Y LA HISTORIA MILENARIA CONTINÚA...
Cuando ya el almanaque de este 2010 se ve despojado de sus hojas, y se han desvanecido prácticamente los ecos de todas las celebraciones del centenario del templo de san Pedro de los Arcos, me gustaría concluir mi particular homenaje con este cuarto y último artículo, antes de que 2010 baje definitivamente el telón.
Gracias a la colaboración de La Nueva España, desde estas páginas anunciamos la celebración del centenario, su porqué, su justificación. Conocimos algo más a Luis Bellido, su vida y su obra. En el artículo titulado “San Pedro del Otero” profundizamos en los anales más remotos de nuestra parroquia y por tanto, hemos hecho un breve recorrido por la biografía de san Pedro en este último siglo.
Queda mucho por contar, mucha vida albergó este viejo otero; no en vano, la crónica diaria de Oviedo, corrió a sus pies y así fue testigo privilegiado de cientos de sucesos claves en el transcurrir vital de la propia ciudad, pero eso, hoy al menos, es harina de otro costal.
Hoy quiero hablar de otra historia; la que habla de “piedras vivas”. La que cuenta lo que se vive desde dentro de esos muros centenarios, de la vida compartida en Comunidad en este último siglo de forma especial.
Un relato de esa segunda mitad del s.XX que bien podría empezar en aquellos años 60 en los que el Concilio Vaticano II inundó de aire fresco la Iglesia, del que san Pedro no se quedó al margen. Los años 70 y 80 vieron florecer una nueva Comunidad plural, más encarnada y comprometida con su entorno, más implicada en los problemas sociales del barrio y en el movimiento asociativo vecinal. De ella empezaron a surgir grupos de jóvenes que descubrieron que el compromiso social y la solidaridad son elementos imprescindibles de nuestra condición de creyentes y así, en esos años, desde dentro de la Iglesia surgieron no pocas vocaciones sociales e incluso, políticas. Esa es, efectivamente, otra historia, que no habla de lejanos sucesos, ni de estilos arquitectónicos; habla de personas, habla de compromiso. Esa es la realidad más gozosa y el presente más dichoso.
Hemos celebrado un centenario mirando hacia al camino andado, sí; pero ante todo lo festejamos mirando al futuro y desde la convicción de que la Iglesia en este s.XXI, a pesar de sus defectos, puede aportar mucho a nuestra sociedad. Y en san Pedro lo intentamos cada día. Pretendemos colaborar con los padres a educar a niños y jóvenes confiando en que valores como la justicia, la solidaridad, la libertad, sean más que bonitas palabras. Desde san Pedro de los Arcos, en este 2010, se sigue desarrollando una intensa labor de apoyo y ayuda a los más necesitados, y muchos se sorprenderían posiblemente de las cantidades que se manejan. Desde una comunidad como esta, pequeña, se sigue efectivamente viviendo la fraternidad. Y eso es lo más estimulante de cara a un futuro que encaramos con ilusión y optimismo.
Y así llegamos a nuestro presente. Una parroquia mucho más pequeña de lo que fue, pero rica en su mejor capital: su gente. Una comunidad que continúa empeñada en contribuir a ese difícil objetivo de crear una sociedad mejor, más justa, libre y solidaria.
Esta es la realidad de hoy en San Pedro de los Arcos. Una realidad humilde pero tremendamente rica. Conocedora y orgullosa de su pasado, pero sobre todo y por encima de todo, enormemente ilusionada y comprometida con su futuro.
Publicado en La Nueva España el 31 de diciembre de 2010.
Buenos días, me gustaría saber si tiene algún tipo de información sobre las vidrieras de la iglesia de San Pedro de los Arcos: autor, documentación o dónde se puede conseguir. Le dejo mi dirección de email: ciberanita@gmail.com Muchas gracias y un saludo.
ResponderEliminar