El Otero
¡Volved!
La generación de nuevos emigrantes y el futuro de Asturias
13.03.2014
Carlos Fernández Llaneza
Qué difícil es encontrar esa primera línea con la que romper el inmenso silencio de la pantalla en blanco! Vacío incalculable que se exhibe como un gran interrogante; reto desafiante que se pavonea con las garras afiladas del vértigo y la duda. Hoy no preciso consultar ninguno de mis libros de historias ovetenses para tejer estas líneas porque la historia de hoy es historia viva; no figura, aún, en ningún libro añejo. Es una crónica en la que sus protagonistas están, apenas, escribiendo, nerviosos e inquietos, sus primeros párrafos. Páginas valientes que están trazando nuestros jóvenes que, día tras día, incrementan, de forma vertiginosa, las estadísticas, frías y tristes, de la emigración juvenil.
Mi abuela Josefa vio partir desde San Claudio a tres de sus hijos, adolescentes aún, hacia la aventura de las Américas en los años 30; me cuesta imaginar lo que pudo sentir en aquel momento. Como había visto también a sus hermanos años atrás. La Guerra Civil también condenó a muchos españoles, si querían sobrevivir, a dejar su patria en un largo y penoso exilio. En 1973, tres millones y medio de españoles, se encontraban entre América y Europa. Y ya en pleno siglo XXI, en el periodo que abarca de 2008 a 2012, según la investigadora del CSIC, Amparo González- Ferrer, autora del estudio "La nueva emigración española", publicado por la "Fundación Alternativas", cerca de 700.000 españoles habían salido del país, lo que contradice en buena medida los datos del INE que los rebaja sustancialmente.
Datos fríos, anónimos, insípidos en cualquier caso.
Pero cuando ves a tu hija hacer la maleta, meter las pertenencias que en ella puedan caber, y miras hacia la estantería donde queda el león, el osito, las fotos de su infancia de ayer mismo; sus cuentos tan vividos; cuando entras, días después, en su habitación, en un silencio huérfano, con la mesa vacía, en la que tantas noches hizo los deberes... ahí es cuando te das cuenta de lo que significan esos datos. Como ella, son un buen número de asturianos, de ovetenses, los que han tenido que coger sus sueños y meterlos también en esa maleta repleta a más no poder, y volar con ellos, por encima de las nubes y de los miedos, a un país en el que vas a partir de cero; en el que nada más que salgas de la terminal del aeropuerto tu pasado se esfumará de un plumazo; hay que empezar a vivir un nuevo presente, minuto a minuto, para ir construyendo, paso a paso, un nuevo futuro. El mismo que aquí se les niega. Jóvenes en los que la sociedad ha invertido muchos recursos. Chavales que han estudiado horas y horas para formarse como buenos profesionales y poder devolver a la sociedad ese esfuerzo e ir ganándose sus garbanzos; pero no, no puede ser. No hay sitio para ese ingenio. Otros lo aprovecharán. Y aquí nos quedamos viéndolos decir adiós tras una puerta de embarque, sabiendo que, en su bolsillo, no llevan la fecha de vuelta.
En el colegio de San Pedro de los Arcos, en 8º de EGB, allá por el Jurásico, éramos en cada uno de los tres octavos no menos de 45 alumnos. Cuando todo ese rebaño nos jubilemos (si se tercia y toca la flauta...) ¿a quién podremos contar algún cuento? ¿A qué nietos vamos a pasear? El mejor patrimonio de un país es su gente, sin duda. Si seguimos dejando que nuestro talento se vaya, que nuestra fuerza, esencial y vital, nos deje, estaremos dejando que nuestro propio futuro se vaya por el desagüe de la indiferencia y de la incompetencia.
Nos sobran los responsables que han propiciado con sus miopes, codiciosas y negligentes políticas de despilfarro y de recortes esta situación, y necesitamos a nuestros hijos porque son nuestro futuro y el futuro de esta envejecida Asturias. Me gustaría que mis nietos, si un día llegase a tenerlos, puedan tener la oportunidad de comer barquillos en el Campo San Francisco y no tristes y grasientos paquetes de "fish and chips". Quisiera poder besarlos y achucharlos en vivo y no por Skype. Vivir fuera puede enriquecer mucho, ¡claro que sí!, y está bien, pero que sea siempre una opción y no una obligación.
Así que, por favor, id. Aprended. Enriqueceos con otra forma de vivir y de ser. Empaparos de otras culturas. Formaos más y mejor. Aprended a ser ciudadanos del mundo. Contagiaos de lo mejor que veáis. Aprovechad vuestra juventud en crecer como profesionales y como personas. Disfrutad de esa experiencia. ¡Vivid!, pero, por favor... ¡volved!.
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