta para ser perfecta una playa donde solazarse en las tórridas jornadas del estío. Tal vez fuera suficiente una hermosa ribera fluvial por el centro de urbano emulando ciudades que son atravesadas por milenarios y señeros ríos, por eso de que el Nora nos cae un poco fuera de mano y que las piscinas tienen poco encanto. Pues miren ustedes por dónde, lo de los ríos ya se le ocurrió a alguien mucho antes de la genialidad del parque de invierno. Porque ya en el siglo XVIII había quien lamentaba que si no teníamos un río formal es "porque no se ha querido, pues Gonzalo de Güemes Bravamente, famoso matemático y arquitecto prometía (como propuso muchas veces) sacar un mediano río del prado Picón, por su eminencia, arrabal de esta ciudad en cuya empinada falda, frente a oriente y septentrión, se halla el dilatado barrio que llaman de la Capitana y San Cipriano, pero jamás ha tenido graso oído, que nunca falta en los cónclaves alguna torcida intención, mayormente si se trata de cosas que puedan ceder en beneficio común, porque siempre prevalece el interés particular". Bueno, ya ven que las lamentaciones sobre los intereses de algunos en arrimar las ascuas a sus sardinas no es nuevo. Pero si creen que la idea del amigo Güemes era descabellada y única, errarán. Seguimos el Oviedo del XVIII. Y así encontramos en el mismo texto, "Timbres históricos de la ciudad de Oviedo", de autor anónimo que "otro insigne matemático e ingeniero llamado Cornelio Dionisio Galbe (antes tan fino hereje como después católico) propuso traer al lado el río que baja a Lugones y dista de aquí una legua. Pero este noble proyecto, y los tres importantísimos, tanto al Principado de Asturias como a la Real Corona de las Construcciones de Muelles y Puertos Marítimos (que ideaba el mismo ingeniero) en las celebérrimas Conchas de Artedo, en Pravia, y Verdecio en Gozón, se quedaron en sólo demostraciones y diseños (que es lo mismo que en plantas y pinturas sin más acotamiento) con la apertura de un camino real carretero a Castilla, que había de transitar por Proaza".
Ya ven. Lo de los proyectos tan ilusionantes como descabellados que no pasaban de coloridas y fantásticas infografías no son cosa sólo del presente. Así que ahora que estamos a pocos meses de ser llamados de nuevo a las urnas para elegir a nuestros munícipes, tal vez desayunemos alguna mañana con la idea de que Oviedo no ha de ser menos que Sevilla, Valladolid, León, Madrid, París, Praga o Viena.
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