Víctor Hevia, mucho más que una calle
Sobre la aportación del escultor ovetense a la ciudad
10.12.2014
Carlos Fernández Llaneza
Hubo un tiempo, no tan lejano -¿o sí?- en el que las calles de Vallobín eran calles de polvo, barro y noches de tinieblas. Un tiempo en el que esas calles por no tener, no tenían ni nombre; Vázquez de Mella era la primera travesía de Ramiro I o avenida del Sanatorio; Francisco Cambó era la calle D-6 o Víctor Hevia, la C-8. Fue el 14 de noviembre de 1963 cuando el Ayuntamiento decidió bautizar con el nombre actual las calles del barrio.
Nací en una de esas calles, en casa, que para qué íbamos a subir al Cristo para luego volver. En la denominada como Víctor Hevia. Durante años vi la placa con el nombre sin preocuparme de quién era ese tal Víctor, bastante le importaba a un guaje saber quién era; pero claro, con el tiempo, la curiosidad, ya se sabe... me llevó a descubrir que se trataba de un famoso escultor.
Hace unos semanas conocimos un poco la obra de uno de sus colegas, Gerardo Zaragoza -autor, por cierto, de la efigie de Hevia sita, oportuna y merecidamente, en la entrada de la Cámara Santa-, así que me parece oportuno también traer al presente a este escultor ovetense.
Víctor Hevia y Granda, carbayón de la calle Campoamor en la que nació el 20 de diciembre de 1885. Sus primeros estudios fueron en la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo, estudios que continuaría en la Escuela Superior de Bellas Artes de Madrid, completándolos en Francia e Italia.
Entre 1920 y 1922 llevó a cabo la restauración de la Cámara Santa, deteriorada por el paso del tiempo. El conocimiento adquirido durante estos años fue de vital importancia para la reconstrucción tras la voladura de ésta en la revolución de octubre del 34. También fue responsable de la restauración de la antigua portada románica de la iglesia de San Isidoro, ubicada hoy en el Campo San Francisco.
De su obra perduran numerosas muestras en la ciudad. De su primera época nos queda en la calle Santa Susana,12, la placa en memoria del cabo Luis Noval, de 1910; su mausoleo en el cementerio de Oviedo es también obra del escultor, éste de 1916.
El escudo alegórico que remata la fachada de la entonces Diputación Provincial, hoy Junta General, en el que el escudo de Asturias está flanqueado por dos esculturas que representan el Trabajo y las Artes, es también de esa época, concretamente de 1913.
De su madurez merece la pena destacar la escultura "Amor y Dolor" sita en el Paseo de los Álamos del Campo, de 1925, y, en la calle Fruela, 9, se encuentra la lápida a Fermín Canella Secades.
En el Campo San Francisco está el busto al maestro de varias generaciones de ovetenses, Juan Rodríguez Muñiz, de 1927.
Sin salir del Campo, encontramos el monumento a Leopoldo Alas "Clarín", de 1931, destruido durante la guerra civil, realizado en colaboración con el escultor trubieco, Manuel Álvarez Laviada. En 1955, Hevia, esculpió un nuevo busto encargándose el taller de Belarmino Cabal, en 1967, de reconstruir el resto del monumento.
También en colaboración con Laviada, es el monumento a José Tartiere, de 1933, ubicado en el Paseo de los Álamos.
Algunas de sus obras más conocidas son la estatua de Alfonso II, el Casto, en la calle del Águila, obra de 1942, el busto a Ramón de Campoamor, en el teatro de su mismo nombre, o el de Julián Clavería, en los jardines del antiguo Hospital General, para el que, por cierto, los vecinos reclaman atención.
Junto con José María Fernández Buelta, fue autor de varios boletines del RIDEA, del que era miembro de número, esenciales para conocer el Oviedo primitivo, y sobre la destrucción y reconstrucción de la Cámara Santa catedralicia.
Falleció en Oviedo el 25 de noviembre de 1957.
Que duda cabe que aquella vieja placa metálica de fondo azul que cada día veía desde mi ventana, cobra mucho más sentido.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2014/12/10/victor-hevia-calle/1683994.html
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