De paseo por Oviedo en 1858
Acerca de cómo la ciudad impresionaba al visitante a mediados del XIX
CARLOS SÁUL FERNÁNDEZ LLANEZA 24.10.2016 | 03:54
Nicolás Cástor de Caunedo y Suárez de Moscoso. ¿Les suena el nombre? Como va a ser verdad eso de que nunca te acostarás sin saber una cosa más, quiso el azar poner en mis manos un texto suyo. Y claro, la curiosidad hizo el resto. Y así supe que se trata de un erudito, escritor y periodista nacido en Gozón en 1818. Que cursó carrera militar alcanzando el grado de Teniente Coronel. Y que una de sus obras más conocidas, fruto del conocimiento de su tierra, es la publicada en Oviedo en 1858 "Un viaje por Asturias". Un libro curioso y digno de lectura del que me sirvo para recrear un pequeño paseo por la ciudad. Cuando se refiere a Oviedo dice el viajero: "El más pintoresco aspecto presenta la vieja ciudad asturiana, cobijada con el manto de los Reyes y asentada majestuosamente sobre una colina que enseñorea altiva una extensa y amena llanura que se despliega como huyendo de los montes de Morcín y de Naranco".
Y es precisamente al mentar el Naranco cuando logra captar más aún -cómo no- mi atención. ¿Y qué dice sobre nuestra Cuesta? Pues el paseante Nicolás se refiere al monte en estos términos: "Este renombrado monte que envuelve en niebla casi de continuo su pelada cumbre, descuella altivo, no lejos de Oviedo ostentando sus poéticos recuerdos y famosas iglesias. Dícese debe su nombre y existencia a cierto gigante llamado Noraco, que reinó en Asturias en los tiempos míticos y que siendo allí sepultado, arrojaron sus vasallos tantas piedras sobre su tumba para formar una pirámide, que resultó el actual monte". Curiosa teoría sin duda. En fin. Como no podía ser de otra forma, hablar del Naranco es hablar de sus "celebradas iglesias" de las que dice: "Fueron edificadas por Ramiro I en muestra de gratitud al Cielo por las victorias alcanzadas contra los moros y con los despojos cogidos en el campo de batalla. La de Santa María es digna de los elogios que le tributan los cronistas contemporáneos cuando dicen: es de admirable belleza y perfecto ornato y no tiene semejante en España" De San Miguel cuenta: "Parece por distinta mano fabricada. Tiene forma de basílica, con cimborrio, crucero y capilla mayor, todo de pequeñas dimensiones, y luce dos bellísimos ajimeces calados en cada uno de los brazos de la cruz, y dos bajos relieves antiquísimos. Lo más sorprendente en ambos edificios es su perfecto estado de conservación después de mil años de existencia. Muy cerca de Santa María se descubrieron los vestigios del palacio de recreo de Ramiro, que hace siglos desapareció".
Bajando el caminante de su paseo naranquino no le fue ajena otra construcción sobresaliente de aquel Oviedo: el acueducto de los Pilares. De él reseña: "Es muy notable la fábrica del acueducto de cuarenta arcos y mil cuatrocientos pies de longitud, y que conduce el agua desde el monte Naranco y que se asemeja mucho a las construcciones romanas, aunque no data sino de últimos del siglo XVI".
Ya en la ciudad, le llama la atención los "paseos que rodean Oviedo" y que, en su opinión, son "amenísimos, mereciendo el primer lugar el de San Francisco, que fue destinado a cementerio en la terrible epidemia de 1517, y donde se enseñan los robustos robles a que fueron atados para ser fusilados el conde del Pinar, Meléndez Valdés, La Llave, Fitzgerald y Ladrón de Guevara que servían a José Napoleón en su gobierno. Más el canónigo Ahumada, sacando el Sacramento de la Catedral, logró acallar al indignado pueblo y que el glorioso alzamiento de Oviedo en 1808 no fuese manchado con sangre".
Patrimonio de la imaginación es el cerrar los ojos, trasladarnos al siglo XIX, y acompañar a Nicolás Cástor en tan ovetense paseo. Prueben.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2016/10/24/paseo-oviedo-1858/2002620.html
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