sábado, 30 de julio de 2022

LA CANCIÓN DE LAS NOCHES PERDIDAS

La canción de las noches perdidas Sobre la historia de La Vega y el protocolo recién firmado
25·07·22 Quiso el azar que, mientras leía la numerosa información sobre la reciente firma del protocolo sobre La Vega, escuchara de fondo a Sabina: "Esta es la canción de las noches perdidas / que se canta al filo de la madrugada / con el aguardiente de la despedida / por eso suena tan desesperada". Inmediata y curiosa asociación de ideas: leyendo la noticia temo que Oviedo sea, una vez más, la ciudad de las ocasiones perdidas. Quizá compartan conmigo la creencia de que hemos dejado pasar muchas oportunidades a lo largo de nuestra secular historia. ¿Corre el riesgo La Vega de convertirse en otra de esas oportunidades perdidas? Temo que así pueda ser. Según el preacuerdo Defensa se queda una parte de la parcela con la intención de edificar mil viviendas incluyendo una torre de 25 alturas que, ufana y agresiva, pretende hacer sombra a la esbelta torre catedralicia, "poema romántico de piedra, delicado himno" en inigualable descripción clariniana. Cabe recordar que en Oviedo contamos con cerca de veinte mil pisos vacíos. Y, por si todo fuera poco, desaparecen los chalets de la Tenderina, con los que Defensa incumplió su obligación de conservación y que podrían prestar valiosos servicios a los barrios cercanos, además de configurar una perfecta integración entre el interior de la parcela y la trama urbana. Pero si Defensa se lleva los beneficios no ocurre así con las numerosas cargas que recaerán, en buena medida, en todos los ovetenses. Por su parte, el Principado, interviniente sobrevenido, se suma a la operación y se otorga la nave de cañones para un "centro de investigación e innovación". Y ¡atención! ¡La autopista por el medio del recinto! Pareja al polo de investigación biomédica, lo que no parece lo más razonable. Por otra parte, no hay que olvidar que en la parcela de La Vega es más que probable que se encuentren los restos de un complejo palatino de Alfonso II vinculado a Santullano, como así lo describieron en un anejo de la revista "Nailos" en 2016, César García de Castro y Sergio Ríos por lo que sería obligado un riguroso estudio arqueológico. Hay una pregunta obvia, ¿se ha contado, en su planificación y diseño, con urbanistas de prestigio en algún momento? La Vega es una oportunidad de futuro para Oviedo que no podemos malgastar. Un patrimonio histórico que brindaría a la ciudad un espacio con gran potencial para multitud de usos. Pero, además de todo esto, hay un dato nuclear muy importante y esencial en todo este proceso: nadie ha tenido en cuenta nunca a las legítimas propietarias de buena parte de los terrenos: las Pelayas. Recordemos: 31 de julio de 1854. Seis de la mañana. Las religiosas de La Vega abandonaban su monasterio con destino al de San Pelayo. La razón es que la Junta de Gobierno de Asturias y el Ayuntamiento las habían conminado a abandonarlo con el fin, supuestamente, de crear en sus dependencias un hospital ante la posibilidad de un brote de cólera en Asturias. La atemorizada comunidad de La Vega no atisba ninguna posibilidad de impedir "tan arbitraria e ilegal decisión". Esa misma noche, "la comunidad por evitar algún atropellamiento que se susurraba y lanzando gritos al cielo se resolvió a dejar su inolvidable morada". Un día después de ese injustificado traslado, la Junta Provincial de Gobierno, ya desocupado el monasterio, se pone de acuerdo con el director de la fábrica de armas "para que se haga la distribución de la parte que ocupar". Así se consumó el traslado de esta comunidad hacia el monasterio de San Pelayo. Allí estuvieron hasta que sólo quedaba con vida Manuela Mier Castañón, única heredera, por tanto, de todos los bienes de la comunidad de La Vega. Así pues, la comunidad de San Pelayo pasa a ser la beneficiaria de los bienes. No hay documento alguno de venta, compra, cesión o expropiación. Se ha argumentado que no procede este razonamiento puesto que fue afectado por la desamortización de Mendizábal; falso. La desamortización había ocurrido varios años antes y sólo era aplicable a monasterios con menos de doce monjas. La Vega, entonces, contaba catorce y dos de "velo blanco" (novicias) así que ese razonamiento no es válido. Santa María de la Vega no era sólo el recinto monacal amurallado; buena parte de predios rurales que lo circundaban también pertenecían a la comunidad como "el prao grande", "la Nozaleda" y otros. ¿Es justo que no se repare este abuso? Claramente hay una deuda pendiente de resarcir con la historia y con la comunidad benedictina de San Pelayo. Perder la visión de La Vega en su totalidad desmembrándola en tres trozos no parece la mejor idea. Pero peor es carecer de la visión de conjunto de la ciudad. Es necesario pensar y planificar el futuro de Oviedo desde una perspectiva global para acertar en lo concreto. Con un proyecto determinado de ciudad. No deberíamos planificar nada en La Vega sin saber qué queremos hacer en el Cristo, el Naranco, fábrica de gas u otras zonas. La segunda mitad del siglo XXI llama a la puerta y es necesario abrirla con una respuesta ambiciosa, integral, sostenible, amable, pausada, participativa y beneficiosa para el conjunto de los ciudadanos. Así pues, ¿será Oviedo, una vez más, la ciudad de las noches o, en este caso, de las oportunidades perdidas?. Hagamos entrar en razón a la sinrazón. No nos merecemos otra canción desesperada. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/07/25/cancion-noches-perdidas-70064058.html

martes, 19 de julio de 2022

AY, VIEJO HUERTO DE SAN FRANCISCO...

Ay, viejo huerto de San Francisco Los cuidados que necesita el Campo
18·07·22 “Campo de San Francisco, justo orgullo de los ovetenses”. Acertada definición del Campo con la que me siento totalmente identificado. El Campo es uno de esos espacios sustanciales para cualquier ovetense actual, pasado o futuro. Por eso es imprescindible preservar y defender este espacio, me atrevo a afirmar, casi sagrado. Hace unos días protagonizó varias noticias. Unas para alegrarnos: reparación del pavimento, bordillos, elementos metálicos, recuperación de fuentes y la tan ansiada restauración del quiosco del Bombé. Enhorabuena a los responsables. Otras son más preocupantes. Por un lado, la sentencia que rechaza la obligación para el Ayuntamiento del derribo del edificio conocido como “Pavo Real” que reclaman, asistidos por el más elemental sentido común, “Los Franciscanos”. Mi primer escrito en LA NUEVA ESPAÑA fue un ya lejano 30 de noviembre de 1992 en cartas al director. En aquellas líneas lamentaba lo inoportuno de esta construcción preguntándome sobre la legalidad de la misma y señalando que “el Campo es un tesoro heredado que debemos legar”. Treinta años después sigo pensando lo mismo. Ese edificio, además de innecesario y superfluo, atenta contra la magnífica obra de Juan Miguel de la Guardia impidiendo contemplar el templete como lo concibió el arquitecto al que Oviedo tanto debe. Otra noticia preocupante es la demora de la restauración del mosaico del Paseo de los Álamos, a la espera, según parece, de la pretendida ampliación del estacionamiento de la Escandalera. Y digo bien: preocupante. La reparación del mosaico es tan necesaria como urgente. Desde el recuerdo de las masivas y exitosas manifestaciones en el verano de 2010 en contra de la pretensión de construir un aparcamiento, me pregunto, ¿procede la ampliación del estacionamiento bajo el Campo con el consiguiente riesgo de afectación al arbolado y al mosaico? Más bien lo que urge es la restauración de la obra de Antonio Suárez, composición que se ha convertido, por derecho propio, en uno de los símbolos de la ciudad. Ignacio Álvarez Castelao consideraba al mosaico de Suárez como “uno de los mayores tesoros de Asturias”. Para Ana Gago, doctora en Historia del Arte y experta en la obra de Suárez, el mosaico de los Álamos “es la mejor obra de arte urbano moderna de Oviedo”; por cierto, en una conferencia en el RIDEA en 2014 ya advertía de que “no podemos tolerar más salvajadas en el pavimento de los Álamos”. Como dice la canción, “la vida sigue igual”. En 1996, en un artículo publicado en estas páginas, la entonces profesora de Historia del Arte Contemporáneo de la Universidad de Oviedo, Covadonga Álvarez Quintana, decía sobre el mosaico que “su valor testimonial se incrementa por efecto de su condición de obra aislada y de excepción en el contexto asturiano”. Gran acierto al confiar en Antonio Suárez. El artista realizó los bocetos sobre papel de estraza durante dos días y dos noches en el suelo del salón de su casa, entregando seis cartones de 4x9,5 metros, que debían repetirse doce veces cada uno hasta cubrir los setenta y dos rectángulos diseñados por el arquitecto municipal Florencio Muñiz Uribe. En noviembre de 1966 se pudo admirar el trabajo concluido. Es obligado reconocer no solo el valor artístico de esta obra, sino su fuerte carácter representativo, máxime si se tiene responsabilidad de gobierno; por tanto, urge su recuperación para que las generaciones futuras de ovetenses sigan pudiendo pasear sobre una auténtica obra de arte, unánimemente elogiada, que para siempre forma parte del valor totémico que posee nuestra fronda franciscana; la misma de la que dice la vieja copla: "Ay, viejo huerto de San Francisco/ el de los árboles altos/ donde se cumplen los gustos/ y al hospital van los llantos”. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/07/18/ay-viejo-huerto-san-francisco-68440517.html

jueves, 14 de julio de 2022

LA FINLANDESA, UN PASEO ESENCIAL

La finlandesa, un paseo esencial
Ignacio Sánchez de Posada, Tito Posada, en la pista finlandesa, en mayo de 1987. | Santiago García López 11·07·22 Hubo un tiempo en el que el lugar preferido para el paseo de los ovetenses era, sin duda, el Paseo de los Álamos; por cierto, hace unos días supe que fue apodado como el "tontódromo", cosas de la mordaz socarronería ovetense. Actualmente, caminar se ha transformado en sana actividad deportiva y para ello disfrutamos de muchas opciones al alcance de la mano por nuestro magnífico y envidiable entorno rural. Una de esas opciones es la pista finlandesa; sospecho que ya nadie lo recuerda por su nombre original de Paseo de Valdeflora. La idea tiene la paternidad del médico y entonces concejal socialista de Sanidad y Medio Ambiente, Ignacio "Tito" Sánchez Posada, quien consideró que sería un buen lugar para mejorar la salud de los ovetenses y un espacio idóneo "para realizar deporte al aire libre, aunque tendrá un uso social bastante más amplio". No se equivocaba. Su acertada apuesta resultó todo un éxito. La pista tuvo un coste de 22 millones de pesetas y, en su inicio, una longitud de 1,7 kilómetros, ampliados sustancialmente en 1992. La pista, bien lo saben la multitud de diarios caminantes, es una atrayente frontera, un tanto desdibujada, en la que la ciudad y el monte transcurren en paralelo de la mano. El verde se huele, se palpa, se siente fresco y renovado. Aves, árboles, plantas… nos indican que estamos en un lugar de linde. La naturaleza sale a nuestro encuentro. Pero, además, transitamos por un recorrido que atesora una interesante historia. El Naranco tuvo atractivo minero al menos desde el siglo XVII. Para facilitar el transporte del mineral de hierro que se arrancaba de sus entrañas se construyó un ferrocarril desde Villapérez hasta San Pedro de los Arcos, cerca de la estación del Norte. A finales de 1878 llegó al Ayuntamiento la petición de permiso de obra del ferrocarril minero, solicitud recibida con desconfianza y preocupación; se temía que el trazado propuesto, paralelo a la traída de agua de Fitoria hacia los Pilares, visible aún hoy en la pista, pudiese dañar la conducción del agua. El tren minero, inaugurado el 1 de febrero de 1880, discurría por la actual pista finlandesa y, por tanto, sobre su antigua caja caminamos hoy. Poseía una longitud de 7,5 kilómetros con una anchura de 0,6 metros. Comenzaba en la actual cantera de Orgaleyu y terminaba en un plano inclinado hasta el cargadero de la actual estación de Renfe, prácticamente pegado a lo que hoy son las escaleras de subida al parque de San Pedro. Los vagones eran inicialmente tirados por mulas, pero más tarde éstas fueron sustituidas por máquinas de vapor. El trenecillo fue utilizado, ocasionalmente, por vecinos de la zona para sus desplazamientos e incluso, sirvió, en 1902, cuando se produjo la visita a Asturias de Alfonso XIII, para acercar al joven monarca y a su comitiva a los monumentos ramirenses, empresa nada fácil en aquellos años, dada la inexistencia de carretera La producción de mineral de hierro se mantuvo en las minas del Naranco hasta 1915, aunque las vías permanecieron varios años como testigos mudos de la antigua actividad minera. Hoy, en nuestro recorrido por este singular paseo, contemplamos un paisaje envidiable. Asturias entera quiere abrazar la ciudad. Y como compañero de andadura, abrigándonos, el Naranco. Vigía y guardián. En algún lugar del recorrido se antoja que la ciudad quisiera trepar por el verde como queriendo conquistar lugares que no le pertenecen. Sigamos andando. Contemplando. Disfrutando. Y exigiendo que siga así. Para que ninguna obra anacrónica, insensata, innecesaria e injustificable nos robe para siempre este paseo esencial. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/07/11/finlandesa-paseo-esencial-68194498.html

lunes, 4 de julio de 2022

RESPUESTA

Respuesta Los porqués de la defensa del Naranco Carlos Fernández Llaneza 04·07·22
Un amigo, seguidor de estas líneas, me comentó en una ocasión que, a veces, dejaba aflorar excesivamente mis sentimientos en mis textos. Me dio que pensar. Soy bastante celoso de mi intimidad. Quizá sea como los actores que, aun profundamente tímidos, en el escenario se trasforman. Posiblemente el payaso que tanto hice (literal, no peyorativamente) y llevo dentro salta por encima de barreras y filtros autoimpuestos. Pero qué quieren que les diga. Cuando escribo percibo que hablo con usted, que ahora me lee, cara a cara. En diálogo íntimo. Me parece que eso está bien. Enlazo lo anterior con lo que les confieso a continuación. Una caminata en una reciente y magnífica tarde de junio. Paro súbitamente. Y contemplo. Inmóvil. Con todos los sentidos en alerta. Admirando. Siento que quisiera hacerme aire para no estorbar. Fundirme entre el acompasado balanceo del verde de los avellanos y acebos que me rodean. Intento no moverme. Evitar el crujido de mis pasos sobre el terreno pedregoso. Los troncos se dejan mecer gustosos. A lo sumo, de cuando en vez, emiten un ligero chirriar, como un liviano y sereno lamento. El verde domina. Apabulla. Grillos y pájaros acompañan al sonido tenue de la hojarasca que la brisa revuelve. Todo lo demás se difumina. Nada es ahora todo. En ese momento te diluyes. Te desintegras para recomponerte, como una pieza más, en el entorno que me circunda. Ese es el momento. En ese instante sientes que ahí, justamente ahí, confluye tu propia historia. Todas tus horas caminadas. Disfrutadas. Los primeros paseos de la mano de mi padre. Las primeras incursiones infantiles con espíritu aventurero, con ínfulas de aguerrido explorador por este Naranco que disfruto cotidianamente y que “millares de siglos antes de existir Oviedo ya era ovetense”. Sientes que todos esos momentos de vida desembocan en ese preciso instante. Y en ese segundo brota la respuesta más clara, nítida y concluyente que hayas tenido nunca: formo parte de esa realidad. Voy a intentar hilvanar todo lo anterior con otro suceso. Paso por el paseo de Valdeflora –pista finlandesa– casi a diario yendo o viniendo de distintas rutas. Con relativa frecuencia, siempre respetuosamente, me paran caminantes para comentarme alguno de los escritos compartidos en estas páginas; últimamente, principalmente sobre la Ronda Norte; alguno a favor, la mayoría en contra. Con todos intento argumentar lo que sinceramente creo. El pasado viernes una persona con la que no había hablado en mi vida me preguntó que por qué me empeñaba tanto en defender el Naranco y Oviedo. Que si no me sentía un poco “Quijote”. Pues bien, en el relato anterior de esa tarde de junio, anónimo amigo, tiene la respuesta. Y añado: no quisiera que mis nietos, si algún día los tengo, me juzguen por no haber defendido, con aciertos y, seguramente, errores, lo mejor que tenemos en esta ciudad: nuestro patrimonio. Nuestra memoria. Nuestro futuro. Humildemente, quisiera estar en el lado correcto de la historia. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/07/04/respuesta-67947153.html