Quizá vivir sea esto
El emocionante testimonio de Jorge Egocheaga
Carlos Fernández Llaneza 12.03.2018 | 03:46
Jorge Egocheaga. MIKI LÓPEZ
"Los hombres se hacen. Las montañas están hechas ya"
(Miguel Delibes. "El Camino")
El pasado 27 de febrero, un abarrotado Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA acogió la presentación de un libro: "Quizás vivir sea esto". Aunque, para ser sincero, después de leerlo, me atrevería a decir que es algo más. Más bien diría que es el testimonio de una pasión. Y el resultado de una deuda de gratitud: a la montaña. A la amistad. Al amor. A la vida. Y, al leerlo, entiendo que así sea.
Su autor, el ovetense Jorge Egocheaga. Una persona que, ante todo, vive con intensidad. Es médico. Apasionado por su vocación. Es montañero. Un gran montañero. De los mejores. Imposible resumir en unas líneas todos sus logros. Ni él querría. La montaña ha sido -y es- también para él una gran pasión. Asimismo es una persona generosa y solidaria que dedica buena parte de su tiempo a los más desfavorecidos. A sumergirse, como él mismo dice "en el mundo de los más necesitados de la tierra, en donde, curiosamente, la pobreza es calma". Y, de hecho, todos los beneficios del libro irán íntegramente a costear becas para escolarizar a niños del valle del Makalu en Nepal. Porque cree -y lo comparto totalmente- que la educación es el único arma capaz de transformar el mundo. Y, sospecho, que si le quitaran alguna de esas pasiones, sería como si le quemaran el corazón. Porque no hay vida mejor vivida que aquella que se vive con entusiasmo. Con vehemencia. Por eso digo que el libro que se presentó en el Club Prensa Asturiana es mucho más. Porque debajo de cada línea hay mucha vida. Porque cada página va cargada de una existencia en plenitud. Y, claro está, con todo lo bueno y lo malo que la vida, como cabe esperar, nos depara.
Les recomiendo que viajen por las páginas de este testimonio vital. Que suban con Jorge a esos catorce ochomiles, empeño nada fácil; pueden estar seguros. Pero, tampoco, los ochomiles a los que, en no pocas ocasiones, la vida nos enfrenta, son menos arduos. Saldrán de ese viaje con la mochila, contrariamente a lo que suele ser habitual en las salidas montañeras, mucho más cargada de lo que iba al inicio. Tal vez encuentren en él mucho más de lo que imaginan, como descubrir que, aun en el sufrimiento, se puede hallar también la ilusión por el futuro.
Adoro la montaña. Desde niño en que el Naranco era una prolongación natural de nuestra zona de juego. El contacto frecuente con la naturaleza se ha convertido en una necesidad vital. Llegar a una cumbre, por modesta que sea, es una sensación fantástica. Un reto superado. Y una lección, sí. Una lección de humildad. De prudencia. De superación. De motivación. Porque la montaña es maestra y, ante todo, maestra de vida. Y, si te dejas, hará de ti una persona mejor. No andaba descaminado Edmund Hillary cuando dijo que "no conquistamos las montañas, sino a nosotros mismos".
Por eso creo que este libro, más allá de la crónica de unos meritorios y difíciles logros deportivos, es un valioso testimonio de vida.
Muchas gracias, Jorge, por compartir con nosotros toda esa vida.
http://www.lne.es/noticias-suscriptor/suscriptor/oviedo-opinion/2018/03/12/vivir-sea/2252024.html
Ese no es Jorge.
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