miércoles, 6 de marzo de 2013

TRUBIA EN EL CORAZÓN


TRUBIA EN EL CORAZÓN

Muchos ojos miran hacia Trubia. Y es una mirada preocupada. Desasosegada... Porque está en juego una buena parte de la identidad trubieca.
Ya llovió desde que el Gobierno de Carlos IV, por Real Cédula de 24 de abril de 1794, estableciera una fundición de municiones de guerra en la margen izquierda del río que le iba a dar nombre, dando inicio a un futuro que se prometía próspero. Hasta que llegó su primer zancadilla. El vecino francés decide invadir la península y el ritmo de la fábrica se vio paralizado. El 19 de mayo de 1808, tropas napoleónicas al mando del general Ney, entran en Trubia obligando a militares y obreros a retirarse; no faltaron trubiecos que se organizaron en guerrillas para luchar contra el invasor. Terminada la guerra, en 1844, bajo el reinado de Isabel II, se restablece la actividad fabril y se amplía su cometido bajo la dirección del general vasco Elorza. Pascual Madoz cifra la población de 1849 en 581 habitantes. Trubia crece y establece la primera escuela de aprendices de España, que contribuye, sin duda, al despegue técnico y cultural de la localidad. 
En 1855, la localidad se desliga del municipio de Grado y se integra en Oviedo. El auge de la fábrica es notable y sirve de motor de crecimiento poblacional, económico y cultural, de la que es ejemplo la Banda de Música, la Masa Coral y los semanarios “El Correo de Trubia” y “La Voz de Trubia”, editados en 1926. 
Tanto la revolución de octubre, como la guerra civil, convierten las fábricas de armas, lógicamente, en codiciado objeto de deseo... páginas podríamos escribir con tan dilatada historia; no es el caso, así que me sirvo de Madoz, Canella, Cabezas, Caveda y Nava, o Dolores Medio, para quien “las aguas del Nalón parecían más grises al reflejarse en ellas un pequeño bosque de chimeneas pertenecientes a la fábrica de cañones”, para hilvanar este breve repaso por la vida de esta industria tan nuestra.
Trubia, por tanto, historia viva de Oviedo. Oviedo mismo. Como lo fue La Vega, una factoría puntera, con un alto valor añadido en I+D+I, ahora que tanto se valora, que dijo también adiós a la ciudad. Y ahora parece que corremos el riesgo de que esa historia se desdibuje, como sucedió  ya tantas veces. En la memoria reciente está aún el doloroso e injustificado cierre de la Loza de san Claudio. Y tanta industria y comercio ovetense que bajó la persiana para siempre. Nos dejan sin nada. Un auténtico expolio silencioso, lento... pero inexorable.
El Consejero Delegado de Sta. Bárbara Sistema, Carlos Villar, decía en abril de 2012 al anunciar la fusión de las dos factorías: “la integración es una solución necesaria para asegurar el futuro de la Compañía y la defensa del empleo": ¡JA! 
Los datos están en los medios. Partidos, sindicatos, todos sus trabajadores, están haciendo lo que tienen que hacer: defender el empleo y el futuro. Queda esperar que tanta historia, no pase a ser un mero recuerdo. Trubia merece todo el apoyo y tiene todo el derecho a seguir mirando al mañana con optimismo e ilusión. 
La fábrica de armas está en el corazón de la historia de Oviedo. Trubia es parte del corazón colectivo de la ciudad. Y las familias de los casi 500 trabajadores que ven como su futuro se tambalea en manos de una multinacional armamentística que  incumple sus compromisos y pretende dar una dentellada al pan de sus obreros, están en el corazón solidario de los ovetenses.

Publicado en La Nueva España el 27 de febrero de 2013

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