El Otero
Oviedo, ¿hermanada con Piedradura?
Las canteras y el desarrollo sostenible del concejo
21.11.2013
Carlos Fernández Llaneza
En el recuerdo de todos está, sin duda, la magnífica serie de dibujos animados de "Los Picapiedra", que, a través de los entrañables personajes de Pedro Picapiedra, Vilma, Pablo Mármol y Betty, reflejaban una típica familia norteamericana de clase media en una ciudad llamada Piedradura, situada, ficticiamente, en la Edad de Piedra. El amigo Pedro trabajaba en la que era la principal industria de la ciudad: la cantera.
A saber por qué, me acordé de esta serie al conocer en días pasados que los propietarios de la cantera de Cellagú, que cuenta en la actualidad con 310.000 metros cuadrados, tienen intención de iniciar un proyecto de investigación con vistas a una posible ampliación. Pues vaya. Llueve sobre mojado.
No hace mucho, conocíamos, asimismo, la intención de Caleros de Brañes de ejecutar la tercera ampliación de su explotación, o el visto bueno del Principado para que Arcelor amplíe su cantera del Naranco en 53.618 metros. Lo del Naranco, que tiene canto, nunca mejor dicho, sería para dedicar un capítulo aparte.
El municipio de Oviedo cuenta en la actualidad con nueve canteras; tenemos aproximadamente el 27 por ciento de canteras de caliza de toda Asturias; no está mal.
Soy realista y consciente de que una sociedad necesita materias primas para su desarrollo industrial y económico, pero también entiendo que, como en todo, debe hallarse un punto medio -digo yo, vamos...- y lograr un desarrollo sostenible, término, por cierto, muy utilizado últimamente y que tiene su miga. Se utilizó por vez primera en el "Informe Brundtland", documento elaborado por la ex primera ministra de Noruega Gro Harlem Brundtland y en el que se definía el desarrollo sostenible como el que "satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones".
Todo el mundo sabe que un bien finito no se puede explotar de forma infinita. ¿Queremos arrasar el Naranco y buena parte del municipio, incluidos restos arqueológicos del siglo VI a.C. como ocurrió con el castro del Castiellu de Llagú? Pues sigamos así. ¿O se impone encontrar alternativas? Caleros de Brañes, por ejemplo, tuvo un proyecto de extracción subterránea cuyo impacto en el paisaje es mínimo; ésa puede ser una opción.
Oviedo deberá debatir sobre qué hacer con tanta industria extractiva en un futuro a medio plazo y, en mi opinión, uno de los lugares idóneos para iniciar ese debate es el Consejo Municipal de Medio Ambiente, creado en un lejano noviembre de 1990 y cuyo reglamento, por el que rige su funcionamiento, fue aprobado en agosto de 1991 por el entonces nuevo gobierno local. Después de mucha espera, fue convocado el 18 de diciembre de 2006 para su constitución formal. Una segunda y última reunión en marzo de 2007 fue su postrero canto del cisne. En él están representados todos los que tienen algo que decir en cuestiones medioambientales. ¿Qué mejor lugar para debatir sobre el futuro que esperamos con relación a las labores extractivas en nuestro municipio?
Cabe recordar que Oviedo suscribió en junio de 2004 la Declaración Asturiana por la Sostenibilidad, en la que se compromete a planificar el desarrollo local de manera que sea social, económica y ambientalmente sostenible.
Sólo así se puede construir ciudad.
Oviedo está ya hermanada con dieciséis ciudades; adoraba a Pedro Picapiedra y sus andanzas, pero les aseguro que mi interés en que Oviedo emule a Piedradura, o busque un hermanamiento por afinidades industriales con ella, es nulo.
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