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lunes, 4 de abril de 2022
BARES NARANQUINOS (I)
Bares naranquinos
Sobre la historia hostelera del monte, donde se documentan desde el siglo XIX varios establecimientos
14·03·22
Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que no había aldea en Asturias que no tuviera su chigre. En España, los bares son un popular fenómeno social que ha marcado la cultura y las costumbres de numerosas generaciones.
Oviedo, su entorno rural, a pesar de las marcadas diferencias con los espacios urbanos del centro de la ciudad, no fue ajeno a todo ese tejido de bares y merenderos. Pero hoy, nuestro foco de atención, una vez más, es el Naranco. Si lo desean, acompáñenme a un viaje por algunos de esos bares que, a lo largo de décadas, sirvieron de punto de encuentro a los vecinos, no solo del Naranco, sino de todo Oviedo.
Empecemos nuestro recorrido por la carretera que conduce a la cima. Dejando atrás los monumentos de Ramiro I, el primero que nos hubiéramos encontrado sería el de Sara Benigna, una tienda mixta y bar que tenía una gran extensión de huerta y algunas construcciones anexas. En frente se encontraba La Cabaña, propiedad de Paco y Manolo, oriundos del País Vasco que además eran propietarios de la Taberna Vasca en la calle Foncalada.
A escasos metros estaba Casa Luchi, llamado después El Comedor de Güeli, hoy aún en funcionamiento.
Un poco más arriba, los Monumentos, restaurante bien conocido en la ciudad. Reabierto por uno de los hijos del propietario inicial estuvo abierto hasta hace pocos años. En sus inicios –fue inaugurado el 25 de julio de 1931– fue un merendero familiar. Su especialidad fueron las bodas y banquetes hasta que, en 1958, sus propietarios traspasaron el negocio y la nueva dirección lo transformó en sala de fiestas. Dada la habitual actuación de vedettes hasta 1981, los Monumentos toma el sobrenombre de El Lido Asturiano, convirtiéndose en visita obligada para los artistas que venían a Oviedo como Analía Gadé, Joselito, Miguel de Parra o Fernando Fernán Gómez.
Y ya que estamos con las salas de fiestas, vamos a citar a otra conocida de muchos ovetenses: el Yuma, bautizado también durante un tiempo como sala de fiestas Niágara. Fue inaugurado en 1960 por Ricardo del Pozo.
También en la avenida de los Monumentos se ubicaba otra conocida sala de fiestas: El Pez Rojo.
Proseguimos ascendiendo por la carretera y, unos metros más arriba se encontraba el bar Naranco. Posteriormente fue el restaurante sidrería Casa Rafael.
Colindante con este último se ubicó durante años el bar merendero El Paraíso. Este bar era también conocido entre los vecinos como El Quesero o el Galletero, por dedicarse su propietario, suegro del maestro del Naranco, a la venta ambulante de estos productos.
De este bar me cuentan una simpática anécdota que dio mucho que hablar en su día y que permanece en el recuerdo de alguno de los vecinos. Había en el bar un jamón colgado que se debía guardar a buen recaudo; pues bien, un vecino –carpintero de profesión y amigo de las bromas– decidió hacer una esmerada réplica en madera, incluso pintada para mayor fidelidad con el original; obviamente, no pasó mucho tiempo hasta que el propietario se diese cuenta: disgusto para unos y regocijo para otros.
Otro bar desaparecido, en donde luego estuvo durante años un gimnasio, era Casa Manolo.
Al otro lado de la calle estaba el bar las Tres Banderas, propiedad de Julio Fombona, conocido por ser frecuente su firma en numerosos artículos en álbumes de fiestas no solo del Naranco, sino también de los que anualmente editaba la Sociedad de Festejos Nuestra Señora de los Ángeles del Vallobín.
Prácticamente colindante con el Tres Banderas, se encontraba un pequeño establecimiento bar, tienda de ultramarinos y frutería propiedad de Daniel Antuña, La Cuesta.
Desde 1898, en el mismo lugar que se encuentra ahora, estaba Casa Lobato, abierto inicialmente como estanco y que hoy se ha convertido en uno de los restaurantes más prestigiosos de la ciudad. Se da la circunstancia de que sufrió las consecuencias de la Guerra Civil de forma notable, viéndose convertido en improvisado cuartel de la Guardia Civil. Uno de los supervivientes de los locales naranquinos, y regentado hoy por la cuarta generación.
Continuamos. En el lugar que actualmente ocupa el convento de las Salesas y su iglesia, que acoge a la parroquia de Santa María del Naranco, se encontraba Las Delicias, fundado en 1930 por el santanderino Antonio (o Antonino) Gómez Somoano que efectuó una importante ampliación en 1949; contaba con tienda mixta, bar, restaurante en el que se celebraban numerosas bodas y banquetes y, desde 1951, salón de baile con pista abierta para el verano y cerrada para el invierno. En el inicio de la década de los 60 costaba la entrada 3 pesetas para señorita y 5 pesetas caballeros. Muchos ovetenses pasaron las tardes de los domingos bailando allí.
No lejos de éste, en el lugar conocido como la Casa Nueva, una pequeña quintana con dos hórreos delante en el lugar en el bifurca la carretera en dirección a la cima y a Ules, se encontraba un pequeño bar desaparecido durante la guerra civil: Casa de José el Ratero, un bar en el que se celebraba frecuentemente baile con gaita y pandereta.
De camino hacia la cima la siguiente parada sería el Vistalegre. Abrió sus puertas, probablemente, en los años 40. Su primer propietario, Pepe Luis, lo tuvo durante unos cuatro años. Luego fue propiedad de Dionisio y posteriormente de Alfonso al que apodaban “el rápido” y, que justificante de su apodo, me contaron una curiosa anécdota: venían unos clientes y le pedían una ración de caracoles, él respondía ufano “ahora mismo”. Pero lo que hacía era ir a buscar los caracoles por el entorno y cocinarlos ante la impaciencia y desesperación de los sufridos clientes.
Casi contiguo, en la zona conocida como “La Revoltona”, está desde 1947 el bar restaurante El Mirador. Su primer propietario, Ramón Iglesias lo regentó hasta mediados de los 70, alquilándolo después a varios profesionales: Albino, Ricardo, Rubén, y, desde 2009 a Faustino Iglesias quien lo explota en la actualidad siendo el actual propietario del local el hijo del fundador.
Seguimos subiendo y llegamos a Casa Gabino, un pequeño bar que posteriormente, bajo la propiedad de Avelino fue muy conocido con el nombre del Descanso del Vaquero. Desde 1979 y, ya con el nombre actual de Parrilla Buenos Aires, lo regenta Juan Vigón.
Poco antes de la cima donde se ubican las antenas de RNE, se encontraba una sencilla taberna adyacente a una pequeña cantera, Casa Quicón, frecuentada principalmente por los soldados que estaban en el próximo destacamento militar, por empleados de la cantera y por trabajadores forestales.
Y, por último, ya en la cima, Casa Santirso, también muy visitado por los soldados que subían al campo de tiro y durante años por muchos ovetenses que disfrutaban de las magníficas vistas sobre la ciudad. Abierto en sus últimos años con el nombre de Balcón del Principado hoy, lamentablemente, se encuentra en un deplorable estado de abandono.
Ya ven. Otra cosa no habría, pero bares… de tomar un vino en cada uno de ellos, las curvas del Naranco serían, sin duda, muchas más.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/03/14/bares-naranquinos-63798063.html
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