lunes, 21 de febrero de 2022

DON "INDA"

Don “Inda” En el aniversario del fallecimiento de Indalecio Prieto
21·02·22 28 de junio de 1984. En el pleno del Ayuntamiento se da lectura a una moción presentada por el alcalde, Antonio Masip, en la que se propone la adjudicación de varias denominaciones de calles: Eduardo Herrera “Herrerita”, a la que se denominaba “Los Robles” en la fachada este del antiguo estadio Carlos Tartiere; Emilio Rodríguez Vigil, al paso existente entre el entonces Hospital General y la Residencia Sanitaria y José Maldonado a la calle situada entre Fraternidad y Alejandro Casona. También se proponen varios nombres cuya localización se concretaría posteriormente: Claudio Sánchez Albornoz, Pintor Luis Fernández, Teodomiro Menéndez, Manuel Llaneza, Bochum, Veracruz, Paulino García en Tudela Veguín y otra a Indalecio Prieto Tuero. La corporación estaba formada por trece ediles del PSOE, trece de Alianza Popular y uno del PCE. La moción fue aprobada de forma unánime; es decir, como dice la RAE, “dicho de dos o más personas: que tienen un mismo parecer, dictamen, voluntad o sentimiento”; cosa, por cierto, tan deseable en el ámbito político como infrecuente e insólita actualmente. Es de todos conocido que uno de esos nombres fue eliminado recientemente del nomenclátor por el equipo de gobierno actual de forma, a mi juicio, injustificada: el de Indalecio Prieto. “Don Inda”, nació en la ovetense calle de la Magdalena el 30 de abril de 1883 recibiendo el bautismo en San Isidoro al día siguiente, 1 de mayo. Hijo y sobrino de funcionarios municipales, a los seis años se trasladó con su familia a Bilbao. Resumir su biografía en estas líneas sería complejo. Lo mismo que juzgar sucesos acontecidos hace décadas. Una vida política tan extensa e intensa tiene, lógicamente, luces y sombras. Pero hay hechos relevantes que apuntalan la importancia de la figura política de Prieto. Muchos lo juzgan negativamente por su participación en los trágicos sucesos de octubre de 1934; Prieto tuvo la honestidad y el valor de reconocer su error cuando, en mayo de 1942, ante el Círculo Cultural Pablo Iglesias de México, manifestó: “Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario. Lo declaro, como culpa, como pecado, no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel movimiento, pero la tengo plena en su preparación y desarrollo”. Otras palabras que dan testimonio de su carácter son las pronunciadas en una alocución radiofónica el 8 de agosto de 1936: “Os lo ruego, os lo suplico. Ante la crueldad ajena, la piedad vuestra; ante la sevicia ajena, vuestra clemencia; ante los excesos del enemigo, vuestra benevolencia generosa (…) ¡No los imitéis! ¡No los imitéis! Superadlos en vuestra conducta moral; superadlos en vuestra generosidad. Yo no os pido, conste, que perdáis vigor en la lucha, ardor en la pelea. Pido pechos duros para el combate, duros, de acero, pero corazones sensibles, capaces de estremecerse ante el dolor humano y de ser albergue de la piedad, tierno sentimiento, sin el cual parece que se pierde lo más esencial de la grandeza humana”. Tras la Guerra Civil se exilió a México, pero no cesó su actividad política y sus esfuerzos por devolver la democracia a España. En octubre de 1947 se reunió en Londres con su otrora rival político, José María Gil Robles. Asimismo, llevó a cabo negociaciones con partidarios de Juan de Borbón, que culminaron con la ratificación el 29 de agosto de 1948 por parte de representantes de ambas partes de un frágil acuerdo que se conoció como “pacto de San Juan de Luz”. Invitado por Salvador de Madariaga, asistió en mayo de 1948 al Congreso de la Haya, organizado por el Movimiento Europeo y que podríamos considerar como germen de la Unión Europea. Su trabajo en favor de los exiliados también fue significativo. Falleció en Ciudad de México el 12 de febrero de 1962 sin llegar a ver la restauración de la democracia en España, país que siempre llevó en lo más íntimo de su ser, pues, como él mismo dijo: “A medida que la vida pasa por mí, yo, aunque internacionalista, me siento cada vez más español, siento a España dentro de mi corazón y la llevo hasta el tuétano de mis huesos”. Fue la suya, por tanto, una vida dedicada a servir a España. Seguro que, a lo largo de su trayectoria política como miembro destacado del Partido Socialista Obrero Español, diputado, ministro de Hacienda o de Obras Públicas, habrá cometido errores, quién no. Pero, qué quieren que les diga, me apena profundamente que, en el sexagésimo aniversario de su muerte, su nombre desaparezca del callejero ovetense, un espacio, lo he dicho más veces, que debería de ser fruto del consenso. En ese sentido, los concejales ovetenses de 1984 nos dieron un ejemplo y nos siguen mostrando el camino a seguir. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/02/21/don-inda-62970972.html

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