El insoportable olvido
El Naranco sufre un abandono lamentable ante la indiferencia de quienes deberían velar por su cuidado
Carlos Fernández Llaneza 18.03.2019
Hace unos días la sección de hemeroteca de LA NUEVA ESPAÑA, auténtica ventana abierta al pasado de la ciudad, recuperaba una noticia del 7 de marzo de 1994: "La cima del Naranco será convertida en un amplio bosque didáctico". El titular, por sí solo, logró captar inmediatamente mi atención. Lo que leí a continuación me hizo reír; eso sí, por no llorar. Vean: "El servicio de Parques y Jardines ha diseñado un proyecto para repoblar la cima del Naranco, de manera que la parcela municipal quede convertida en un amplio bosque didáctico. El presupuesto previsto para la repoblación supera los 150 millones de pesetas (..) El proyecto se concibe como un bosque de características didácticas en el que se puedan observar las peculiaridades de los montes autóctonos". ¿Qué les parece? ¿Es o no es para tomarlo a risa? Estamos peligrosamente acostumbrados a leer, de vez en cuando, noticias de planes de mejora para el Naranco pero la realidad, tozuda, dicta que seguimos de mal en peor. ¿Donde quedó ese bosque didáctico? En el olvido más flagrante y bochornoso. Como tantas otras ideas y propuestas más o menos ingeniosas. ¿Realmente el Naranco importa a alguien? El Principado de Asturias compró hace años la finca del Pevidal a la familia Masaveu por tres millones y medio de euros y la están dejando, para su vergüenza y escarnio, "echarse a monte". En doce años la han limpiado una vez. El ayuntamiento anunció varios proyectos tan necesarios como ilusionantes pero la realidad es que sólo se llevó a cabo, además de la recuperación de la Jira, la limpieza de caminos por medio de un plan de empleo. Acertado pero insuficiente. Confiemos en que alguno de esos proyectos pendientes vean la luz más pronto que tarde. Mientras tanto lo que sí podríamos hacer es un aula didáctica para instruir sobre los efectos lacerantes de las canteras. O para comprobar como se talan plantaciones de eucaliptos que arrasan literalmente el monte sin que nadie obligue a los maderistas a corregir sus efectos destructivos. O para mostrar como se llevan a cabo limpiezas forestales por debajo de los tendidos eléctricos que asolan, quizá con más celo del necesario, todo a su paso. También sería útil para constatar como se siguen cerrando, con total impunidad, caminos públicos. Se podrían exponer en ese aula los numerosos elementos de valor cultural, histórico o etnográfico que languidecen, plácida y tristemente, ante la indiferencia de los responsables públicos que deberían velar por su cuidado. Por no hablar del Prerrománico y de sus accesos. Impotencia. Tristeza. Decepción. Frustración. Rabia. Incomprensión? podría continuar poniendo ejemplos de desidia y adjetivos para definir la sensación de muchos que no entendemos como Oviedo puede seguir viviendo de espaldas al Naranco.
Pero bueno, para evitar quedar con el regusto amargo de la pena, voy a concluir con unas palabras de Leopoldo Alas escritas en el diario "El Sol" en junio de 1928. Ojalá sean un estimulo para no perder la esperanza y la necesaria ilusión: "Dichosa la ciudad que tiene una montaña al lado, porque desde ella puede contemplarse, ha dicho Juan Maragall. Es Oviedo una de esas ciudades dichosas porque, situada en la misma falda del Naranco, puede escalar su cumbre cuando quiera y contemplarse a su gusto. (...) El Naranco, esa montaña que para algunos es solo una nota de tristeza que contrasta con la verde alegría del resto del paisaje, visto de cerca es mucho más hermoso de lo que pueden figurase aquellos que solo lo han contemplado desde una calle asfaltada cerrando el horizonte. Hay en él rincones admirables que pagan bien el esfuerzo de haber llegado hasta ellos".
No se cuida lo que no se ama y no se ama lo que no se conoce. Así que no duden en acercarse a él. Conozcan y disfruten de esos rincones. Les aseguro que no se sentirán decepcionados.
Les espera.
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