El Otero
¿Feliz Navidad?
El contraste entre la opulencia de estas fechas y los efectos de la crisis
26.12.2013
Carlos Fernández Llaneza
Comienzo a teclear estas líneas con la cadencia de fondo de la monótona y esperanzada letanía de los niños de San Ildefonso que, año tras año, sirve de pórtico a las fiestas navideñas y que, inexorablemente, me retrotrae a los años en los que esa musiquilla era sinónimo de las inminentes vacaciones escolares esperadas con anhelo. ¡La Navidad ya está aquí! Y por si alguien no se ha dado cuenta, grandes almacenes, comercios, anuncios, iluminación callejera, nos lo recuerdan machaconamente. Felicitaciones por decenas; sinceras y afectuosas unas, protocolarias y superficiales otras, se cruzan casi por obligación... parece que se nos quiere imponer por decreto que, en estos días, ¡hay que ser feliz! Iniciativas solidarias se multiplican asimismo, ¡como si en los once meses restantes la felicidad no fuera importante y la solidaridad necesaria! No se me interprete mal; bienvenida sea.
Nada tengo en contra del espíritu festivo de estas fechas, faltaría más, pero, una vez más, hay preguntas que, como latosos fantasmas, merodean cansinamente buscando su respuesta: ¿feliz Navidad? ¿Podemos hablar de feliz Navidad cuando la losa de la crisis sigue pesando? ¿Cuando el paro sigue ejerciendo de neófito jinete del Apocalipsis? ¿Cuando los datos de pobreza y de hambre siguen dando escalofríos?.
El lejano y, sin embargo, actual grito de "libertad, igualdad y fraternidad" sirvió, en buena medida, de cimiento de la sociedad democrática europea. Tres puntales sobre los que construimos un régimen de libertades y de conquistas sociales que los ciudadanos, al menos hasta ahora, teníamos por derecho y que, tal parece, poco a poco, se nos va aminorando, convirtiéndonos, además, en "paganinis" de los excesos de unos mercados que, azorrados en las sombras, ordenan y mandan y se erigen en señores de vidas y haciendas. Sólo si, como sociedad, mantenemos la confianza en esos tres valores, podremos desarrollarlos creando, desde lo individual a lo colectivo, un torrente de esperanza, dignidad y respeto. Ni consejos ni vasos de agua a quien no te los pida, vale, pero sospecho que sólo con una decidida apuesta por la educación y un riguroso planteamiento ético, personal y colectivo, cuya ausencia es la madre de todas la crisis, nos permitirá mirar al futuro con optimismo.
Me gusta charlar de las cosas que pasan por Oviedo; es mi ciudad, me preocupa, me gusta, me presta pasear por sus calles, me encanta perderme por su rica y guapa periferia rural, pero a veces hay melodías que, sin dejar de ser locales, afectan de un modo más global y también se pegan como lapas.
Por tanto, ¿feliz Navidad? ¡Pues sí!. Con Blas de Otero, repito, creo en el hombre. Creo en nuestra capacidad de luchar, en nuestro inconformismo como sociedad, en la herencia que muchos, dejando hasta su propia sangre, nos legaron; así que claro que puede ser una feliz Navidad. Para unos, el niño Dios, naciendo pobre y casi como uno de los miles de desahuciados, sin techo, obró el milagro de transformar el mundo por el amor dejándonos un auténtico manual de esperanza desde la fe; para otros, hay que creer que, no otro mundo es posible, porque no hay otro, sino que un mundo mejor, en este, sí que es no sólo factible, sino urgente y necesario.
Las acuciantes carencias y graves problemas de multitud de ovetenses, asturianos, españoles... no desaparecerán como por ensalmo, pero aun así, de todo corazón, ¡feliz Navidad!. Y que el 2014 que, ya asoma a la vuelta de la esquina, nos traiga, simplemente, lo mejor