¡Viva San Mateo!
Las curiosidades de la fiesta local en el siglo XIX
23.09.2015
¡Viva San Mateo!
Carlos Fernández Llaneza
Con septiembre en retirada y el verano rendido al otoño, Asturias y Oviedo se quitan el traje de fiesta porque este mes, ya se sabe, es sinónimo de celebraciones. Como cada año, el Centro Asturiano prendió brillantemente la mecha y con sus fiestas de Covadonga pusieron el pórtico festivo en la ciudad. Una ciudad que se echó a la calle para soslayar horarios, afanes y preocupaciones. Bien está.
No sé si la curiosidad mató al gato o no; sé que es una fuerza motriz imparable, la misma que me llevó a revolver en busca de curiosidades sobre nuestra fiesta local. Y me encontré algún que otro texto curioso, como es el caso de las "Siluetas Ovetenses", colaboraciones en el periódico "El Carbayón" de Ramón Prieto y José María López Doriga y recogidas en un libro publicado en 1889. En unas líneas dedicadas a San Mateo leemos que "como el galileo evangelista abandonando su telonio, acudió presuroso al llamamiento de Cristo, así también los fieles acuden hoy a ganar la plenaria, tan luego les llaman las vistosas banderolas que, en la torre de la Basílica, flamean alborozadas anunciando el jubileo de la Santa Cruz". Y es que ahí, en la perdonanza y la gran afluencia de peregrinos que conllevaba, está el origen de la fiesta. Pero eso es otra historia. El texto de Ramón Prieto sobre San Mateo nos traslada a una ciudad distante y distinta. Con otro ritmo de vida. Así, tras el período estival "tornaban a sus hogares los que fueron a zambullirse al Cantábrico, los que aspiraron puros aires en el campo, los parroquianos de establecimientos de aguas minerales, y los que emigraron a las provincias en busca de mayores comodidades, mayor número de distracciones y mayores gastos". No sé yo si la mayor parte de la población vivía tan bien. Al colaborador de El Carbayón le parecía "natural que Oviedo reciba a sus hijos descarriados tras el estío y abra cariñoso los brazos a los mateínos". San Mateo era ocasión buena para el disfrute en una ciudad que, según opinión de alguno en aquellos días, "dormía la siesta". Por eso el autor cree que "la mayoría, pero una mayoría absoluta, hace firme propósito de no perder nada de lo que haya". El problema generacional parece que ya estaba a la orden del día puesto que "mientras la gente joven recibe con júbilo los festejos interminables, las caras paternas se nublan porque divisan en lontananza cansancio y aburrimiento". El calificativo de "mateínos" a los visitantes, mira tú que cosas, era también motivo de preocupación en tanto que "no son pocos los que ven con disgusto que se le aplique el nombre de mateínos porque creen que solo lo merecen los que quedan encandilados mirando la torre, con la cabeza echada hacia atrás y la nuez pronunciada y que apenas aciertan a balbucear un elogio (..). A estos es preciso decirles que nada hay de denigrante en la denominación, que si no les agrada no la oirán jamás, que si por venir a una romería quieren que les llamemos romeros se lo llamaremos. Si prefieren el de peregrinos nos pintamos solos para llamar peregrinos a la más fea y si anhelan el de hermanos tenemos un corazón capaz de amar hasta a los que nos tengan mala voluntad". En fin, cuestiones curiosas en torno a un lejano San Mateo. Hoy, Oviedo es distinto. Pero creo que hay algo que permanece inalterable a través de los siglos: el espíritu de acogida, el orgullo de sentirse ovetense y el ánimo de disfrutar de estas seculares fiestas.
¡Ánimo! Ya falta menos para gritar de nuevo: ¡Viva San Mateo!
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2015/09/23/viva-san-mateo/1817170.html
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