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lunes, 30 de agosto de 2021
LA CERÁMICA DE FARO: UN FUTURO NECESARIO
EL OTERO
La tradición alfarera en la zona rural de Oviedo
30·08·21
Abrimos hoy esta ventana hacia un pueblo de la parroquia de Santa María de Limanes: Faro. Hablar de Faro es remontarnos a una de las industrias más antiguas: la cerámica. Se decía antiguamente que en Faro no había casa sin horno ni sin obrador alfarero. Por desgracia, hoy no es así. En Asturias ya encontramos elaboración de cerámica en el periodo del neolítico. En la segunda Edad del Hierro aparece el torno mejorando, a partir de entonces, la preparación de las pastas empleadas e incorporando con la romanización de Asturias el empleo de moldes. A finales del siglo XVIII surgen en Asturias fábricas de loza como la de Miranda (Avilés), de la que Jovellanos dijo sobre sus elaboraciones: “Consúmense en toda la costa septentrional desde Galicia a Vizcaya”, o la de Villar en Siero. En abril de 1902, Senén María Ceñal funda en San Claudio la fábrica de loza, triste e injustificadamente desparecida en 2009 y que en su momento de esplendor llegó a contar con quinientos trabajadores.
No está claro de dónde proviene el nombre de Faro. Pudiera deberse a una torre desde la que se hacían señales luminosas; de hecho, por Faro pasaba el Camino Real con dirección a la capital del Reino y aún existe el topónimo “La Grandota” que hace referencia a una gran torre cuyos cimientos aún permanecen enterrados. Otra teoría afirma que pudiera derivarse del latín “far-is” (escanda). Según recoge en un artículo la etnógrafa Esperanza Ibáñez de Aldecoa, tras las excavaciones realizadas por Alfonso Suárez Saro entre 1988 y 1990, se constató la actividad ceramista desde finales del siglo X. Aurelio de Llano y Roza Ampudia alude a una leyenda de que el pueblo había sido gobernado por un rey alfarero. Eduardo Quiñones cita la creencia de que el primer alfar lo estableció un vendedor de cachivaches procedente de tierras lejanas que al pasar por aquel lugar se fijó en la calidad de la arcilla y se quedó a trabajarla. En la Diplomática Medieval Asturiana se menciona en numerosas ocasiones a Faro: En el siglo XII aparece “iuxta ovetum, in villa pernominta Faro”. En 1519, en un legajo que se conserva en el Archivo Capitular de la Catedral se lee: “Item mas, se cargan que debe Juan de Estébano de Faro un cuarterón de teja, que son doscientas e çincuenta tejas”. El Catastro del Marqués de la Ensenada, en 1749, cifra el número de alfareros en setenta. En el siglo XVIII los alfareros de Faro comienzan a dispersarse hacia el oriente especialmente en busca de nuevos mercados, creando nuevas alfarerías en Pola de Siero, Ceceda, Piloña, Cangas de Onís, Ovio, la Franca o Villaviciosa. De Faro partió también Primitivo Cuesta “El Mico”, fundador de la alfarería de Somió. Muchos autores se refirieron a Faro, Miñano, Madoz o Canella. En 1933, Eduardo Álvarez Quiñones pronostica: “La industria se extingue. Las ruedas permanecen quietas en los rincones. Actualmente sólo giran cuatro, de los cuatro alfareros que quedan y estas cuatro se inmovilizarán dentro de poco tiempo y la industria alfarera se habrá terminado”.
La gran actividad de Faro necesitaba de la existencia de mercados en los que se vendían combustibles para alimentar los hornos de los alfareros, entre los que se encontraban varios procedentes del Naranco. A Faro llegaban carros portando árgoma. Un horno podía consumir hasta cinco carros de árgoma en 12 horas.
El tipo de rueda utilizada en Faro hasta el siglo XX era la baja de mano, hasta que José Vega “Lito” introdujo el torno de pie, consiguiendo así un incremento y mejora de la producción. Su hijo, José Manuel Vega “Selito”, último alfarero de una centenaria estirpe, espera ver continuada su tarea en su discípulo Orlando Morán.
Como prueba de la antigüedad de la cerámica de Faro nos habla uno de los motivos frecuentes en su decoración: la “páxara”, un pez pájaro que lleva en su seno el huevo, símbolo de la fecundidad, dibujo que lleva siglos repitiéndose en sus piezas y al que Esperanza Ibáñez Aldecoa atribuye una inspiración oriental por su similitud con un plato encontrado en Hichapur (India) fechado entre el siglo IX-X.
Asturias es tierra muy dada a cantares y coplas. Faro no ha sido ajeno. Perduran varias de estas coplas: “En llegando a la Temprana / ya sé que voy pa Faro / la mayor pena que tengo / que nun sé mayar el barro”. Otra dice: “Soy de Faro, soy de Faro / y mi madre una faruca / por eso yo siempre traigo / la barriguina fartuca”. “Madre mía / quién me diera una rapaza de Faro”. “Virgen de las Escudiellas, / abogada de los platos / sácame de entre los vieyos / llévame con los rapazos”. También hay una copla dedicada a aquellos que eran más bien “flojos”: “Voy mandate facer de nuevo en Faro”. Asimismo, cuando una joven se hacía de rogar en encontrar pareja decía: “Téngolu encargáu de barro en Faro”. Otro dicho aplicado a los mozos que iban a cortejar sin mucho éxito, también interpretado como canción asturiana, reza: “Fuiste a cortexar a Faro y estimárontelo munchu, nun taba la moza en casa y mandáronte sacar cuchu”. Por supuesto no faltaban coplas con relación a los motes, como el que hacía referencia a un vecino tartamudo, “Lin el Quequé”. También con mención a algunas familias: “Fuime a cortexar a Faro / a casa la Temprana, / por mucho que madrugué / amanecimos en la cama”.
Natacha Seseña, etnógrafa española, decía: “La historia de la humanidad, desde la prehistoria hasta nuestros días, puede elaborarse a través de la contemplación y estudio de las labores cerámicas. En España, esta historia, es brillantísima”. Así es. En Faro tenemos un claro ejemplo. De ahí la importancia de no dejar morir esta actividad secular que la Asociación de Amigos de la Alfarería de Faro intenta mantener viva. Esperemos que el reciente convenio de colaboración firmado entre esta asociación y el Ayuntamiento ovetense sirva para ese propósito. El deseado proyecto de un Centro de Alfarería de Faro, al que el Ayuntamiento debería dar el necesario empuje, también podría ser una manera de perpetuar la memoria y la obra de nuestros ancestros alfareros. En él se compaginarían la enseñanza, investigación, producción y, por supuesto, la exposición museística. Tras tener la oportunidad y el honor de conversar y aprender mucho con “Selito” estoy más convencido de la importancia y necesidad de este centro. La cerámica de Faro es parte esencial de nuestra historia y cultura ovetenses. Dejar morir a la “páxara” milenaria sería otro error imperdonable que no debemos ni podemos permitir.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2021/08/30/ceramica-faro-futuro-necesario-56683113.html
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