Náufragos de la vida
Las enseñanzas de una película para - quienes sufren crisis de esperanza
Carlos Fernández Llaneza 04.09.2017
Náufragos de la vida
Septiembre es un mes de retornos, de encuentros, de proyectos. En Oviedo, de fiestas, aunque, tal vez, no para todos. Me explico. Según parece hay no pocos que no están para festejos, ni para proyectos; es más, su único plan es irse. Se rinden. Tremendo. Trágico. Triste. Muy triste.
LA NUEVA ESPAÑA nos informaba el pasado viernes que el Teléfono de la Esperanza -institución que me atrevería a definir como esencial- y que atendió el último año un centenar de crisis suicidas, pondrá en marcha, con la colaboración de nuestro Ayuntamiento, una campaña para prevenir suicidios. La Concejala de Atención a las Personas e Igualdad, Marisa Ponga, explicaba que el objetivo de esta campaña será ofrecer una salida a quienes se encuentran "en una situación difícil". Y tan difícil. ¿Cómo calzarse los zapatos de quien decide poner fin voluntariamente a su vida? Imposible. No se me ocurre situación personal más compleja. Por eso, cualquier iniciativa orientada a atajar esta auténtica crisis de esperanza que viven muchas personas ha de ser bienvenida.
En nuestro país el suicidio es la primera causa de muerte externa, triplicando prácticamente la cifra de víctimas por accidentes de tráfico. Una auténtica tragedia silente, sobre la que se suele pasar de puntillas y en la que, por cierto, Asturias está a la cabeza junto con Málaga y La Coruña.
Pues bien, leyendo la noticia recordé una película que vi de nuevo hace unos días: "Náufrago", dirigida en 2000 por Robert Zemeckis y protagonizada por Tom Hanks, que interpreta brillantemente a un superviviente de un accidente de aviación, náufrago solitario en una isla en mitad de la nada. Allí aprenderá a sobrevivir primero física y luego emocionalmente y, en parte, lo logra gracias al amor a su chica y a la surrealista relación con una pelota a la que convierte en su alter ego. En esta película, el protagonista, Chuck Noland, el ejecutivo abandonado a su suerte en esa remota y perdida isla, aunque tentado en alguna ocasión de quitarse la vida, decide sobrevivir y, ya de vuelta en la ciudad, plantea ante uno de sus amigos esta magnífica reflexión:
"Fue entonces cuando una sensación me envolvió como una cálida manta. De algún modo entendí que tenía que sobrevivir como fuera. Tenía que seguir respirando, aun sin motivo para la esperanza, la lógica me decía que no volvería a ver este lugar de nuevo. Y eso es lo que hice, sobreviví, seguí respirando. Y un día esa lógica resultó estar equivocada porque la marea trajo una vela con que navegar. Y aquí estoy, de vuelta, en Memphis, hablando contigo. Tengo hielo en mi vaso y he vuelto a perderla otra vez. Estoy muy triste por no tener a Kelly, pero me alegro de que estuviera conmigo en aquella isla. Y ahora sé lo que debo hacer, seguir respirando, porque mañana volverá a amanecer y quien sabe que traerá la marea".
Dudo mucho que alguien en una situación de fatiga vital extrema llegue a leer estas líneas pero, si así fuera, ojalá que esta reflexión sirviera como revulsivo para ser consciente de que, aunque naufraguemos en la marejada de una vida que no siempre es un mar calmo y sereno, siempre tendremos la posibilidad de topar una balsa a la que agarrarnos y continuar respirando. De seguir viviendo.
No lo duden.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2017/09/04/naufragos-vida/2158573.html
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