viernes, 31 de diciembre de 2010

Y la historia milenaria continúa...

Y LA HISTORIA MILENARIA CONTINÚA...


Cuando ya el almanaque de este 2010 se ve despojado de sus hojas, y se han desvanecido prácticamente los ecos de todas las celebraciones del centenario del templo de san Pedro de los Arcos, me gustaría concluir mi particular homenaje con este cuarto y último artículo, antes de que 2010 baje definitivamente el telón.

Gracias a la colaboración de La Nueva España, desde estas páginas anunciamos la celebración del centenario, su porqué, su justificación. Conocimos algo más a Luis Bellido, su vida y su obra. En el artículo titulado “San Pedro del Otero” profundizamos en los anales más remotos de nuestra parroquia y por tanto, hemos hecho un breve recorrido por la biografía de san Pedro en este último siglo.

Queda mucho por contar, mucha vida albergó este viejo otero; no en vano, la crónica diaria de Oviedo, corrió a sus pies y así fue testigo privilegiado de cientos de sucesos claves en el transcurrir vital de la propia ciudad, pero eso, hoy al menos, es harina de otro costal.

Hoy quiero hablar de otra historia; la que habla de “piedras vivas”. La que cuenta lo que se vive desde dentro de esos muros centenarios, de la vida compartida en Comunidad en este último siglo de forma especial.

Un relato de esa segunda mitad del s.XX que bien podría empezar en aquellos años 60 en los que el Concilio Vaticano II inundó de aire fresco la Iglesia, del que san Pedro no se quedó al margen. Los años 70 y 80 vieron florecer una nueva Comunidad plural, más encarnada y comprometida con su entorno, más implicada en los problemas sociales del barrio y en el movimiento asociativo vecinal. De ella empezaron a surgir grupos de jóvenes que descubrieron que el compromiso social y la solidaridad son elementos imprescindibles de nuestra condición de creyentes y así, en esos años, desde dentro de la Iglesia surgieron no pocas vocaciones sociales e incluso, políticas. Esa es, efectivamente, otra historia, que no habla de lejanos sucesos, ni de estilos arquitectónicos; habla de personas, habla de compromiso. Esa es la realidad más gozosa y el presente más dichoso.

Hemos celebrado un centenario mirando hacia al camino andado, sí; pero ante todo lo festejamos mirando al futuro y desde la convicción de que la Iglesia en este s.XXI, a pesar de sus defectos, puede aportar mucho a nuestra sociedad. Y en san Pedro lo intentamos cada día. Pretendemos colaborar con los padres a educar a niños y jóvenes confiando en que valores como la justicia, la solidaridad, la libertad, sean más que bonitas palabras. Desde san Pedro de los Arcos, en este 2010, se sigue desarrollando una intensa labor de apoyo y ayuda a los más necesitados, y muchos se sorprenderían posiblemente de las cantidades que se manejan. Desde una comunidad como esta, pequeña, se sigue efectivamente viviendo la fraternidad. Y eso es lo más estimulante de cara a un futuro que encaramos con ilusión y optimismo.


Y así llegamos a nuestro presente. Una parroquia mucho más pequeña de lo que fue, pero rica en su mejor capital: su gente. Una comunidad que continúa empeñada en contribuir a ese difícil objetivo de crear una sociedad mejor, más justa, libre y solidaria.


Esta es la realidad de hoy en San Pedro de los Arcos. Una realidad humilde pero tremendamente rica. Conocedora y orgullosa de su pasado, pero sobre todo y por encima de todo, enormemente ilusionada y comprometida con su futuro.


Publicado en La Nueva España el 31 de diciembre de 2010.


jueves, 23 de septiembre de 2010

El Patrón de Oviedo

San Mateo no es el patrono de Oviedo

n El patronazgo de la ciudad corresponde a San Salvador, y Santa Eulalia es la patrona de la diócesis


San Mateo no es el patrono de Oviedo
San Mateo no es el patrono de Oviedo


" Un pueblo sin tradición es un pueblo sin porvenir."

(Alberto Lleras Camargo)

Con permiso de mi querida y admirada Carmen Ruiz-Tilve, que ya habló reiteradamente del asunto, e incluso con el de Javier Neira, que también lo mencionó en varias ocasiones, no puedo resistir la tentación de aportar una modesta contribución para aclarar el asunto del patronazgo de la ciudad, que, al parecer, no está muy claro, puesto que más de uno salió el martes de la misa de San Mateo con alguna duda que otra.

San Mateo no es el patrono de la ciudad, pese a que muchos puedan creer que lo es, qué le vamos a hacer... Nuestro patrono, que para eso somos los de Oviedo así de grandes, es el mismo Dios, qué menos..., para ser exactos, San Salvador, que celebra fiesta en el mes de agosto, día 6. Y no confundir patronazgos tampoco con Santa Eulalia de Mérida, mártir del siglo IV, con fiesta en el calendario el 10 de diciembre, que es patrona de la Archidiócesis de Oviedo desde 1639.

El pobre San Mateo, es un decir, pasaba por allí, puesto que el 21 sólo tiene la virtud de ser el séptimo día después del día 14, festividad de la exaltación de la Santa Cruz, o inicio del jubileo de la Santa Cruz o de la perdonanza. Los peregrinos que visitaban la Catedral y cumplían los requisitos precisos en los siete días posteriores gozaban de indulgencia plenaria, y como la perdonanza concluía el 21, pues ya tenemos disculpa para la fiesta..., y aunque hubieran pecado con fruición, indulgencia plenaria al canto, y ya está «armá», que nuestros paisanos de la época también sabían celebrar fiestas, dicho sea todo lo anterior con el debido respeto, por supuesto.

Oviedo puede presumir orgullosa de un brillante y rico pasado en tradiciones y de ocupar un relevante sitio en la historia de aquella incipiente Europa, que para eso nuestro Alfonso II ya se codeaba en la corte de Aquisgrán con el mismo Carlomagno, y nuestra Sancta Ovetensis fue foco de atracción durante siglos de peregrinos de toda Europa, por la gran cantidad de valiosas reliquias que acoge, y visita obligada para todos aquellos que siguiendo el peregrinar del mismo Alfonso II, descubridor, a la sazón, del supuesto sepulcro, encaminaban sus pasos a venerar la tumba del apóstol Santiago, pero eso ya es harina de otro costal...

Un día, el de San Mateo, para sentirnos orgullosos de ser ovetenses, eslabones de esa cadena formada por miles de ovetenses que durante siglos nos precedieron, dando continuidad a esa historia repleta de ricas tradiciones, a ese extenso patrimonio cultural configurado a lo largo de los siglos, que no debemos dejar que caiga en el olvido, y que espero sinceramente que -entre otros muchos- sea motivo de que Oviedo goce del privilegio de ser capital europea de la cultura en 2016.


Publicado en La Nueva España el 23 de septiembre de 2010

viernes, 4 de junio de 2010

Club de Prensa de La Nueva España. 3 junio 2010

Ruiz-Tilve: «San Pedro era una Arcadia feliz que la ciudad se tragó al crecer»

La cronista celebró la esencia rural del barrio, cuya historia, escrita por Carlos Fernández Llaneza, acaba de reeditarse en el centenario de la parroquia





Jorge Luis Fernández, Carlos Fernández Llaneza, Carmen Ruiz-Tilve y Alberto Reigada, ayer, en el acto dedicado al centenario de San Pedro de los Arcos.
Jorge Luis Fernández, Carlos Fernández Llaneza, Carmen Ruiz-Tilve y Alberto Reigada, ayer, en el acto dedicado al centenario de San Pedro de los Arcos. sergio prado

Ch. N.

Las jornadas dedicadas a celebrar el centenario de la parroquia de San Pedro de los Arcos tuvieron ayer una sesión estrella en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA con un programa doble. En otro aniversario, Carlos Fernández Llaneza, autor hace doce años del libro «San Pedro de los Arcos, una historia milenaria», presentó la reedición de este volumen. Y a su lado, madrina reconocida de aquella obra, la cronista oficial de Oviedo, Carmen Ruiz-Tilve, tejió el hilo de sus recuerdos del barrio.

No fue, como ella rechazó, a pesar de que el programa así lo anunciaba, un pregón de las fiestas de San Pedro. «Simplemente voy a hablar, hablar de recuerdos», se presentó Ruiz-Tilve. Antes y después el párroco de San Pedro, Jorge Luis Fernández, presentó a los invitados, que incluyeron también al ex párroco Alberto Reigada, encargado de glosar la figura de Fernández Llaneza.

Ruiz-Tilve tiró, pues, de sus recuerdos e hiló un retrato de San Pedro a través de tres momentos. El primero, el milenario, fue el del «sitio privilegiado» nacido en la falda del Naranco, hasta la edificación de la primera iglesia. «En ese momento el barrio cambia», reflexionó Carmen Ruiz-Tilve, «pero sigue siendo un barrio rural».

Ahí, en la ruralidad de San Pedro, encontró la cronista la esencia del barrio. Y lo hizo ya cuando, con sólo un año, se mudó a la zona. «Las largas caminatas para llegar hasta allí quedaban compensadas con el hecho de vivir en la Arcadia, una Arcadia feliz que en los cincuenta vivió sus años de oro». Eran épocas en que los niños jugaban en ese entorno rural, ajenos a la guerra reciente, describió, y con fiestas rurales que celebraban «la hermandad, la vecindad con otras zonas, como La Argañosa».

Todo ello llegó a su fin con la tercera etapa. «La ciudad creció y se tragó todas las Arcadias», resumió Ruiz-Tilve, quien reclamó un recinto ferial donde la ciudad pueda recuperar su esencia rural.

Fernández Llaneza, por su parte, recordó la ilusionante gestación de su obra, ahora reeditada, «un libro con forma de sueño o un sueño con forma de libro», declaró.

Presentación del libro "San Pedro de los Arcos, una historia milenaria" Club de prensa de LNE

“San Pedro de los Arcos, una historia milenaria”

Oviedo, 3 de Junio de 2010


Me gustaría colocar un par de frases a modo de pórtico de uno de los grandes genios del s. XX. Albert Einsten. Dijo dos cosas, entre otras muchas, claro, que hoy me gustaría evocar:


1ª. “Lo importante es no dejar de hacerse preguntas”. Eso nos moverá a buscar respuestas”. Y eso es para mí lo que me justifica toda esta aventura.


2ª. “No tengo talentos especiales, pero sí soy profundamente curioso”.

Sin comentarios.


Y una de Marco Tulio Cicerón:


La historia… testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, testigo de la antigüedad.

No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños”.


Y empiezo.


El 8 de julio de 1998, encaraba por primera vez una situación tan absolutamente novedosa y agradable para mí, como era la presentación de un libro. Tal es así, que llegué a compararlo, salvando las distancias, con la emoción sentida en el nacimiento de mis hijos.


Comenzaba entonces citando un proverbio oriental que dice: “Ten cuidado con tus sueños. Pueden llegar a cumplirse”. Y es que, el que aquel libro sobre la historia de San Pedro de los Arcos, que tantas horas me exigió, viera la luz, era sin duda un sueño. Un sueño que afortunadamente se hacía realidad. Aquel libro se había convertido en el cajón donde estaban todas las respuestas a un montón de preguntas, más o menos conscientes, que me perseguían desde niño esperando ansiosas, ese momento.


Mi buen amigo Alberto Reigada, que oficiaba junto con Carmen Ruiz-Tilve, como no, de presentador, me definía como “fascinado por San Pedro” y según su hipótesis, esa fascinación era la que me provocaba todas las preguntas a las que intentaba dar respuesta en ese libro.


Alberto, que bien me conoce, no andaba descaminado. En alguna ocasión, he culpado a un calendario que había en mi casa allá por finales de los 60 con fotos antiguas de Oviedo, de ser en parte la génesis de esas preguntas. Luego, aquellas fotos se convirtieron en cuadros que desde las paredes de la salita de mi casa, reiteraban día tras día aquellas preguntas como una especie de lejano eco inconsciente. Protagonizaban aquellas viejas fotos coloreadas, la antigua iglesia de San Pedro, y los Pilares, con sus orgullosos 41 arcos, en una con el telón majestuoso del Naranco de fondo, y en otra metiéndose en el corazón mismo de la ciudad, como reclamando un futuro que el tiempo y la estupidez humana le negaron. ¿Qué había sido de aquella vieja iglesia? ¿Desde cuándo presidía el otero de San Pedro? ¿Quién había hecho aquel fantástico acueducto? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué había sido de él? Preguntas que hallaron respuesta para mí satisfacción en aquel libro sobre el que por entonces decía, que para muchos sería un libro más, pero que para mí era “el libro”, porque más que una recopilación de historias, era un libro que en buena medida llevaba sus páginas impregnadas de mi propia vida.


De todas aquellas historias contadas, había tres que me llamaban poderosamente la atención y a las que dediqué una especial dedicación. La primera, hurgar en el pasado más distante del entorno de San Pedro. Encontrar datos que apuntalaban mi tesis de que desde ese otero se veneraba al pescador galileo desde época romano visigótica, era un motivo de alegría y alborozo sin igual. Cualquier referencia que lograba añadir relativa a siglos remotos, por pequeña que fuera, me hacía saltar en la silla. Y así con muchos otros datos más rescatados del polvo del olvido.


Otro capítulo especial, fue el dedicado a los duros días vividos en los difíciles años de la revolución de octubre del 34 y especialmente en los meses transcurridos desde julio a octubre de 1936, en los que la iglesia y su emplazamiento fue una especie de oscuro objeto de deseo codiciado por unos y por otros y por cuyo control se pagó un alto precio en sangre.

Algún día también lograré acabar un trabajo sobre este trágico episodio de nuestra historia que duerme desde hace años, ansioso por despertar.


Y el tercero, como no, los Pilares. ¡Qué majestuosa construcción! Las fotos del calendario que antes comentaba, quedaron grabadas en mi memoria de forma indeleble y suponía que aquella magnífica obra tendría tras de sí una fantástica historia digna de ser contada y casi cantada si fuera trovador a la antigua usanza. Y así empecé a rebuscar entre libros, archivos, periódicos… A buscar fotos por el rastro, tiendas de antigüedades y en todos aquellos lugares que sospechaba podían tener una vieja foto, o una vieja historia, que tanto da que da lo mismo, y que poco a poco iban engordando una antigua carpeta negra de plástico que pasó por azar del destino de contener las láminas de dibujo del colegio, a albergar el embrión de otra historia de Oviedo, la de “Los Arcos de los Pilares”, felizmente recogida para mi satisfacción en el que fue mi segundo libro, “Los Pilares de Oviedo”


Y así, pieza a pieza se iba componiendo el puzzle de la historia de san Pedro. Con un dato de aquí y otro de allá, ese codiciado sueño de conseguir tejer un libro con todo lo recopilado, tomaba cuerpo. Y doce años después, ese libro con forma de sueño, o ese sueño con forma de libro, nos vuelve a convocar. Y nada menos que con motivo de la celebración del centenario de nuestra iglesia parroquial. Cien años viendo discurrir la historia de Oviedo paralela a su propio devenir. Cien años que dieron para ver y sentir mucho gozo y mucho sufrimiento. Un siglo viéndose protagonista involuntaria de muchos de los momentos críticos de la historia de nuestra ciudad.

“Celebrar un centenario es mirar también adelante” decía Jorge en el tríptico que elaboramos para la conmemoración, y así es, pero eso no impide que miremos de nuevo hacia el camino andado, recuperar de nuevo, orgullosos, nuestra propia historia y rendir nuevamente, un sentido homenaje a todos los que nos precedieron con la reedición de nuestro libro, la ocasión bien lo merece...


Os confieso que hurgar en las entrañas de la historia de San Pedro ha sido fascinante, divertido y emocionante.

Decía entonces, que como afirman los teóricos de la física, viajar en el tiempo es imposible. Y yo discrepaba. Yo lo había conseguido. Había conseguido viajar al pasado. Creedme. Lo que conseguí sumergiéndome de cabeza y corazón en esta historia que hoy tenéis en vuestras manos, fue realmente mágico. Viví un viaje apasionante, y si queréis, voy a intentar transmitir, contar, parte de lo que sentí. De lo que viví.


Y aquí es donde habría que empezar con el consabido: “Érase una vez hace mucho, mucho tiempo…” porque a ver que historia que se precie no empieza con ese toque de atención, la frase mágica que nos advierte de que vamos a escuchar una historia como aquellas que antaño se contaban en torno al fuego del hogar y que hacían gozar a toda la familia, en ausencia de radios y televisores, de noches interminables, agradables y mágicas.

Pues vamos allá... Érase una vez... y estoy en un altozano rodeado de un fresco verdor, sumido en las neblinas del tiempo, con una ciudad que aún no se adivinaba. A escasos metros del altozano se halla un castro. Nos encontramos en plena edad del hierro. Gentes diferentes, ritos distintos, costumbres ancestrales... ¿sería disparatado pensar que en nuestro otero había un lugar de culto pagano...? No sería una tesis imposible, pero no se puede demostrar.

Continuamos. Y como si gozáramos de la ansiada máquina del tiempo de H.G. Wells, damos un pequeño salto y aparecemos en nuestro otero de San Pedro, unos cuantos siglos después en año incierto de época románico visigótica. Hay una pequeña capilla. A lo lejos veo lo que empieza a querer ser ciudad. Pequeñas construcciones dispersas. Es emocionante. A tantos siglos aun de que llegue la modernidad, y aquí, ya estaba una pequeña capilla para que los humildes lugareños se acercaran a rendir culto al pescador de hombres...

Y esto que os cuento, tan remoto en el tiempo que puede sorprender a más de uno, no es fruto de mi invención ni de una desbocada fantasía, no... que ya en las actas del Concilio I convocado en Oviedo por el rey Alfonso en el año 811, se cita que junto a la iglesia de San Pedro se trabó sangriento combate entre multitud de infieles, advenedizos y falsos cristianos, mandados por Mohamud y la gente del rey de Asturias Mauregato, quedando la victoria por éste. Y no en vano, en 1971, se descubrienron “tégulas” o tejas romanas, lo que llevaría a afirmar al investigador José Manuel Glez. y Fdez. Vallés: “Creemos por tanto muy probable que el emplazamiento de la iglesia de San Pedro de los Arcos en el altozano que ocupa, tenga su más remoto antecedente en un templo cristiano, de la importancia que fuese, erigido en el mismo lugar, en fecha impredecible de la época visigótica”.

Un profundo sueño me invade y casi sin darme cuenta, cambia mi escenario por completo. Estoy confuso... La pequeña capilla ha crecido por sus costuras. Ahora es una pequeña iglesia de corte rural, con su pequeño pórtico y su espadaña con la campana que convoca a la feligresía, sencillos hombres de campo que viven “extramuros” de la ciudad. Ahora ya se ven algunas caserías en las proximidades. La ciudad ha crecido y contemplo con admiración un magnifico acueducto de 41 arcos casi a los pies de la iglesia. Bajo a la ciudad y me la encuentro intentando solucionar sus problemas de abastecimiento de agua y tuve oportunidad de asistir a las acaloradas discusiones que mantenían los representantes del Rey, de la iglesia y del municipio. En una ciudad que casi no se había recuperado del incendio de 1521. Y en aquel 1537 los Regidores se pusieron de acuerdo en que era necesaria una importante obra para traer a la ciudad las aguas de Fitoria y de Boo. Se decide el proyecto definitivo, realizando el viaje de las aguas por un encañado que faldeaba la cuesta del Naranco, por lo que hoy es la pista finlandesa, reuniéndolas en una arqueta en el lugar conocido como “la Cabaña” y tras pasar por el acueducto de 41 arcos y 390 metros, llegar a la Puerta Nueva, para allí juntarlas con las de la fuente de ese nombre y distribuirlas por la ciudad. Muchísimos problemas técnicos y materiales y la suma de 15.500 ducados, que debía de ser una barbaridad, para que por fin en 1599 el agua llegara a Oviedo. Tenían que haber visto las caras de satisfacción de nuestros conciudadanos de entonces, toda una fiesta en la ciudad.


Casi tres siglos estuvieron los Arcos de los Pilares quitándonos la sed. Integrándose en la ciudad. Siendo parte indiscutible del entramado y del decorado natural de la misma. Convirtiéndose por derecho propio en una de sus señas de identidad. En la puerta de la ciudad para muchos vecinos que entraban en Oviedo procedentes de Las Regueras, de San Claudio… Aquel imponente acueducto no era algo que los viandantes encontrasen en cada recodo del camino, no… Así, los arcos, llegaban a ser objeto de la musa popular. Recuerdo oírles canturrear estas coplillas:


Soy pintor, soy albañil. Soy todo lo que se quiera.

Soy de San Pedro de los Arcos, mira si soy calavera.


Una vez fui contigo a San Pedro los Pilares,

arrimásteme la cesta. Eso sí que son pesares.


El mandil de ringo rango, ¿cuánto te costó Ramona?

A la salida de Oviedo, por lo Pilares, peseta menos perrona.


Buena gente aquella, sí… Y con buen humor, como tien que ser…


El día 21 de septiembre de 1875, en plenas fiestas de San Mateo, el séquito de autoridades provinciales y locales pudieron asistir a la bendición de las aguas que llegaban a un improvisado surtidor en el paseo del Bombé. Era la nueva traída aprobada ya en 1866. Una buena noticia sin duda para la ciudad, sí.


Pero era también el principio del fin para nuestros Arcos de los Pilares.

El siglo XX llegó a Oviedo. Y el 3 de octubre de 1903, varios concejales proponen el derribo del acueducto, expediente que se aprueba el 24 de noviembre de 1905. Comienza entonces una viva polémica en la ciudad en contra de la que se había ya calificado como “bárbara piqueta municipal”

En un día gris de aquel inicio de siglo, me encontré de repente al lado de D. Fermín Canella, gran hombre, sumido entre sus papeles y sus múltiples proyectos. Con gran respeto y admiración, permanecí a su lado haciendo mía su causa, sintiendo su rabia e impotencia por el avance inexorable de los que con una miopía sin par empujaban con fuerza por llevar a cabo el “acueducticidio”. Cuando me fui, subí con pena el camino hacia San Pedro y sentado bajo su espadaña de vieja iglesia, entre aquel montón de jóvenes negrillos, miraba con lástima la arcada condenada por la imparable especulación. Aquellos arcos que durante siglos habían dado de beber a Oviedo, tenían ya su sentencia: serían derruidos. Y en la mañana del 11 de enero de 1915 comienza el derribo. Cuanto llanto sincero en muchos ovetenses ante tal bárbara e injustificada acción....

Continuaba el siglo XX su andar. Y así llegamos a 1934. Octubre. Y San Pedro, una vez más, no pudo abstraerse a la historia que de nuevo lo engulló. Era el cinco de octubre. Se había declarado en Asturias la huelga revolucionaria y por las calles de Oviedo comienzan a verse guardias de asalto armados. Delante de la plaza de toros posicionan un cañón “Ruiz de Arellano” que bombardea la iglesia de San Pedro. Dos proyectiles se incrustan en la fachada meridional de la iglesia, y ahí los podemos ver todavía hoy. El bombardeo resulta inútil porque los soldados que ocupaban la iglesia se habían replegado a la estación del norte a las diez de la noche.



A las dos y media de la tarde suben tres cañones en camionetas por la carretera del Naranco. Uno de ellos es situado junto a la iglesia. La luz en Oviedo es cortada. El cañón situado en San Pedro bombardea la “Casa Blanca” en la calle Uría. Desde la una de la mañana del lunes 8, todos los cañones del Naranco y de San Pedro hacen fuego sin cesar. El artillero es alto y desgarbado. Lleva medias de sport, pantalón corriente, jersey blanco y cubre su cabeza con el bonete del cura de San Pedro. En dirección a la iglesia se dirigen numerosos revolucionarios llevando cascos de acero procedentes de Trubia y escopetas.

El jueves 11, a las cinco de la mañana los cañones del Naranco rompen el fuego. Pero el que está en San Pedro deja de sonar. ¿Qué pasará? Luego fue sabido que el cañón reventó por el cierre, deshizo el vientre al artillero, un tal Esteban y estropeó la boca a su ayudante.


El sábado 13 de octubre, a las ocho y media cuatro aviones bombardean las inmediaciones de la iglesia y de la estación. Desde la iglesia los revolucionarios no cesan de hacer fuego. Los Regulares contestan y las balas matan a una joven comunista llamada Aida Lafuente. Iba vestida de rojo y tenía 16 años. Los legionarios se lanzan al asalto y toman la posición de San Pedro.


Días duros y tristes que desgraciadamente poco tardaríamos en volver a vivir. Lamentablemente, Oviedo volvería a sufrir en sus propias carnes un nuevo enfrentamiento: La guerra civil. Y este viejo otero, también nos quiere contar alguna historia al respecto. Y no tardaría tiempo en darse cuenta de que algo pasaba porque en la misma tarde del domingo 19 de Julio, el mismo coronel Aranda se llega a San Pedro para supervisar la instalación de fuerzas de artillería al lado mismo de la iglesia.

Pasan los días y la situación se torna cada vez peor. Comienza a escasear en la ciudad el agua, la carne la leche… El sábado quince de agosto es detenido el maestro de la escuela de San Pedro acusado de propagar bulos.

Os puedo asegurar que en la iglesia y aledaños se vivieron días realmente duros y atroces. Sirvan como muestra el testimonio recogido el 12 de octubre de 1936, contado por el mando republicano y por uno de los soldados que se encontraban en la iglesia:


A primera hora de la tarde comenzaron las baterías que rodean Oviedo a cañonear violentísimamente la parte de la Argañosa y la iglesia de San Pedro de los Arcos, reanudándose así la ofensiva sobre el centro de la ciudad. La iglesia estaba considerada como una fortaleza y en ella había acopiado el enemigo importante material de guerra. Por su posición estratégica de incalculable valor, considerándose como la llave que abre paso a la estación del Norte. Debido a ello, el alto mando planeó el ataque a este reducto y, como preludio, fue sometido a un bombardeo endemoniado. Con intervalos escasísimos caían proyectiles sobre la torre de la iglesia. Bien pronto ardían las casas inmediatas. La torre caía a tierra desapareciendo a nuestra vista. El resto de la construcción semejaba una criba. Desde su interior era ya materialmente imposible su defensa.”



“Llueve y continúa el frío; por la mañana el enemigo nos hace cuatro bajas. El alférez Valdés Hevia recibe la noticia, acogida por nosotros con gran júbilo que las baterías enemigas del Naranco, están bajo el fuego artillero de las columnas gallegas liberadoras. Momentos después, serían las cuatro de la tarde, comenzó un bombardeo intensísimo sobre la posición. Como el enemigo está muy cerca creímos al principio que sería un bombardeo sobre él. Pronto nos dimos cuenta del error; los rojos afinan su puntería y nos echan abajo la torre de la iglesia donde teníamos emplazada una ametralladora. El bombardeo es intensísimo. La parte del cementerio de San Pedro ofrece un espectáculo espeluznante: se hallan mezclados cadáveres de hace varios días que no pudimos enterrar con cadáveres de hoy y miembros de cadáveres de hace muchos años que la metralla se encarga de sacar de las sepulturas. El número de heridos es enorme, no hay gente para evacuarlos porque todos son necesarios en los parapetos. El alférez pide refuerzos pero no llegan. La situación es apuradísima y el bombardeo continúa con igual intensidad.

Voy recorriendo puesto por puesto distribuyendo munición de fusil y bombas de mano. En la posición quedamos muy pocos hombres; en todas las caras está pintada la imagen del terror… pero todos estamos en nuestros puestos. La situación es francamente insostenible. El alférez da la orden de retirada después de evacuar todas las bajas. Ésta se efectúa hacia la estación, donde cunde un gran desaliento…

Todavía hicimos un postrer intento de rescate de la posición, pero sólo llegamos arriba siete hombres, número harto insuficiente para contener a unos cientos de rojos. Nada se sabe de las columnas gallegas. La suerte está echada, que dijo César, o llegan las columnas o moriremos matando. El Estado Mayor ordena que se gaste poca munición, que debe estar muy escasa…”

El 13 de octubre, la posición de san Pedro fue tomada, pero el 17, tras la entrada de las columnas gallegas, se abandona. Y el resto es historia... Ojalá nunca más vea nuestra ciudad enfrentamientos como los vividos.


Y continúo mi particular viaje. Llego a los años 40.

Y me encuentro en viejas y frías habitaciones, dónde veía a sacerdotes que en aquel día concreto escribían con letra tortuosa en los polvorientos libros que ahora ojeaba. Crujía el suelo. Golpeaba la lluvia en los finos cristales, tras los cuales se veían a lo lejos algunas luces de la ciudad. A duras penas, podían contener el frío, pero allí estaban aquellos curas a cualquier hora para cuando alguien precisara de su presencia, aunque ese alguien viniese de los límites de la parroquia a varios kilómetros de distancia. Compartía su soledad, sus preocupaciones, sus anhelos, sus frustraciones, sus alegrías...


Y compartí alegrías y penas de miles de vecinos que igual saludaban una nueva vida, que unían la suya a la persona amada, o despedían a sus seres más queridos. Gentes humildes y pobres las más. Personas anónimas de las que sólo queda su nombre, legible a duras penas. Cuántas historias humanas. Cuántos momentos vividos de los que nadie se acuerda ya ni remotamente. Allí están, escritos en el tiempo.


El Concilio Vaticano II trajo nuevos aires a la Iglesia y san Pedro no fue ajenos a ellos. Fue progresando con la sociedad de cada época. Fue avanzando a medida que la iglesia universal avanzaba. Fue adaptándose a los cambios que el tiempo impone. Con amor de madre dio a luz a otras parroquias de Oviedo, y así vi desmembrarse de ella a San José de Pumarín en 1957; a San Francisco de Asís y su filial del Cristo de las Cadenas, y a San Pablo de la Argañosa y su filial de San Antonio de Padua en 1959. A Nuestra Señora de la Merced en 1972 y por último a San Melchor de Vallobín en 1990.


En las últimas décadas, se escribieron páginas brillantes en nuestra particular historia, y San Pedro, seguía luciendo orgullosa en su altura, viendo crecer una comunidad dinámica. En 1972, una remozada iglesia parroquial, acogía como párroco a D. Rafael Ortea, que disfrutará allá arriba a buen seguro de este centenario, quien durante 21 años, supo hacer, y dejar hacer, para que en esta parroquia, se intentara vivir la fe desde el compromiso y la fidelidad al evangelio.


Vi muchas cosas más que no os cuento ahora por no extenderme en demasía... Un pequeño tren que achacoso pasaba cada día por delante de la iglesia para dejar el mineral de hierro en la estación y al que un día, se subió un joven Alfonso XIII para subir a visitar los monumentos. O como el párroco de san Pedro, era el que recibía a la procesión de la Balesquida en la capilla de santa Susana, para continuar hasta san Ana de Mexide, cuando la ciudad celebraba esa entrañable fiesta cada martes después del domingo de Pentecostes.

Pude ver la emoción en muchas caras cuando nos visitó la Santina de Covadonga en junio del 51. O como la gente celebraba con alegría las fiestas de san Pedro, primero en una sencilla romería delante de la iglesia, con los años, fueron las fiestas de Vallobín, celebrándose por la sociedad de festejos Ntra. Sra. de los Ángeles y luego, de nuevo con un grupo de jóvenes entusiastas liderados por un veterano en esto de las fiestas, mi padre, recuperamos las fiestas de san Pedro con un éxito de participación espectacular.

Vi también, como muchos jóvenes del barrio, se fueron forjando como personas a la sombra de san Pedro, asumiendo en su vida valores que les ayudarían sin duda a ser mejores, e incluso a despertar en muchos una gran sensibilidad social o también, política...


Sin duda ese viaje daría para hablar mucho más...


Y así llegamos a la parroquia que tenemos hoy. Una parroquia mucho más pequeña de lo que fue, pero rica en su mejor capital: su gente. Una comunidad que continúa empeñada en contribuir a ese difícil objetivo de crear una sociedad más justa, libre y solidaria.


Esta es la realidad de hoy en San Pedro de los Arcos. Una realidad humilde pero tremendamente rica. Conocedora y orgullosa de su pasado, pero sobre todo y por encima de todo, enormemente ilusionada y comprometida con su futuro.

Cuando dentro de otros cien años no quede ni rastro de ninguno de nosotros, seguramente encima de su otero, la vieja torre de san Pedro seguirá mirando a los cuatro puntos cardinales, y pasado y futuro estarán unidos por esa sutil correa de transmisión que somos todos los que en uno u otro momento hemos pasado por san Pedro de los Arcos. Y si alguno de los futuros ovetenses, de los feligreses del mañana, se sorprende mirando alguna de las viejas fotos que se encierran aquí, seré feliz dónde quiera que esté.

sábado, 29 de mayo de 2010

Charla en el Club de Prensa de LNE. (27 de mayo de 2010)

Patricia Secades: «Bellido fue una figura puente en la historia de la arquitectura»

La experta analiza la obra del autor de la iglesia de San Pedro de los Arcos

Patricia Secades y Carlos Fernández Llaneza, presentador del acto.
Patricia Secades y Carlos Fernández Llaneza, presentador del acto. miki lópez

Oviedo, David ORIHUELA

El centenario de la parroquia de San Pedro de los Arcos es momento perfecto para recuperar la figura de Luis Bellido (1869-1955), el arquitecto autor del proyecto de la iglesia. Así lo hizo Patricia Secades, doctora en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo, en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA. Secades respasó la obra de Bellido con especial atención a la parroquia ovetense.

Bellido nació en Logroño en una familia vinculada a la construcción, ya que su padre y su hermano eran ingenieros. Nada más licenciarse en arquitectura fue contratado en Galicia, pero sólo estuvo un año, y se trasladó a Asturias como arquitecto diocesano. En el Principado compaginó su trabajo para la Iglesia con su tarea de arquitecto municipal del Ayuntamiento de Gijón, y con el trabajo de profesor de dibujo en la Universidad de Oviedo. La experta desgranó la carrera de «uno de los arquitectos más importantes que ha trabajado en Asturias», y que destacaba por un «espíritu crítico» que le llevó a interesarse por las nuevas corrientes artísticas. La importancia de la figura de Bellido radica en que su producción arquitectónica se lleva a cabo en una etapa de transición, lo que en opinión de Secades convierte al arquitecto en «figura puente», en la que se da un cambio de valores del sistema neoclásico, que entra en crisis en este momento, hasta la aparición del movimiento moderno.

En sus obras, algo que también se aprecia en San Pedro de los Arcos, Bellido siempre utiliza todo el estilo neogótico, el neoárabe y el neorománico. Con estos mimbres construye «arquitecturas tremendamente funcionales, lo que provoca que los edificios prolonguen su vida en la historia», como el Seminario conciliar de Oviedo, más tarde cuartel y hoy facultad de Filología de la Universidad de Oviedo, en el Milán.

En esencia es Bellido un arquitecto bien cualificado y prolijo, «aunque dota a sus obras de pocas características personales». Un profesional que entiende la arquitectura como herramienta y la utiliza para resolver problemas formales.

El proyecto de San Pedro de los Arcos data del año 1902, y en él se dibuja un templo de una única nave, con una cabecera poligonal. El historicismo se puede apreciar en los pilares, con soluciones muy tradicionales, unas columnas rectangulares que recogen el empuje de los arcos, en lo que supone una solución que se empieza a dar en Asturias ya en el prerrománico, según explicó la profesora, que analizó punto por punto cada aspecto arquitectónico del templo ovetense que cumple cien años.

San Pedro y la Balesquida


Grabado de Francisco Ruiz Tilve


LA BALESQUIDA Y SAN PEDRO DE LOS ARCOS


¡Pero hombre! ¿Estos de san Pedro también se apuntan a la Balesquida? Pues sí... Si me permiten, me cuelo de nuevo en las líneas de la memoria colectiva, y es que también podemos contar una pequeña historia, en este año de celebraciones para nuestra parroquia; no en vano, nuestro andar centenario por los últimos siglos da para mucho.

No voy a entrar en la historia de la Cofradía de la Balesquida que no es momento y ya se ha contado en muchas ocasiones, pero si me gustaría compartir con los ovetenses con los ecos del Martes de Campo frescos aún en la memoria, una parte de nuestra historia que como tantas otras, se engarza con otras historias ovetenses como las cerezas en un cesto.

Como es conocido, la intención de Dña. Velasquita Giráldez fue la de fundar un hospital para pobres menesterosos al amparo de la Cofradía de los Alfayates (sastres), y entre otras disposiciones expresadas en la escritura de reorganización allá por el año de 1232, se encontraba la de realizar el primer martes de la Pascua de Pentecostés una función religiosa en la que se incluía una procesión popular con la imagen de la Virgen de la Esperanza hasta la antigua capilla que de Santa Susana que se encontraba hacia la mitad de la calle del Rosal; allí la recibía el párroco de san Pedro del Otero, revestido de capa pluvial y acompañado de cruces y ciriales; agregados a él, el abanderado y otros representantes de la Cofradía, seguidos por los cofrades y numerosos vecinos; continuaba la procesión por el camino que llevaba hasta la ermita de Santa Ana de Mexide, sito en el término de Truébano, (parroquia de san Pedro por aquel entonces) entre hermosas praderías y árboles frondosos que brindaban el frescor de su sombra. Se celebraba allí misa cantada con sus letanías y finalizada ésta se repartía el bollo de pan de fisga (escanda) con torrezno y medio cuartillo de vino de “pasado el monte” (entiéndase León); al abanderado sacristán se le daba un azumbre (cuatro cuartillos) de vino si había portado enhiesta la bandera, y si la había descansado en el hombro no se le daba.

A partir de 1835, con motivo de las Leyes desamortizadoras de los bienes eclesiásticos, el edificio del templo y convento de los PP Franciscanos, así como el solar de su huerta y espacioso bosque adjunto -llamado Campo san Francisco- pasaron a ser propiedad del Estado, y en su virtud quedaron abiertos al público con lo cual el pueblo ovetense abandonó el lugar de Mexide para estos eventos en beneficio del Campo. Y así, el párroco de san Pedro, se ahorraba una procesión al año... En febrero de 1959 se erige la parroquia de san Francisco de Asís y su entonces filial del santo Cristo de las Cadenas y ya los vecinos de Truébano y alrededores, dejaron de pertenecer a san Pedro, lo que a buen seguro, los curas de las últimas décadas agradecen...

No quisiera poner el punto final a este guiño a la historia local sin transmitir mi sincera felicitación y reconocimiento a todos aquellos que año tras año hacen posible que esta tradición tan nuestra continúe.

martes, 25 de mayo de 2010

¿Demagogia? (Octubre 2005)

¿DEMAGOGIA?


Hace días que tengo idea de escribir este artículo, pero no me acababa de decidir por diversos motivos que no vienen al caso; concretamente tenía la intención de compartir esta reflexión en voz alta desde que hace unos días leí en la prensa, en una pequeñita columna perdida en las páginas centrales una noticia que decía: “Cada cuatro segundos, muere de hambre un niño en el mundo”. Sin comentarios. Creo que hay noticias que se comentan por sí solas. Confieso que me dio mucho que pensar y me dejó cierta inquietud. ¿Cómo podemos estar volviéndonos tan insensibles? ¿Acaso es cierto que no podemos hacer nada? Hoy no toca criticar a nuestro gobierno local, por mucho que nos den sobradas razones, ni tampoco voy a proponer ninguna iniciativa al respecto; eso para otro día. Hoy sólo quiero hacer una especie de terapia de grupo compartiendo con todos ustedes esta inquietud. ¿Se imaginan que de pronto empezaran a morir cada cuatro segundos una persona en este planeta por culpa, por ejemplo, de la fiebre de los pobres pollos…? Creo que sí, que serán capaces de imaginar la que se montaría. Estamos asistiendo cada cuatro segundos a una auténtica catástrofe humanitaria, no comparable a nada, a nada de lo que hayamos visto. Estamos hablando de un problema que afecta a unos 800 millones de personas según Médicos Sin Fronteras. 800 millones de desnutridos, de fantasmas mudos, casi invisibles, cuya solución no precisa de actos heroicos. Una auténtica emergencia silenciosa, según escribía J.J. Millás en su columna de El País recientemente.

Creo que no hace falta dar muchos más datos, ni poner fotos de niños famélicos, ni nada de eso. Mantengamos al menos la memoria viva, aun cuando estas imágenes desaparezcan de las primeras páginas de la información internacional. Hace falta no perder la tensión solidaria, bien individualmente, o bien desde las instituciones, incluida nuestra administración municipal. ¿Debería de ser esta una prioridad en las agendas de los políticos, sea cual sea su ideología y sea cual sea su responsabilidad? Repito. Es un tema que me da que pensar y me desazona por igual.

Ya que estamos celebrando el 25º aniversario de la Fundación Príncipe de Asturias, tomo prestado parte de los discursos de dos premiados para completar mis palabras, que hoy encuentro torpes y vacías; de verdad, no se muy bien qué decir y cómo transmitirlo… Porque hay tanto que gritar que no sabría cómo. Las primeras son de Nelson Mandela, premio de cooperación internacional en 1992: “El desarrollo es del interés de toda la raza humana. La inmensa desigualdad de nuestro planeta es peligrosa, injusta, desestabilizadora de igual manera que las desigualdades dentro de un país. El debate Norte Sur debe renovarse y las estructuras internacionales de cooperación se deben de reforzar.”

Las otras son de la General de las Hijas de la Caridad, premio de la Concordia 2005 y dicen: “Vivir la solidaridad compromete a ir más allá y más lejos en la búsqueda de recursos suficientes que permitan mejorar las condiciones de vida de quienes están condenados a sobrevivir ya sea perdidos en el laberinto de la marginación, o forzados a dejar su país en frágiles pateras, vergüenza de nuestra sociedad”.

Poco más se puede decir. Y repito una vez más: no quiero más que compartir esta reflexión. Compartir una sensación o llámenlo como quieran, pero les aseguro que si entendemos por demagogia, la actitud y comportamiento político caracterizado por el intento de conseguir el afecto popular o el incremento de adeptos a una determinada causa, les doy mi palabra de que no pretendo con este artículo ni lo uno ni lo otro.

Hagan cada uno su propio juicio.

Preguntas en voz alta. (16 de abril de 2003)

PREGUNTAS EN VOZ ALTA.


A pesar de que en nuestro entorno más cercano y personal, probablemente las cosas anden más o menos como de costumbre, no hay que ser precisamente un lince para darse cuenta de que vivimos días difíciles y duros. Hemos asistido durante meses a los prolegómenos de la tramoya de una obra de la que todos éramos conocedores en buena parte del guión, y tras su puesta en escena, no me gusta nada; afortunadamente, esta espantosa tragedia parece que está dando las últimas bocanadas aunque aún quede mucha tela que cortar; muchas, muchas heridas por cerrar y mucha justicia por sembrar, tarea difícil verdaderamente. Como no podía ser de otra forma, al igual que miles, que millones de ciudadanos de esta tierra que nos acoge, intento –confieso que en vano las más veces- de responder a un montón de preguntas: ¿por qué? ¿Por qué el hombre en tan necio?. ¿Por qué otra vez hemos llegado a este extremo? ¿Por qué no se ha podido evitar el que resonaran tan alto y fuerte los tambores de guerra? ¿Por qué tanta prisa para desencadenar una vez más el fuego de la ira?. ¿Por qué la ONU se está yendo a hacer puñetas? ¿Por qué la actitud de nuestro gobierno? ¿Por qué no puedo evitar pensar en intereses ocultos detrás de todo? ¿Por qué ahora sí, la respuesta masiva de los ciudadanos? ¿Por qué...? Muchas preguntas, pero tranquilos, tranquilos... no voy a ser tan presuntuoso como para intentar siquiera dar respuesta a una de ellas. Ya corren bastantes ríos de tinta y ya se baten el cobre tertulianos de todo pelaje en las ondas a diario. Obviamente, la guerra es un fracaso lo miremos por donde lo miremos. Ya lo decía Henry Miller “cada guerra es una destrucción del espíritu humano”. Insisto: toda guerra es un desastre. Toda guerra. Toda violencia. En cualquier forma y de cualquier modo. Pero vamos por partes que me pierdo... orden ante todo.

Vamos a ver. Volvamos al título: preguntas. Es claro la relación causa efecto entre el conflicto que nos asola y las masivas manifestaciones ciudadanas que se han vivido en todo el mundo. He asistido a las dos grandes concentraciones celebradas en Oviedo y francamente, no recuerdo ninguna anterior que hubiese congregado a tal número de personas. Pero, y que nadie me entienda mal, ni me llamen demagogo, no, no... sólo me lo pregunto... ¿no será también el momento de que la ciudadanía se movilice por fin por algo más?. Al día mueren cientos de miles de personas en el mundo de la forma más inhumana e indignante: de hambre. ¡¡40.000.000!! de personas en África según un reciente informe de organismos de la ONU están al borde de la hambruna. ¡Eso sí que es tocar fondo!. No digo que tengamos que ir a África a repartir sacos de harina o algo por el estilo, pero igual sí que va llegando el momento de una masiva movilización mayor aún a la actual para exigir a los gobiernos e instituciones que se impliquen mucho más en la búsqueda de la utopía (no quimera) de la justicia social en el mundo. Presionar para que las políticas internacionales, nacionales, autonómicas y municipales en el ámbito social sean mucho más ambiciosas. Luchar por contrarrestar las causas que producen los graves desequilibrios, los motivos que llevan a tantos millones de personas a situaciones límite. No hay que desesperar y hay que seguir manifestándose en contra de la guerra de Iraq o de la guerra que sea ¡por supuesto! Pero también quiero manifestarme para que de una vez, desaparezcan esas imágenes de niños con la mirada muerta y la sonrisa borrada porque el único “rey mago” que esperan es el apocalíptico jinete del hambre y su único futuro la muerte. ¿Dónde están las pancartas por estos millones de olvidados? ¿Dónde están las voces por las guerras olvidadas? ¿Dónde están los poderosos medios de comunicación internacionales, los políticos, los ciudadanos, etc. Clamando, por ejemplo, contra la reciente masacre que ha costado la vida a más de mil personas en la República del Congo y que apenas ha llenado una columna en la prensa? Llamadme demagogo si queréis pero creo que si la ciudadanía insistiera a sus respectivos gobiernos, como de hecho se hace ahora de forma correcta contra esta injusta e ilegal guerra, el cuento de la lechera, por ejemplo del 0,7% igual cambiaba de final. Sólo ansío un nuevo orden que luche por la Justicia en este mundo. Debemos luchar por este sueño, ¿o no? ¿Seré sólo un ingenuo...?

Vengamos ahora a nuestro país, donde me voy a hacer otra pregunta. Vivimos desde hace años una auténtica lacra: el terrorismo de ETA con todo el tejido paralelo de situaciones de injusticia que claman al cielo. Y digo yo, ¿no habría que salir a la calle por cientos de miles también, por cada muerto inocente? ¿No habría que presionar y vocear también contra los dirigentes políticos de aquellos partidos que bien por acción u omisión amparan a los que realmente quieren poner en peligro nuestra libertad? ¿No habría que llamar asesinos a los que de verdad lo son o a los que callan ante ellos? Probablemente, digo yo...

Estoy en el polo opuesto de la postura oficial del P.P en el conflicto actual, pero jamás se me ocurriría tirar aunque sólo sean huevos a sus sedes y mucho menos aún se me ocurriría impedir que cualquier miembro de ese partido, sea donde sea, pueda expresarse en total libertad. Yo tengo el perfecto derecho de manifestarme en la calle tantas veces como me salga de salva sea la parte y a protestar tantas veces como me parezca contra la actitud de mi gobierno; pero eso sí, claro está que sus miembros, o cualquier persona del partido que lo sustenta, tienen el mismo derecho a expresarse cuando y como les plazca. Ya se sabe de antiguo la vieja frase de que mi libertad termina donde empieza la tuya, ¿no? Pues eso.

Y ahora volvamos a Oviedo, que nos pilla más de cerca. Espero poder seguir participando de manifestaciones como las vividas en Febrero y Marzo, sin tener que avergonzarme porque grupos de jóvenes, por ejemplo, tomen la Catedral como si de los cuarteles de invierno se tratara, o llenen fachadas de sedes de partidos democráticos con pintura e insultos. No pretendo emular a Voltaire cuando decía aquello de “combatiré tus ideas hasta la muerte y hasta la muerte defenderé tu derecho a defenderlas”, no, no... pero creo que el espíritu de la libertad en democracia debe de ir más o menos por ahí. En fin, el tema daría mucho más de sí pero intuyo que mal abanderado es de ninguna paz y de ninguna libertad el que pisotea la libertad de los demás, ¿estaremos de acuerdo también, no?

Bueno, pues en este viaje de lo universal a lo local y tras arreglar el mundo una última pregunta que me he/ han hecho de forma reiterada e insistente, aun a riesgo de que parezca meter entre col y col una lechuga: ¿por qué te quieres meter en política? ¿Por qué quieres ser concejal? ¡¿Cómo se te ocurre, hombre?!. ¿Habría que responder porque la política esta ahí, como respondió el montañero ante la pregunta de que por qué escalaba las montañas? ¿ O habría que decir como Grahan Greene que porque “la política está en el aire al igual que la presencia o ausencia de Dios?"?. Quizá. O quizá por lo que se desprende de todo lo anterior. Porque creo en el diálogo y el consenso como camino para llevar a cabo proyectos que redunden en beneficio de las personas. Porque aunque poco pueda hacer para evitar la guerra en Oriente Medio, sí puedo intentar aportar algo en pro de mejorar de alguna manera la vida en esta ciudad. Siempre he creído eso de que la política municipal es la más agradecida porque es la más cercana a los ciudadanos y desde la que se puede hacer más por todos los que vivimos en esta maravillosa ciudad. Me gustaría contribuir, humildemente, a lograr una corporación donde a pesar de estar en posturas opuestas y desde la confrontación política, logremos alcanzar el acuerdo en aquello que repercuta en el ansiado bien común. Por encima de intereses personales o de partido debe de prevalecer el bien de los ovetenses. A todos los niveles. Diálogo. Cooperación. Pero con exigencia y sin concesiones gratuitas. Quizá pensemos que podemos hacer poco por mejorar este que parece cada vez más maltrecho mundo. Error. Hambre también es la necesidad del vecino. Me gustaría colaborar a hacer de Oviedo una ciudad donde no se valore sólo el oropel, que a lo mejor no está mal, pero que aparte de que nos den una “escoba de oro”, nos den el unánime reconocimiento porque desde las responsabilidades y competencias del equipo de gobierno al que aspiramos, se luche por conseguir una ciudad más justa, más solidaria, más habitable, más digna, más pacífica, más ejemplar, más... ¡¡ay mamá que quiero la luna!! No. No sueño. Es lo que quiero para Oviedo. Y aunque me gusten las fuentes, los magnolios, las farolas fernandinas (que ni me gustan muchas de las fuentes, ni los magnolios, ni las farolas en determinados sitios, pero bueno...), me gustaría más ver que en nuestra ciudad la pobreza desapareciera, que nuestra economía no fuera una especie de agujero negro, que los jóvenes no tuvieran que hipotecarse de por vida (y eso el que pueda) para comprar una vivienda. Que fuera un lugar donde se pueda respirar un aire limpio de humos y de mala leche. Una ciudad donde la cultura, la historia y el patrimonio, se respete y no se toque con la varita mágica de la ordinariez; donde el urbanismo no sea sinónimo de especulación y sin embargo vaya de la mano del término de Ecología Urbana que tanto puede y debe de englobar. Donde nuestro Ayuntamiento aproveche todas las sinergias con otras administraciones para llevar a cabo ambiciosos planes de empleo que ayuden a abrir la puerta del mercado laboral a aquellos que más lo necesiten. Una ciudad donde los ciudadanos no vean en el Ayuntamiento a un hambriento recaudador de impuestos que todo lo devora, sino un lugar de encuentro y participación. Que vean que su dinero se invierte en el beneficio de todos, pero sin hipotecar hasta a sus bisnietos, etc., etc. Y ahora dirán, claro, es muy fácil pintar aquí la Arcadia feliz, pero luego, si te vi no me acuerdo. Yo no prometo nada. Bueno sí. Prometo que esto es lo que quiero y prometo que lo intentaré. Y además creo firmemente en la persona que encabeza este proyecto y sé que lo va a intentar llevar a cabo con todas sus fuerzas y desde la más absoluta honestidad personal. Oviedo ha cambiado, no soy tonto y veo que la ciudad ha mejorado en muchos aspectos. Pero aún hay muchas cosas que deberían de haber cambiado y no lo han hecho. Y hay muchas que pueden y deben mejorar. Por eso quiero estar ahí. Por poner ese mínimo grano de arena en ese proyecto que aunque con dificultades, está lleno de ilusión no sólo para nuestro grupo municipal, sino para TODOS los ovetenses. Repito: TODOS. Nunca me gustaron las etiquetas ni la política del “quítate tú pa poneme yo”. No. El Ayuntamiento es de Oviedo y de los ovetenses y no de ninguna sigla que pecaría si lo secuestrara. Y tranquilos que ya voy terminando.

Os invito a todos a manifestaros una vez más; esta el 25 de Mayo, y a manifestarse de la manera mejor que se me ocurre: introduciendo un voto en la urna. Ni huevos, ni piedras, ni voces, ni pancartas... Un voto. Esa es nuestra mejor voz y nuestro mejor grito. Un grito por la libertad. Un grito por la Paz. Por la concordia. Y que cada cual coja la papeleta que estime más conveniente en conciencia. Pero que la coja. Ha costado mucho a muchos poder llegar a que un Domingo de vez en cuando, tengamos unas urnas abiertas para que pasemos de largo sin detenernos ante ellas a hacer ese gesto tan sencillo y tan importante. Por la Paz, por la Libertad, por la Democracia... por el sentido común... ¡¡Votemos!! Y al que Dios se la de, San Pedro se la bendiga...


Publicado en La Nueva España el 16 de abril de 2003.

Desde el banquillo. (Junio de 2003)

DESDE EL BANQUILLO


Pasada la octava y pico del 25-M, vaya por delante antes de nada mi felicitación, totalmente sincera, tanto al Partido Popular como al Alcalde por los resultados obtenidos; hombre, a este paso vamos a tener que cambiar el tratamiento de Ilmo. Sr. Alcalde por el de “¡Gabino, gallu!”. Bien, bromas aparte -¿qué impide decir la verdad con humor?, decía ya Horacio allá por el año 54 a.c.-, y tras el reconocimiento de la victoria del rival, que no del enemigo, quiero que mi primera declaración tras tomar posesión como concejal de esta fantástica ciudad sea una intención de mano tendida. El electorado ha querido que este partido lo vayamos a ver sentados en el banquillo (el del campo, no el de los acusados...), pero no hay que olvidar que a pesar de todo jugamos en el mismo equipo. Quizá hayamos hecho mal la pretemporada. Quizá no entrenamos con el esfuerzo y entrega suficiente... el caso es que estamos en el banquillo; pero eso sí, tenemos clara vocación de jugadores correosos, peleones, y continuaremos entrenando día a día para poder saltar al campo lo antes posible y ganar el partido.

Decía que tiendo la mano. Claramente una mano tendida, pero en la otra una estaca (metafóricamente hablando, claro está...). La “estaca” de la justicia, la “estaca” de la oposición hecha desde la lealtad institucional, si se quiere, pero con firmeza y, por supuesto, sin ningún tipo de entreguismo. Con la “estaca” con la que pretendemos velar por los intereses de todos los ciudadanos de Oviedo, no sólo de los más de 30.000 que nos dieron su respaldo. A chupar banquillo, sí, pero sin quitar ni un segundo el ojo del campo de juego. Mano tendida. Lealtad. Concordia. Consenso en lo que se pueda y sea bueno para los intereses generales, pero siempre desde la más honda creencia de que otro Oviedo es posible. Lucharemos por demostrarlo. Porque lo creemos y lo que se cree, tarde o temprano, acaba calando como el “orbayu” te acaba empapando sin darte cuenta. Creemos que es posible un Oviedo donde la ética complemente y supere a la estética. Creemos en un Oviedo que luche por la justicia social, que no caridad. Por un Oviedo hecho por y con todos los ciudadanos. Que estemos orgullosos de la belleza y limpieza de nuestra ciudad, sí, pero que estemos más orgullos aún de un gobierno municipal que debería ser absolutamente honesto, transparente, eficaz y responsable. En fin, porque, como decía nuestro lema, creemos que hay otra forma de gobernar. Y a pesar de todo, seguimos creyéndolo, qué le vamos a hacer...

Y por último, y no por ello menos importante, quiero dar de forma muy sentida las gracias a todas las personas que nos dieron su confianza; personalmente, espero ser digno acreedor de ella. Gracias a todas las personas que en todos los actos a los que acudí se acercaban a dar palabras de ánimo, nunca caen en saco roto. Gracias a tantos compañeros que de forma anónima han hecho un trabajo arduo e imprescindible. Gracias a todas las personas que acudieron a votar, aunque no fuera a nuestra opción; con vuestro voto ayudáis a consolidar esta bendita democracia. Que en estos primeros días prevalezca el sentido del agradecimiento y de la apuesta por mirar al futuro con optimismo y en positivo. En todo y en todos. Que así sea.


Publicado en La Nueva España en junio de 2003.