Jugar es vivir
El comercio tradicional de la ciudad, fundamental en la Navidad de los niños
06.01.2014
Carlos Fernández Llaneza
Mi admirado Pablo Neruda decía: "En mi casa he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir. El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta". Como siempre, Neruda, certero con sus palabras.
Todo niño tendría que ser niño y tener una infancia que fuera su pequeño paraíso en el que poder crecer, feliz y despreocupado, viviendo ese tiempo en el que sin darnos cuenta, cada día, abríamos un poco más nuestra puerta esperando que el futuro entrase por ella.
Los que tuvimos la suerte de vivir una infancia de barro en las botas, verdín en la ropa, calle sin límites y libertad en la mirada, poco necesitábamos. Unos banzones, unas chapas, unos palos, ingenio, imaginación y ganas de jugar... ¡muchas ganas de jugar! Según las modas o la época del año. Y aunque éramos capaces de fabricar un tirachinas fantástico, o una carioca, o un patinete, o un futbolín -que hacerlos los hacíamos-, mentiría como un bellaco si dijera que no escribíamos también nuestras buenas cartas a SS MM los Reyes Magos de Oriente, que, como agua de mayo, esperábamos ansiosos cada 6 de enero. Recuerdo con nerviosismo aún (aviso: se avecina parte abuelocebolletista) que en el Picu Paisanu, en la víspera de Reyes, se encendía una gran estrella que servía para enardecer nuestra fantasía e imaginación y convertir el Naranco en un gran campamento repleto de fabulosas tiendas, camellos, pajes, cajas repletas de juguetes, a la espera de la hora mágica de ir, casa por casa, sembrando en esa noche especial un enorme torrente de ilusión. Y SS MM tenían fácil, en Oviedo, encontrar dónde mercar nuestros deseos, porque el comercio ovetense también ofrecía buenas jugueterías.
Buena parte de las vacaciones escolares de Navidad las dedicábamos a recorrerlas diariamente en busca de las novedades del año, o para facilitar la tarea a Aliatar y Cía. y orientarlos, así, con más tino.
Hasta podría decir dónde se surtieron SS MM en algunos de sus presentes: el fabuloso Scalextric, el Mecano, el Exín Castillos, el Quimicefa, el Magia Borrás y el Rescate Espacial, en Navarro, que aún existe, afortunadamente, y es un clásico para ya unos cuantos ovetenses. Simago también disponía en estas fechas de una buena sección de juguetes. Al Pelayo lo mismo; era en una de las plantas superiores, de allí vino una ametralladora con sonido y luz anterior a la época de "no a los juguetes bélicos". "Todo cuanto sus hijos pidan en sus cartas podrá admirarlo en Al Pelayo". Botas, "Un mundo de juguetes", como no podía ser menos, también disponía de su sección. Giovi, donde, año tras año, naguaba viendo la bici de GAC que, malo debí de ser, nunca me trajeron... De Bazar Oviedo, en la calle Palacio Valdés entonces, me vinieron unos cuantos de los Madelman, aún conservo alguno, y unas casas de poblados del Far West que eran geniales. Lacazette también era de los que ponían sección de juguetes que no era ocasión de dejar pasar. Y así sabíamos a la perfección qué y dónde, por eso de facilitar la tarea, vamos...
Los nervios y la ilusión que sentía de niño al ver aparecer por el inicio de la calle Uría las carrozas con los Reyes Magos no tienen comparación, creo, con nada de lo vivido después. Años más tarde pude sentir algo parecido al evocar aquellos sentimientos pasados en la mirada, nerviosa, impaciente y contagiosa, de mis hijos.
Quizá tuviera razón Chesterton cuando decía que lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa en ella es una maravilla...
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