El Otero
Carta del Naranco a los ovetenses
El olvido y las agresiones que sufre el monte de Oviedo
12.02.2014
Carlos Fernández Llaneza
Mis muy queridos vecinos de Oviedo:
Siglos llevo abrazando y abrigando nuestra ciudad. Siempre aquí, como un infatigable vigía, viéndoos crecer. Cuando aún no erais, yo ya estaba aquí. Desde mis privilegiadas alturas vi a la ciudad estirarse poco a poco, década tras década, como un goteo paciente y constante, hasta que, irrespetuosamente, trepa por mí.
Calmé vuestra sed con agua de mis frescas y abundantes fuentes; la misma que llenaba, generosa, los numerosos lavaderos en los que durante tantos años lavasteis vuestras ropas para luego tenderlas al verde, pintando, así, un paisaje níveo en mis laderas. En umbríos recovecos atesoraba el hielo cuando aún ignorabais lo que era un frigorífico. Mi tierra os dio frutos, alimentó vuestro ganado, os surtió de madera. De mis entrañas salió la piedra para construir palacios, iglesias o casas humildes; alguno de vuestros reyes antiguos, embelesado con mi entorno, edificó aquí su palacio e iglesia; por algo será. Abastecí de mineral a la industria, y, a día de hoy, me siguen royendo los tuétanos sin piedad alguna, masacrando mi futuro. Acogí, con gusto, el hogar de muchas familias.
Bien presumía de bosques amplios y hermosos, llenos de vida; pero poco a poco, fuisteis, insensatamente, talando o suplantando mis árboles seculares por especies foráneas que agotaron mis manantiales. Me cruzasteis de tendidos eléctricos sin ninguna compasión. ¡Cuántas veces me habéis hecho arder temerariamente! Me plagasteis de horrendas e ilegales construcciones. Cegasteis muchos de mis caminos, ¡a mí!, que tanto gozaba de sentiros respirar mi esencia. Y yo, siempre callado. Aguantando. Sufriendo por no entender que pudierais seguir viviendo dándome la espalda. Y seguí esperando. Confiando...
Con el siglo XXI creí llegado mi momento. Por fin parecía que me ibais a dar la oportunidad de recuperar buena parte de mi ser primigenio. ¡Al fin se hablaba de mí! Eso que llamáis "la administración" se hizo eco de muchas voces que ponían voz a mi angustia y decidieron crear un documento con el complejo nombre de: "Plan territorial especial supramunicipal del parque periurbano del Naranco". ¡Lo orgulloso que estaba de verme en el BOPA! Hubo otros intentos antes, otros proyectos, pero éste parecía que era el más completo, el más ambicioso, por eso me ilusioné y esperancé sobremanera. Soñé, vana ilusión, que las setenta actuaciones que contemplaba, valoradas en casi 37 millones de euros, me darían la oportunidad de transformarme en positivo para seguir, como siempre, a vuestro lado con un renovado futuro. En las hemerotecas podéis leer sobre lo mucho que se habló y lo poco que se hizo. No creo que sea preciso recordar todo lo que se pretendía llevar a cabo, pero la realidad, terca, se llevó por delante buena parte de mis esperanzas.
Se invirtieron más de cuatro millones de euros, sí, pero se quedaron también por el camino multitud de buenas intenciones que, por unas u otras razones, se fueron como el humo por la chimenea de la indolencia.
Ahora resulta que un tribunal que, al parecer, manda mucho, ha dicho que ese plan no vale, que lo pueden tirar a la papelera. No sé nada de leyes y ni necesito ni quiero saber. Lo único que sé es que confié en vosotros, creí en vosotros, tuve esperanza en vosotros... Y sigo como estaba. O peor.
Decepcionado. Triste. Desencantado. Abandonado...
Necesito poco para recuperar la ilusión, pero no más palabras, por favor, no más discusiones de números, de planes, de proyectos fatuos... ¡hechos! Obras son amores y no buenas razones, o eso dice uno de esos dichos populares vuestros que creo entender. Sumad voluntades. Derribad absurdas barreras. Arrancad muchas etiquetas estériles. No caigáis en la trampa de las confrontaciones inútiles y poneos manos a la obra.
¡Ayudadme! Solo no puedo. Vuestras manos son mi fuerza. Vuestra ilusión es mi confianza. Vuestro compromiso es mi esperanza. ¡Entre todos, seguro que podemos!
Y no olvidéis esa frase de Valentín Andrés: "Millares de siglos antes de existir Oviedo, el Naranco ya era ovetense...".
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