Contar lo que ves, lo que a veces piensas, lo que en determinadas ocasiones sientes... compartir una parte de tu vida en definitiva. Un blog es como abrir una pequeña ventana a tu entorno. Como dice Luis Rojas Marcos: "Internet es positivo porque nos une, nos conecta. El estar conectado nos prolonga la vida y no solamente añade años a la vida, sino vida a los años". Y Oviedo, siempre.
martes, 30 de agosto de 2022
"LA BARRACA" EN OVIEDO
"La Barraca" en Oviedo
Sobre la visita a la ciudad de Federico García Lorca y la compañía que dirigió con Manolo Ugarte en 1932
29·08·22
Érase una vez una experiencia de teatro popular que pretendió, en una España con demasiada oscuridad, llevar algo de luz en forma de cultura por todos los rincones del país. La idea fue de Federico García Lorca. Expuesta en 1931 al ministro de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos, hombre vinculado a la Institución Libre de Enseñanza, quien le dio su aprobación. Lo que pretendía Lorca era "hacer arte. Pero arte al alcance de todo el mundo". La mayoría de los jóvenes componentes de "La Barraca" provenían de la universidad, amantes del teatro, convencidos de la importancia de sembrar de color un país gris y pobre no sólo económica, sino culturalmente. La compañía estaba dirigida por el propio Lorca y por Manolo Ugarte. Su debut tuvo lugar en la Residencia de Estudiantes de Madrid. En julio de 1932 iniciaron gira desde tierras sorianas para, a continuación, dejar las tierras de Castilla en dirección a Galicia. Tras representar en Ribadeo, el 2 de septiembre de 1932 actuaron en Grado cosechando un enorme éxito. Se cuenta que Lorca mantuvo con Valentín Andrés Álvarez, amigo con quien había coincidido en la Residencia de Estudiantes, una animada conversación hasta las tres de la madrugada en la sidrería "El Cabañu". El 3 de septiembre visitan Avilés. Y de Avilés rumbo a Oviedo, a donde llegaron el 4 de septiembre. A las doce y media de la mañana fueron recibidos con un ágape en la Universidad. Estaban presentes el decano, Ramón Prieto Bances y los profesores Estrada, Buylla, Granel y Carlón. También asistieron el ex director del Instituto de Enseñanza Media, Rogelio Masip y su compañero Acisclo Muñiz Vigo, así como representantes de otras instituciones de la ciudad. Concluida la recepción en la Universidad se dirigieron al monumento a Clarín. Allí, José Buylla manifestó: "De todos los homenajes rendidos a Clarín, ninguno tan conmovedor como éste en el que una juventud universitaria proclama el alto valor del maestro". Continuó el homenaje a Clarín en el cementerio de El Salvador. En presencia de su hijo, el rector Leopoldo Alas Argüelles, depositaron una corona de laurel en la tumba del escritor. De tarde, Lorca y sus acompañantes visitaron la Catedral acompañados por el canónigo Benjamín Ortiz, Ramón Prieto Bances y Víctor Hevia. Lorca permaneció sentado en un banco, en silencio, durante varios minutos. Tras salir de la Catedral se prodigó en elogios: "Esa Cámara Santa es un verdadero museo, valiosísimo, si no por la cantidad, por la calidad de lo que en ella se guarda. Un verdadero tesoro de un triple valor: religioso, histórico y artístico". Finalizada la visita sus pasos les acercaron al Fontán, para supervisar el "corral" donde actuarían esa noche. Todos los comentarios coincidieron en resaltar la belleza de la popular plaza ovetense. Un periodista escribió: "¡Pocos lugares en Oviedo que tengan un sabor de época tan característico como el de esa plaza de casas sencillas y recogidos soportales!". Se cuenta que, quizá llevado por la emoción acumulada en tan intensa jornada, Lorca manifestó: "El Fontán es el escenario urbano más importante de España". ¡Ahí queda eso! Las sillas colocadas por el Ateneo, responsable de que "La Barraca" viniese a Oviedo, se fueron ocupando con anterioridad a la hora de la función llegando a abarrotarse por completo. Fue el propio Lorca quien hizo la presentación del programa: tres entremeses de Cervantes, "La cueva de Salamanca", "Los dos habladores" y "La guarda cuidadosa". Resaltó el carácter altruista de su trabajo y que su único interés estribaba en que el pueblo "conociese el magnífico tesoro de nuestro teatro clásico". Gran ovación. Según recogía la prensa posteriormente: "el espectáculo se desarrolló dentro del mayor orden, sin que ocurriera ninguna clase de incidentes tan comunes en estas aglomeraciones de público en las que todos quieren colocarse en el mejor sitio". Al día siguiente, lunes, los componentes del grupo teatral visitaron los monumentos prerrománicos del Naranco guiados por el delegado de Bellas Artes, Aurelio de Llano y Roza Ampudia, y el escultor Víctor Hevia. Finalizada la visita, el Ateneo invitó al grupo a comer en el restaurante "Los Monumentos" en el que dieron cuenta de una gran fabada. Entre los comensales se encontraba el presidente de la Diputación, Ramón Peña, y "Los cuatro ases de la canción asturiana": Botón, Miranda, Cuchichi y Claverol. No es de extrañar que el ambiente fuera distendido, animado y divertido, especialmente por el sentido del humor con el que Claverol contaba distintas historias asturianas que hacían reír a los asistentes. De Oviedo partieron hacia Cangas de Onís y Santander. El 4 de septiembre se cumplirán noventa años de una efeméride reconstruida gracias a la hemeroteca y a un interesante trabajo, en 1982, de Juan Benito Argüelles en "Los Cuadernos del Norte". Recuerdo en el que va implícito el reconocimiento a esa gran labor popular de difusión de la cultura.
Foto: La Barraca en "Lo Monumentos" en 1932.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/08/29/barraca-oviedo-74283891.html
viernes, 26 de agosto de 2022
HISTORIA, LEYENDA, GEOLOGÍA Y GEÓLOGOS
Historia, leyendas, geología y geólogos
El pasado de la ciudad, a través de su subsuelo
22·08·22
Una imagen de la Ería, en torno a 1930.| Antonio Passaporte
Historia y leyenda. Así se titulaba uno de mis libros escolares favoritos. Un compendio de relatos de “fondo histórico y patriótico” que don Félix, mi profesor de 3º de EGB en San Pedro de los Arcos, utilizaba para habituarnos a leer en voz alta, para dictados y con el fin de fomentar nuestro interés por la lectura y la historia. Y ahora les cuento a qué viene esto. La semana pasada les hablé de las canteras, tejera, cuevas y areneros de la Ería. Un espacio que nos narra una parte de historia de la industria local de la cerámica, con Faro a la cabeza, y San Claudio por partida doble. No falta algo de leyenda. Se dice que en las cuevas de la Ería se había escondido en tiempos remotos un valioso tesoro y que estaban conectadas por galerías subterráneas con el Boquerón de Brañes y con el hospital. Hasta donde yo sé, ni tesoro, ni conexión alguna. Asimismo, se decía que allí se habían refugiado durante tiempo varias personas durante la guerra civil; de ser cierto, no encontré forma de corroborarlo. Constan varias fotos que, testigos mudos, nos cuentan cómo fueron aquellos areneros. Por otra parte hay toda una ciudad que está a la vista. Que ha perdurado a lo largo del tiempo. Desde nuestro inigualable prerrománico, pasando por el gótico o el barroco hasta un rico patrimonio industrial. El siglo XX, con aciertos y muchos errores, definió la ciudad de nuestros días. Pero hay otro Oviedo que no se ve. El que está bajo el suelo que pisamos a diario. De él hemos extraído la materia prima necesaria para la construcción y la siderurgia y, aunque los más jóvenes no sabrán de qué les hablo, arena para fregar las cocinas de carbón. Volvamos al arenero de la Ería. Era conocido como “La casería del Fraile” y se encontraba en la actual ubicación del Carlos Tartiere. No era el único. Los principales estaban en San Claudio-Piedramuelle, Olivares-La Argañosa, El Cristo-Ayones, Vega-Latores, La Manjoya y San Esteban de las Cruces-Colloto. No solemos prestar mucha atención a lo que tenemos bajo los pies. Pero vaya si es importante. No sólo fue y es necesaria la piedra para construir la ciudad pasada y presente. Es ineludible, asimismo, conocer nuestra geología antes de acometer cualquier obra. En la memoria de todos está el desalojo y derribo, en 1998, de viviendas en la calle Río Orlé de Ventanielles, vinculado a la construcción de un aparcamiento. Temo que, de llevarse a cabo –espero que no– la malhadada ronda norte pueda alterar la estabilidad de zonas como Toleo que, en 2013, dio un buen susto a los vecinos. Podrían verse afectados, asimismo, numerosos acuíferos.
Por eso es imprescindible contar con estudios geológicos rigurosos. Y, claro, hacerles caso. Muchos de ellos se deben a Manuel Gutiérrez Claverol, doctor en Geología por la Universidad de Oviedo, en la que ejerció la docencia durante 46 años. De entre su fecunda producción editorial frecuento la consulta a “Geología de Oviedo”, un trabajo esencial realizado junto con Miguel Torres Alonso, datado en 1995. Otro de los libros que guardo como oro en paño en mi modesta biblioteca de temática ovetense es “Canteras históricas de Oviedo”, publicado en 2012 junto a Carlos Luque Cabal y Luis Alberto Pando González; obra completa y valiosa que nos permite conocer la génesis pétrea de nuestro patrimonio artístico.
Además de sus publicaciones en revistas científicas, la actual labor divulgativa de Manuel Gutiérrez Claverol a través de estas páginas de LA NUEVA ESPAÑA logra hacernos asequibles saberes de complejidad técnica que nos ayudan a conocer con mayor profundidad (nunca mejor dicho) nuestra amada ciudad.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/08/22/historia-leyendas-geologia-geologos-73757329.html
miércoles, 17 de agosto de 2022
UNA DE CASETAS
Una de casetas
Sobre la costumbre estival de hacer refugios efímeros para pasar el día con los amigos
15·08·22
Haber sido niño en el Vallobín de los 70 tuvo sus ventajas. Una de las mejores, vivir rodeado de prados. Correr de sol a sol en ese horizonte difuso entre los límites del barrio y la falda del Naranco. Vida en libertad. Infancia en plenitud. No nos faltaban juguetes; SS. MM. cumplían puntualmente. Tampoco faltaba imaginación. Sabíamos convertir chapas de botellas en ciclistas. Unas tablas en un patinete con rodamientos comprados en el garaje de Lobato. Una rama con la forma adecuada en un "forcao" y cualquier material tirado en un vertedero (más de los deseables y más cercanos de lo recomendable) podía tener una segunda oportunidad. Uno de los empeños estivales era hacer una caseta. Un año hicimos una que tenía, palabra, ¡hasta moqueta! No nos faltaba ni ambientador. Alguien lo había tomado "prestado" en la droguería del bueno de Marcelino. Allí pasábamos el día charlando de cualquier trivialidad, echando algún cigarro que otro (los mayores que desafiaban la prohibición parental, claro está) o jugando a las cartas. En una ocasión se nos ocurrió la temeridad de intentar construir una en un árbol en la Avenida de los Monumentos. En un frondoso plátano de sombra. Pero, ante el elevado riesgo de acabar en la Casa de Socorro de la calle Quintana (sólo recordar el olor me eriza el vello), desistimos no la fuéramos a liar. Todo nuestro entorno era territorio para el disfrute. Y si queríamos columpios, que por el barrio no había ni uno, escapada al cercano Campo San Francisco y resuelto. Nuestros mayores también buscaban sus lugares de ocio y esparcimiento. Preferentes, los bares. Los muchos bares. Normalmente, en las horas de sobremesa o ya en la atardecida, había partida de cartas y, en algún caso, de dominó. Podría citar un montón de nombres de estos auténticos templos de encuentro vecinal, de tertulia, básicamente de fútbol que hablar de política, a excepción de algún irreductible, locuaz y testarudo asiduo que bien conocí, era bastante arriesgado. Tampoco era infrecuente, salvo que de la pared colgara el cartel de "se prohibe cantar y blasfemar", llegado el caso y al calor de los efluvios alcohólicos, echar unos cantarinos. Seguro que ustedes, ahora mismo, están evocando lugares como los que describo y que están, durmientes, en sus propios recuerdos. Ese mismo ingenio ancestral de construir cobijos lo tenían muchos jubilados que edificaban sus propios albergues. En San Pedro de los Arcos, contra el muro del chalet de Subirana, donde estaba la que, para mí, siempre fue "La casa embrujada" y hoy se ubica el Colegio Auseva, había una precaria caseta donde se juntaban a diario varios jubilados a conversar y a jugar a las cartas. La orientación sur al resguardo de los vientos fríos del norte conseguía que aquellos abuelos pasaran los días tan a gusto. Los recuerdos, a veces, se difuminan como cubiertos por una especie de neblina, pero, creo que, en la Ería de la Argañosa, había otra de estas construcciones. Con frecuencia pasaba por allí camino de casa de mi abuela en Buenavista. Entre esos recuerdos un tanto difusos, están el arenero, la tejera, las canteras, las cuevas, de las que se contaban historias fantásticas, la fábrica de galletas y Quitapesares. Seguro que alguno de ustedes recuerda mucho mejor toda esa zona. Otra de estas casetas estaba en el Paseo de Valdeflora, "vía del trenecillo" y, hoy, pista finlandesa. La primera fue construida por un grupo de jubilados en torno a 1975. En varias ocasiones quemada e, inasequibles al desaliento, levantada de nuevo. Doce años más tarde construyeron otra. Era conocida como "La Moncloa". Cuando había quorum para formar el "consejo de ministros" se daba inicio a reñidas partidas de tute o subastao. En fin, casetas en la memoria de todos. Sencillas y destartaladas. Pero no carecían de un caótico encanto y un ambiente bohemio añorado, tal vez, en los centros sociales de hoy.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/08/15/casetas-73571304.html
lunes, 8 de agosto de 2022
PEREGRINO AL SALVADOR
Peregrino al Salvador
Sobre la devoción de los fieles que entran en la Catedral de Oviedo
08·08·22
¿Qué sentirían los peregrinos que llegaban a nuestra Catedral del Salvador? Tenía que ser un momento realmente sobrecogedor. Pónganse, por un segundo, en las sandalias de la mayoría de esos caminantes que, como nuestro romero, no habrían visto más que paupérrimas aldeas. Impelido por su sencilla pero firme fe, tras semanas de camino, por fin, estaba allí. Su meta. O, tal vez, un alto en su destino final: Compostela; no en vano, Alfonso el Sabio define a los peregrinos como "los que andan en pelerinaje a Santiago o a San Salvador de Oviedo o a otros lugares de luenga e de estraña tierra". La sensación al elevar la mirada al cielo, siguiendo la silueta de la "gentil torre de la Santa Catedral Basílica, como un álamo de piedra dorada sobre el cielo limpio y lavado", en magistral definición de Pérez de Ayala, no dejaba indiferente a nadie. Bien lo sabían los arquitectos que crearon la belleza imposible. Retando lo conocido hasta entonces, alzaron arcos irrealizables. Crearon ventanales inverosímiles. Y rosetones inviables. Aquellos constructores de catedrales ansiaban tocar el cielo. Nuestro peregrino se achica. Se siente pequeño ante tanta grandeza. Ante lo sublime. Se sobrecoge. Con ese sentimiento cruza el pórtico y accede a la nave central. Ahora se deja envolver por la luz que, vaporosa, se filtra sutilmente por las vidrieras. Y el olor. Nuestro visitante está un poco desconcertado. Es un olor nuevo. ¿Huele así la inmensidad? ¿Huele así la infinidad? Una leve humedad secular le envuelve. Los padecimientos del camino han merecido la pena. Todo esfuerzo cobra sentido. Se siente abrazado por la historia. Se abandona en la calma. El tiempo no existe. Las ansias de los miles de peregrinos que hasta aquí han llegado confluyen en él. Con pasos torpes se acerca a la imagen del Salvador, probablemente de tiempos del obispo Pelayo (1098-1129) y que, casi seguro, estaría como titular en el centro del ábside de la primitiva Basílica del Rey Casto. La imagen está situada sobre un pedestal decorado con conchas, símbolo del peregrino jacobeo. Se fija en su policromía. En su gran tamaño. En su poblada melena y barba. Clava su mirada en su mirada serena. En su gesto. Roza, suave y respetuosamente, sus pies descalzos. En ella ve al Salvador, bendiciendo y sosteniendo el orbe en su mano izquierda. Conoce que es meta y salida de peregrinos que vienen a postrarse ante Él pues "quien va a Santiago y no a San Salvador, visita al Criado y deja al Señor". Nuestro peregrino desconoce que fue el rey Fruela el que dedicó una Basílica a San Salvador y a los Doce Apóstoles. Ignora que fue destruida en una incursión musulmana y reedificada por su hijo, Alfonso II, quien la erigió en Sede Episcopal en 812. No sabe que, desde entonces, nuestra Catedral está dedicada a San Salvador y a los Doce Apóstoles. Y que, como tal, el Salvador es el titular de la Catedral pero que no ostenta ningún patronazgo de la ciudad; Oviedo tiene patrona: Santa Eulalia de Mérida. No tiene ni idea de esa confusión –en la que reincide el propio Ayuntamiento– tal vez facilitada por la dificultad, en palabras de Silverio Cerra, hombre sabio y bueno, "de discernir entre titularidad y patronazgo, en que a veces se unifiquen templo y mapa". Ni lo sabe ni le importa. Está feliz. Coge un ramito del laurel con el que la imagen está engalanada ese día y continúa su camino con el cuerpo descansado y el alma serena. Mira de reojo el pomo que porta en su mano izquierda, que simboliza el mundo que se deposita en manos del soberano para que lo proteja. Confía que esté bien asido. No vaya a ser cierta la leyenda que dice que el día que la bola se caiga de su mano será el fin del mundo. Sabe que lleva un instante infinito de Oviedo dentro de sí. Para siempre.
Imagen: Litografía de Francisco Parcerisa del interior de la Catedral, realizada entre 1855 y 1857.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/08/08/peregrino-salvador-73161789.html
martes, 2 de agosto de 2022
CUANDO OVIEDO TUVO ALCALDESA
Cuando Oviedo tuvo alcaldesa
Sobre Eloína Suárez Suárez, que presidió la Corporación entre abril de 1978 y mayo de 1979
Eloina Suárez Suárez, en su época de alcaldesa | Santiago García López
Carlos Fernández Llaneza
01·08·22
Sondeando entre mis allegados si Oviedo tuvo alguna vez alcaldesa, la mayoría respondió que no. Pero Oviedo sí tuvo alcaldesa: Eloína Suárez Suárez. Entre el 6 abril de 1978 y mayo de 1979. A pesar de no haberla tratado personalmente en los últimos años, guardo un entrañable y afectuoso recuerdo suyo. Uno de los amigos de infancia pertenece al entorno familiar de Eloína. Un día, siendo unos críos, acompañé a mi amigo a casa de Eloína que, por entonces, aún no había accedido a la alcaldía. ¡Imagínense! ¡Estar en casa de una concejala de Oviedo! Tengo muy difuminado el recuerdo de aquel par de visitas pero permanece en mí la sensación de cariño y de afable hospitalidad que me transmitió. Si mal no recuerdo, nunca más volví a verla. Así que me parece adecuado, desde esta ventana que cada semana abro a Oviedo, tributarle un recuerdo. No eran años en los que la presencia de la mujer en la vida política fuera habitual. Costó mucho romper esa barrera. Hubo mujeres antes que ella en la Corporación. Las pioneras, Isabel Maqua Carrizo, viuda de Menéndez de Luarca; Gertrudis de la Sala y Jove y María Galán Carvajal. Tomaron posesión el 18 de octubre de 1929, con el fin de cubrir varias bajas por dimisión. Las tres estuvieron en el cargo hasta febrero de 1930. Pero volvamos a Eloína. Nació en Oviedo en noviembre de 1922, en el edifico que ocupaba el Sanatorio Getino; esquina de Conde Toreno y Asturias. Allí se ubicaba la tienda de ultramarinos "La Gran Vía" que regentaban sus padres, Manuel y Obdulia. Su madre, maestra destinada en un pueblo de Mieres, dedicaba las tardes a enseñar a leer a los mineros. Allí conoció al que sería su marido. Eloína no lo tuvo fácil en la vida. Siendo una niña le tocó vivir las dramáticas consecuencias de una revolución y de una guerra civil. Al igual que su madre, estudió magisterio. Se casó joven con Alfonso Fuertes, profesor de Filosofía del Derecho y Derecho Natural, fallecido prematuramente a los 37 años. Eloína, con 36 años, se quedó viuda y al cargo de sus seis hijos. No llegó a ejercer el magisterio; se hizo cargo del negocio familiar. Tras visitar en Francia negocios similares, convirtió la tienda en el primer autoservicio de Oviedo. Su empeño por mejorar la llevó a estudiar por las noches Dirección de Empresas. Con el derribo del edificio cerró la tienda. Trabajó también en Artespaña, situada entonces en un local con entrada por Uría y Pelayo.
El 7 de febrero de 1971 tomó posesión como concejala del Ayuntamiento, la única mujer en la Corporación. Desde 1975 era alcalde Félix Serrano González-Solares. Pero ante la enfermedad de éste debía asumir la alcaldía el primer teniente de alcalde, Higinio Rodríguez Pérez. Pero renunció. Así que todas las miradas y, supongo, no pocas presiones, recayeron en la segunda teniente de alcalde: Eloína Suárez Suárez. Con la llegada de Luis Riera en 1979 terminó su etapa de alcaldesa. Entrevistada por La Nueva España en junio de 2015 manifestó: "Cómo iba a pensar yo que sería alcaldesa de Oviedo. (…) Muchos pensaban que iba a decir que no, pero dije que sí. Soy del montón, que me toca ser alcaldesa, pues soy alcaldesa".
Quienes mejor la conocen la definen como una mujer trabajadora y luchadora. Una mujer que también, una vez jubilada, supo disfrutar de la vida. Presidió durante veintiún años la Asociación de Viudas y, durante muchos años, junto con su hermana Palmira, no faltaba a su cita en la Cocina Económica donde colaboraban habitualmente.
El periodista Orlando Sanz, en 1978, decía de Eloína: "No sólo hay que ver en su designación la conquista femenina del Ayuntamiento. La formación, seriedad, serenidad, integridad, delicadeza, rigor, suavidad, exigencia, sentido del deber, simpatía (podría seguir así hasta mañana) de Eloína hacen que podamos celebrar su llegada a la Alcaldía con satisfacción, tranquilidad y suma confianza".
En noviembre cumplirá cien años. Un siglo vivido en plenitud y siempre con vocación de servicio desinteresado a sus convecinos. Algo que hay que agradecer.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/08/01/oviedo-tuvo-alcaldesa-72035879.html